No la detengamos en su carrera de prepotencia. ¿Quiere insultar a unos de los pocos Gobernadores honestos como es Fernando Cillóniz? Que lo haga. El único error de Cillóniz fue creer que su lideresa era correcta. Grave error. No bien denunció a los congresistas fujimoristas de Ica que le pedían desde puestos de trabajo hasta un brevete falsificado, Keiko Fujimori apareció para desacreditarlo.,Parece que en nuestro país la única forma de salir adelante de grandes males, es tocando fondo. Si no fuera por el primer gobierno de Alan García los peruanos no le tendrían fobia a la inflación, al estatismo o al control de precios. Si no fuera por Abimael Guzmán, los peruanos no observarían como abominable cualquier proyecto comunista, totalitario y sangriento. Si no fuera por los 36 años de espera, con planteles de fútbol díscolos, indisciplinados y flojos, no hubiera llegado tan lejos la selección de Gareca. Necesitamos estar pésimo, para dar saltos mortales y lograr lo que a simple vista parece un milagro, pero no es más que el producto buenas reglas, disciplina y trabajo duro: millones de peruanos saliendo de la pobreza; Guzmán capturado a perpetuidad y su banda reducida a casi nada; la selección regresando a un mundial. Parecía que los videos de Montesinos eran ese fondo que los peruanos necesitaban ver para vacunarse contra la corrupción. La codicia y soberbia exhibida en función continuada, para que no le quedara duda a nadie que quién era quién en un régimen que intentó perpetuarse quince años en el poder. Escribo “parecía” porque los hechos demuestran que –en sentido contrario a los otros casos– la vacuna no funcionó en absoluto. Faltó todo. Nuevas reglas, disciplina y trabajo duro para evitar que nuevos sinvergüenzas ocuparan el lugar de los anteriores o, lo que es peor, que viejos sinvergüenzas regresaran a merodear por el poder. ¿Cambió la política después de la huida de Fujimori el año 2000? Solo en apariencia, pero no en realidad. Si hubiera cambiado, Alan García no hubiera sido reelecto el año 2006, ni Keiko Fujimori –la candidata doblemente perdedora– no estaría hoy gobernando de facto el Perú, desde su recompuesta mayoría en el Congreso. Lo que voy a escribir puede sonar radical pero no veo otro camino. La única forma de arrinconar a la corrupción es que ésta sea una carga insoportable sobre los hombros de un pueblo. Tiene que ser inmensa y tiene que ser visible. La única forma de cambiar todo el sistema político peruano (desde la forma en la que se accede al poder, la forma en que se ejerce y la forma en la que se sale del mismo) es que éste se pudra hasta los huesos. ¿A qué costo? Al costo de sufrir una y otra vez las peores inmoralidades públicas, los peores abusos, las más grandes prepotencias y la mayor y más detestable concentración del poder. ¿Es un costo alto? Lo es. Altísimo. Pero ¿no venimos los peruanos de abismos más profundos? Si ese es el único camino en que se entiende, pues no hagamos más que hacer evidente lo que está a vista de todos. Keiko Fujimori ya se ha hecho del poder controlando a Martín Vizcarra y al gabinete entero. Su Congreso tiene un área de prensa que funciona como la “prensa chicha” de su padre destruyendo honras en redes sociales. Su Presidente del Congreso insulta periodistas y su Jefe de Seguridad amenaza de muerte, aunque borre su cuenta de twitter. La seguridad del Congreso emplea a fieles coroneles de Montesinos y los congresistas fujimoristas, unidos al Apra y a APP, consiguen 70 votos (inolvidables nombres) para asfixiar a la prensa provinciana, que presta un gran servicio social. Son los chivos expiatorios de la venganza infinita de Keiko Fujimori que culpa a los medios de Lima por un acto de su entera responsabilidad: su derrota. No la detengamos en su carrera de prepotencia. ¿Quiere insultar a unos de los pocos Gobernadores honestos como es Fernando Cillóniz? Que lo haga. El único error de Cillóniz fue creer que su lideresa era correcta. Grave error. No bien denunció a los congresistas fujimoristas de Ica que le pedían desde puestos de trabajo hasta un brevete falsificado, Keiko Fujimori apareció para desacreditarlo. Ojalá entiendan en la Confiep –¿lo harán esta vez?– a quién le hacen chanchitas de millones de dólares para tiempos electorales. ¿Quiere Keiko Fujimori defender sus atentados contra la libertad de expresión? Que lo haga. Que la escuchen todos justificando la ley mordaza para que a todos les quede claro cómo sería un gobierno suyo. ¿Quiere someter a su bancada al miedo, meter a su hermano preso y devolver a su padre a la cárcel? Que la iluminen bien las cámaras haciéndolo. ¿Quiere tener un grupo de sobones que justifican lo injustificable en cuanto programa de televisión asisten? Que los tenga. ¿Quiere controlar la educación y borrar la memoria? ¿Quiere tener el control de la Comisión de Presupuesto del Congreso para partir y repartir? Déjenla, no la interrumpan. Sólo dejemos constancia de todos y cada uno de sus abusos. Tres años más en ese camino y en las elecciones no quedará huella de su prepotencia. Como su padre lo supo en su momento, no hay mal que dure cien años, ni pueblo que lo aguante.