Lo que sucede es que en el caso de Keiko Fujimori, el congresista Rolando Reátegui se ha convertido en un testigo comparable a Matilde Pinchi Pinchi, cuyas confesiones facilitaron la acción de la justicia.,“Los gobiernos de Alberto Fujimori y Vladimiro Montesinos alcanzaron nuevos grados de corruptela incontrolada, la más reciente en una larga historia de corrupción estructural y sistemática”, escribió Alfonso W. Quiroz en Historia de la corrupción en el Perú (2013), libro que citó el juez Richard Concepción Carhuancho para sustentar el fallo que declaró procedente la detención preventiva de Keiko Fujimori por 36 meses. Para Quiroz, una organización criminal se enquistó en el régimen fujimorista y usó la política para mantenerse desde 1990 hasta 2000 y enriquecer durante ese periodo a empresarios habituados a la corrupción. En la misma línea, el magistrado Concepción alegó que Fuerza 2011 pretendió repetir el esquema del pasado régimen. Para financiar su propósito de alcanzar el poder, una organización criminal urdió un esquema de lavado de los fondos ilícitos destinados a la campaña presidencial. No es casual que operadores del fujimorato de los años 90, como Jaime Yoshiyama, Augusto Bedoya y Vicente Silva, terminaran incorporándose en el entorno íntimo de Keiko Fujimori, y a quienes el fiscal José Domingo Pérez atribuye ser parte de la red criminal. Se trata de un nuevo episodio de lo que Quiroz llamó “corrupción estructural y sistemática”. Los detractores fujimoristas del fiscal Pérez y del juez Concepción arguyen parcialidad porque la justicia no actúa del mismo modo en los casos de Alejandro Toledo, Ollanta Humala y Susana Villarán –curiosamente no mencionan a Alan García–, como si todos los procesos fueran iguales. Lo que sucede es que en el caso de Keiko Fujimori, el congresista Rolando Reátegui se ha convertido en un testigo comparable a Matilde Pinchi Pinchi, cuyas confesiones facilitaron la acción de la justicia. Reátegui señaló al fiscal Pérez que la excandidata presidencial fue quien personalmente le encomendó que hiciera el trabajo sucio. Los US$ 100 mil en efectivo que le entregó la tesorera de Fuerza 2011 por encargo de la lideresa naranja Reátegui los llevó a las localidades de Tarapoto, Rioja y Nueva Cajamarca, donde captó a miembros de su familia y amigos, además de militantes y simpatizantes del partido fujimorista, para que prestaran sus nombres como falsos aportantes. De estar vivo, Alfonso W. Quiroz diría que lo descrito por Reátegui encaja perfectamente con el modelo de corrupción fujimorista de los 90.