“En un escenario en el que los golpes vendrán más fuertes para evitar que llegue la información desde Brasil, esta soledad se hará más patente”.,Esta semana se ha hecho más evidente un problema que puede afectar al gobierno del Presidente Vizcarra. Si bien es prematuro señalar que afectará su enganche con la población, sí es claro que sería una muy mala decisión considerar que todo puede seguir igual. Me refiero a la soledad del Presidente. En estos días de crítica a su pasado empresarial y de desastre en San Juan de Lurigancho, a Vizcarra se le ha visto muy solo. Por no responder con claridad sobre la relación de su empresa con Odebrecht terminó envuelto en un problema político que lo perseguirá en las próximas semanas. Y su preeminencia en el Poder Ejecutivo terminó siendo un costo, cuando se criticó al Presidente por la demora del gobierno en resolver la situación en SJL. Desde hace ya buen tiempo la comunicación política del gobierno se ha concentrado en el Presidente y, en menor medida, su Primer Ministro. Por decisión o por el perfil bajo del gabinete, Vizcarra ha llevado la voz cantante. Y no le ha ido mal pues esta centralidad le ha permitido aumentar su popularidad y darle viabilidad a un gobierno que nació muy débil. Como se ha señalado en varios análisis, la clave para lograr dicho reconocimiento fue aprovechar la oportunidad que le ofrecía al gobierno una población cansada de los abusos de Fuerza Popular y de la corrupción. Transmitir que estaba actuando contra ese flagelo, de paso, le permitió a Vizcarra recibir el reconocimiento por los avances de la justicia contra personajes muy desprestigiados. En todo este tiempo el perfil bajo de los ministros no ha afectado la evaluación presidencial. Sin embargo, sí se ha asentado un claro divorcio entre la popularidad de Vizcarra y la del gobierno. En general el gabinete va muy atrás del Presidente tanto en reconocimiento como en la evaluación de políticas. Comparado con junio del 2018, la situación actual es un claro avance para el Ejecutivo. Para comenzar, permite gobernar y responde a demandas ciudadanas muy claras. No hay que descontar, además, que el trabajo del gabinete haya sido exitoso en aspectos no reconocidos por la población que también contribuyen a la estabilidad del gobierno. Por ejemplo, prevenir crisis a nivel regional. Pero en general este ha sido un gobierno con un gabinete de perfil muy bajo y sin líneas claras de reforma sectorial. Desde hace tiempo se señalan los límites y riesgos de este modelo en dos temas. Primero, para avanzar reformas. No hay claridad sobre cómo invertir ese capital político en reformas sustantivas. Ministros técnicos y políticos de peso son clave en adoptar y avanzar políticas públicas. Difícil con este gabinete. Segundo, lo que aquí nos ocupa: hace vulnerable al Presidente. No tener apoyos para mantener la popularidad y estabilidad del gobierno, personas con capacidad de responder en forma efectiva y contundente frente a los rivales, es un hándicap que ya se deja sentir. Los errores se los cobran a él. Más si el Presidente no es un buen comunicador. No confundamos el reconocimiento a su estilo con carisma. En un escenario en el que los golpes vendrán más fuertes para evitar que llegue la información desde Brasil, esta soledad se hará más patente. En los próximos días se usarán todo tipo de estrategias para detener los procesos. No responder en forma clara por sospechas de corrupción es kriptonita para un gobierno que se ha vuelto popular bajo esa bandera. Y para pelear con Alan García, además, hay que tener talento, no basta con su enorme desprestigio. El estilo Vizcarra, exitoso hasta ahora, ha mostrado sus límites. Por ello, se requiere pensar y construir un nuevo estilo. Cambios en el gabinete con personas de perfil distinto, mejor respuesta frente a quienes buscan que el Presidente pise el palito, construir nuevas agendas, entre otros temas. No basta con creer que lo que ha funcionado hasta ahora puede seguir haciéndolo. Golpe avisa.