"Por eso resulta más pertinente que nunca el informe de la Comisión de Alto Nivel para la Reforma Política. Los diagnósticos y propuestas están publicados en línea, y en las semanas siguientes se discutirán al detalle".,Cada viernes, un diputado inglés debe regresar a la comunidad que lo eligió para atender, en persona, a sus votantes. “Si no te ven en el supermercado, en la calle, en el club de rugby, no te volverán a elegir”, explica uno de ellos en el programa Salvados. Los asuntos pueden llegar a ser realmente ínfimos: un árbol que se cayó junto al río, cosas así. Sus gastos, ingresos y acciones están completamente transparentados. La web TheyWorkForYou (“trabajan para ti”) registra hasta cuánto cobran por sus columnas en algún diario y si suelen votar en el mismo sentido que el resto de su bancada (y en qué casos cruciales lo ha hecho o no). Todo esto parece de ciencia ficción al lado de Karina Beteta y Carlos Bruce, por mencionar solo dos de los nombres más destacados en la polémica por los gastos de representación. Pero, ¿es completa responsabilidad de ellos? ¿Beteta actuaría distinto si fuera una commoner británica? Y es que esto endémico. Hace más de diez años, una de las primeras campañas de redes sociales se llamó “Adopta un congresista”, en un intento porque los legisladores transparenten lo que entonces eran “gastos operativos”. Irónicamente, el único congresista que apoyó entonces esa iniciativa fue Galarreta, cuando aún era una joven promesa y no el curtido presidente de la mesa directiva que eliminó la obligatoriedad de la rendición de cuentas. Por tanto, no se trata –únicamente– de culpa de los otorongos, sino de las estructuras que los albergan. Es francamente sintomático que haya gente como Olaechea, que bajo el rubro de “representación”, incluye una reunión con el director de una web que solo leen cuatro viejitos. Tal como está diseñado nuestro sistema electoral, Olaechea podría alegar que eso sí representa. A diferencia del Reino Unido, los distritos electorales peruanos son muy grandes como para que haya una presión directa de los votantes. Mientras más grande la circunscripción, la representación se diluye y se hace menos efectiva la fiscalización ciudadana. Ningún peruano espera cruzarse con su congresista en el mercado o en la canchita de fútbol. Eso es imposible con solo 130 congresistas que, por último, ya no tienen nada que perder porque no pueden reelegirse. Por otro lado, los abrumadores resultados del referéndum muestran que intentar cambiar esto sería políticamente inviable. Por eso resulta más pertinente que nunca el informe de la Comisión de Alto Nivel para la Reforma Política. Los diagnósticos y propuestas están publicados en línea, y en las semanas siguientes se discutirán al detalle. Pero, en general, se ve que han aplicado un sensato barniz de realpolitik a los ajustes técnicos necesarios para reducir el eterno despelote político peruano. Los congresistas suelen ser impopulares en todo el mundo, pero hay pocos países, como el Perú, en el que son aborrecidos por casi la totalidad absoluta de la población. La Comisión de Alto Nivel ha planteado un primer paso para que esta situación cambie. Sería suicida que los Bruces y las Betetas no los escuchen.