Los choferes también son solo usuarios de una red de subempleo motorizado que solo se hace cargo de conectarlos con los clientes.,Hace unos días escribí sobre cómo la irrupción del taxi vía aplicaciones está modernizando un servicio que en Lima ha sido por lo general patético, pero me preguntaba también si la supuesta seguridad que ofrecen estas app es real. Mientras lo escribía no dejé de usar la app Beat para trasladarme por la ciudad, para no tomar taxis en la calle. ¿Iba realmente segura? No, resulta que la seguridad de estos vehículos es solo publicidad engañosa. El hecho de que el conductor esté identificado y monitoreado no impidió que una joven fuera violada y asesinada por un chofer de la app Cabify en México DF. A raíz de este crimen, la compañía anunció que iba a crear un botón del pánico. Nada más. En los últimos meses, dos mujeres han sido violadas en las calles de Lima por conductores de Uber y Taxi Beat. “Yo pedí un taxi y me mandaron un violador”, dijo una de ellas. Por lo visto, la sofisticación tecnológica no va de la mano con los controles de calidad y la responsabilidad social. Si los conductores fueran realmente sus empleados, la empresa podría obligarlos a pasar por formación en igualdad de género y test psicológicos, pero los choferes también son solo usuarios de una red de subempleo motorizado que solo se hace cargo de conectarlos con los clientes. Así que con los empresarios no es. Bloquear al conductor de la aplicación es su gran respuesta. Uber viene zurrándose en las regulaciones desde su origen, de norte a sur. A diferencia de la tramposa Uber, legitimada por el libre mercado, el Estado no tiene excusas para seguir teniendo en los juzgados a estas personas sin preparación ni sensibilidad para encargarse de casos de violencia de género, que no han tardado nada en dejar suelto al violador, ralentizar los procesos y poner todas las trabas a las víctimas. A la maquinaria machista en marcha solo le faltaba los energúmenos de las redes, quienes tampoco tardaron en llegar para acusar a las chicas de ser unos pendones fiesteros que buscan que las violen. Esa es la realidad de las mujeres en el Perú. No podemos ni tomar un taxi.