“Se abre a partir de ahora un largo proceso anticorrupción que jubilará no solo a algunos políticos y lo que queda de sus organizaciones”.,La semana termina con una magnífica noticia. Pese a todas las campañas, obstáculos y complicidades, la fiscalía peruana logró un acuerdo de colaboración con la empresa Odebrecht y sus funcionarios. Las delaciones masivas, el acceso permanente a documentación encriptada y los testimonios que se ofrecerán en el proceso, devuelven la esperanza a un país que ha luchado en las calles por esta victoria. La guerra es aún larga, pero esta batalla se ganó. Se abre a partir de ahora un largo proceso anticorrupción que jubilará no solo a algunos políticos y lo que queda de sus organizaciones. También debería extirparse una forma de hacer política que ha traído mercantilismo, apropiación de lo público por privados, populismo económico y otras lacras propias de la forma en que se accede al poder en el Perú desde que se inició la república. Si fuera cierto que esta profunda crisis moral puede traer lecciones permanentes, ¿a dónde se orientará el futuro debate político que resulte en una elección cuando celebremos el bicentenario? El fujimorismo de Keiko dejará como herencia un legado conservador. A diferencia del padre, que se compró algunas reformas económicas liberales (más por oportunismo que por convicción), la hija llevó al Congreso a lo más conservador que encontró en el camino. Una agenda anti mujer y anti derechos de las minorías ha sido su emblema en estos años unida a un mercantilismo bastante primitivo. Las izquierdas, de otro lado, han mantenido la misma agenda anti minera, anti industrias extractivas (en un país rico en recursos naturales) y anti libre mercado que las aleja de la plataforma del liberalismo económico para siempre. Si algunos persisten en su apoyo a la Venezuela de Maduro, su vocación autoritaria los aleja por completo de las formas democráticas y hace inviable su propuesta electoral. Esta división entre conservadores y liberales, tan vieja en la historia política del occidente, se planteará en forma cada vez más dramática no solo frente al elector sino dentro de las propias organizaciones. ¿Es acaso la izquierda peruana liberal respecto a los derechos de la persona? Observemos el caso de Vladimir Cerrón, Gobernador de Junín y potencial aliado electoral de Verónika Mendoza. Su declaración anti “ideología” de género y manifestaciones anti semitas lo colocan en el más conservador de los casilleros misóginos y xenófobos. ¿Es la derecha peruana liberal? ¿Hay acaso alguna organización política que proponga abiertamente la privatización de las empresas de agua o continuar la reducción de la actividad empresarial del Estado? Ninguna se atreve. Nuestra política es hoy muy conservadora. El electorado quiere cambios cuando su situación no puede ser peor. Pero, cuando teme el riesgo del cambio, será siempre conservador. El éxito mundial de los conservadores está en su capacidad de infundir miedo. ¿Qué miedos nos traerán los próximos procesos electorales? El caso Lava Jato genera una línea divisoria en la sociedad peruana que va más allá de toda ideología: “con los corruptos o contra los corruptos”. Parece simple, pero no lo es ni lo ha sido para muchos. Resuelto ese dilema, nos enfrentaremos otra vez en nuestra historia a decidir entre el cambio en libertad o prevalecer en la permanencia de lo ya conocido.