El bienestar que produjo aquí nuestra presencia en el mundial vino por varios lados. No solo la performance de los jugadores, sino el reconocimiento de su calidad por parte de la cátedra global.,Más de un filósofo del fútbol ha detectado en el mundial recién concluido una atmósfera especial, distinta de su recuerdo de los mundiales anteriores. La aproximación es subjetiva, y algo esotérica. Aunque en el caso peruano no hay dudas sobre el tema: todo el transcurso ha sido muy especial. En parte por los 36 años fuera, en parte por lo que representó él mismo. Nunca se sabrá del todo qué esperaba el país de la clasificación. Sin duda, romper algo que parecía una maldición. Aparte de eso se deseaba el mejor resultado posible. Quizás pasar a la siguiente vuelta, algo que hubiera prolongado algo más la mágica atmósfera del retorno. Pero sin duda el mundial 2018 ha dejado en su estela un país satisfecho. Hay consenso sobre que el seleccionado peruano jugó por encima de los estándares del fútbol local. Esto ha dejado flotando un clima de esperanza entre los más futboleros. Para los demás la burbuja de bienestar deportivo ya se ha roto, y con ella viene el descubrimiento de que el buen fútbol ha hecho vivir a tantos en un mundo paralelo que no podía durar. El bienestar que produjo aquí nuestra presencia en el mundial vino por varios lados. No solo la performance de los jugadores, sino el reconocimiento de su calidad por parte de la cátedra global. Incluso, uno de ellos entró al dream team del campeonato, y casi todos ellos subieron su cotización en el mercado de los fichajes internacionales. La barra peruana en Rusia jugó, digamos, un partido aparte. Haber capturado titulares en los medios del mundo por su simpatía, su vehemencia, su volumen, e incluso por la leyenda de sus sacrificios, funcionó como un mensaje que a lo largo de esos días se envió a sí misma la afición nacional. Una globalización llevada a la práctica del entusiasmo. Algunos expresaron la esperanza de que todo este buen ambiente detrás de un objetivo común influyera en la opinión pública más allá del fútbol mundialista. No es una ósmosis fácil de detectar en el corto plazo. Pero al menos el espíritu del 2018 será una referencia a la que se podrá acudir en muchos otros espacios. Por ejemplo, el de la desguazada política.