El gran ganador de ayer fue Vizcarra, sí. Los perdedores fueron los que dicen que la economía está en caída libre, que el autoritarismo cunde, que hay persecución política, que estamos al borde de convertirnos en Venezuela y Vizcarra en Fidel Castro.,El 11 de junio pasado escribí: “(A Vizcarra) La paradoja que le presenta el hartazgo general de la ciudadanía con la clase política es esta: usted puede ser el outsider, hoy. Y sentado en Palacio.”. Era eso o “fenecer” como PPK. Vizcarra logró ponerse delante de la indignación de la ciudadanía que estaba -y está- harta de su clase política y se convirtió en el presidente outsider abrazado de un referéndum y a una cuestión de confianza. El apoyo a la posición del Ejecutivo en el referéndum ha sido abrumadora y masiva. Los grandes perdedores del referéndum fueron los mismos que tuvieron un papel vergonzoso en las últimas elecciones regionales y municipales: el APRA y el Fujimorismo. Pese a los ojos morados, el séquito aprofujimorista acrítico seguirá convirtiendo en consigna cualquier idiotez que les dicten sin importar que la realidad los contradiga porque queda alguito por medrar: una cátedra o un régimen laboral inexplicable. Con esto a la vista, me sorprende que los mismos grandes empresarios que se arrepintieron amargamente de apoyar a Keiko pensando que era el último recurso contra los “rojos” o que Alan podía ser el tapón contra el comunismo (¿?), estén ahora buscando un Bolsonaro para que no gane un Antauro. “Uno suele encontrar su destino en el sendero que toma para evitarlo”, decía Oogway, el maestro de Kung Fu Panda. ¿Cómo es posible que la clase más poderosa, mejor preparada y con más acceso del país crea eso? Solo si eres un mercantilista básico y ramplón pues Bolsonaro y Antauro son idénticos en naturaleza: nacionalistas, fascistas, estatistas, conservadores y autoritarios. Pero estos empresarios siguen sin entender cómo es hoy el país en el que viven; qué demanda y qué necesita. Las soluciones tecnocráticas, la disciplina fiscal y las políticas a medida que les permitieron multiplicar sus capitales y ganancias de maneras que jamás imaginaron durante los 90s no son sostenibles ni deseables. En ningún país con las características del nuestro, las rentabilidades son tan altas, pero para eso ellos nunca miran hacia afuera. Un solo ejemplo, ¿cuál es la rentabilidad sobre el patrimonio del sistema bancario en Chile? 11%. En el Perú es 18%. ¿Y la rentabilidad sobre los activos? Menos de 1%. En el Perú es 2%. El doble de rentabilidad. “Pero eso se arregla con competencia”, dicen. Ajá. ¿Y por qué no hay más? Porque hay barreras de entrada tales que solo te permiten entrar si tienes un producto de ultra nicho, ultra agresivo, ultra arriesgado y tu lobista se hace ministro. ¿Será eso lo que hace que Alan y Keiko sigan siendo posibilidades aceptables? ¿A favor de quiénes vota Fuerza Popular en el Congreso? ¿Y el APRA? El gran ganador de ayer fue Vizcarra, sí. Los perdedores fueron los que dicen que la economía está en caída libre, que el autoritarismo cunde, que hay persecución política, que estamos al borde de convertirnos en Venezuela y Vizcarra en Fidel Castro. Los que todavía les creen son cada vez menos y ya no alcanzan ni para ganar una opción de 4 en un referéndum ni para elegir un solo gobernador regional. Listo. ¿Y ahora? La popularidad se va tan rápido como viene y es más volátil que el humor en CADE. Y en el Congreso, con popularidad o no, siguen siendo 65+. Y el recién electo presidente del Poder Judicial no parece compartir el entusiasmo de Vizcarra para luchar contra la corrupción. Y ya sabemos qué busca el Fiscal de la Nación. Y lo único que podemos adelantar del próximo Tribunal Constitucional es que será elegido por un Congreso al que -mayoritariamente- le sangran los ojos. Por eso, si el Ejecutivo está pensando en meterle un tijeretazo a algunos regímenes laborales o inventarse otros con características de Ley Pulpín, le estarán regalando un palo a la oposición, pero, más importante, estarán minando su propia base de apoyo y legitimidad que, como ha quedado demostrado hoy, no es poca, pero no es incondicional. Aliarse a estas alturas con un sector enano en un tema tan sensible es tener un sentido de la oportunidad terrible. Sin levantar el pie de la garganta del enemigo, le toca fijarse en la gestión, Presidente. O pronto alguien más vendrá por su cabeza. Hoy esa cabeza es más cara que nunca.