“Bolsonaro viene equiparando el respaldo castrense (que nunca ha sido formal) con una fuerte campaña contra la izquierda expulsada del poder”.,No es un golpe militar, pero casi como si lo fuera. La próxima presidencia de Jair Bolsonaro en Brasil desde ahora coloca a lo castrense en el centro de la escena. No solo porque él mismo, su vicepresidente Antonio Hamilton Mourão, más un ramillete de ministros y asesores anunciados provienen de esas canteras. La centralidad castrense también es porque Bolsonaro se ha esforzado a lo largo de su campaña por replicar un clima de cuartel. Esto ha incluido encendidos elogios a la dictadura militar brasileña 1964-1985, a la que pinta como una edad de oro en el país, y la promesa de actuar manu militari en una serie de zonas críticas de la sociedad. ¿Cuánto influyó esta nostalgia dictatorial en la victoria de Bolsonaro? Por lo menos le sirvió para redondear y articular la imagen de hombre duro que buscaba, y de paso también la de encarnación de un tiempo pasado. A medida que se acerca la juramentación del año nuevo, el país descubrirá cuán militar es la cosa. Probablemente la medida que más afectaría el día a día de los brasileños sería el anuncio de campaña sobre un ingreso de la Fuerza Armada a la represión de la violencia, en particular el crimen organizado, con cargo a obtener permiso del Congreso. Un efectivo problema social que Bolsonaro más de una vez ha tipificado como una guerra. Los abundantes militares del entorno de Bolsonaro son todos, obviamente, altos mandos retirados. Es posible dar por descontado que ellos mantienen relaciones capilares con sus colegas en actividad. Lo cual abre la pregunta sobre cuánto poder efectivo tendrá la Fuerza Armada en ese proceso de ósmosis política. Bolsonaro viene equiparando el respaldo castrense (que nunca ha sido formal) con una fuerte campaña contra la izquierda expulsada del poder. De hecho esto introduce a los uniformados en el centro de la política brasileña, y los amarra a los resultados de una gestión finalmente civil en tiempos económicamente complicados. Los más optimistas opinan que solo estamos ante un estilo (no un proyecto) castrense, y que Bolsonaro moderará su nostalgia cuando lo alcance la urgencia de gobernar en la actualidad. Pero el peligro es evidente, y en la próxima alborada los militares lo pueden dejar plantado.