La situación ha precipitado las salidas de varios académicos.,La historia de infidencias, arreglos de apuestas y abusos sexuales que ha concluido con la sorprendente decisión de la Academia Sueca de no entregar el Nobel de Literatura de este año podría perfectamente servir de argumento para uno de esos voluminosos policiales nórdicos que alcanzaron su punto más alto con Henning Mankell, se masificaron con la serie «Millenium» de Stieg Larson y mantienen su popularidad gracias a autores como Jo Nesbø o Camilla Läckberg. El escándalo saltó en noviembre, cuando un grupo de mujeres denunció por acoso sexual, agresiones y violación al dramaturgo y fotógrafo francés Jean-Claude Arnault. Casado con Katarina Frostenson —uno de los 18 académicos que se encargaban de discernir y entregar todos los años el Nobel—, Arnault era uno de los hombres más poderosos del ambiente cultural de Estocolmo, y uno de sus principales animadores. Los abusos denunciados habían ocurrido entre 1997 y 2007, algunos en dependencias de la Academia o en los departamentos que ésta tiene en París o Estocolmo, y eran de sobra conocidos entre la élite intelectual de la capital sueca. Desde que estos hechos se conocieron, la mugre no ha dejado de salpicar a la Academia Sueca. Una investigación descubrió que Frostenson era socia en los negocios de su esposo y que había sido la encargada de decidir que se les entregara miles de coronas de auspicio provenientes de la institución. Pero lo más dramático para una entidad que depende de su prestigio es que Arnault filtró más de una vez el nombre del ganador del premio. La sospechas apuntan a los galardones recibidos por la austríaca Elfriede Jelinek (2004), el británico Harold Pinter (2005) y los franceses Jean-Marie Gustave Le Clézio (2008) y Patrick Modiano (2014). El año que ganó Le Clézio, la casa Ladbrokes debió cerrar prematuramente sus apuestas al ganador del Nobel, porque en unos momentos pasó de estar 15 a 1 a 2 a 1. La situación ha precipitado las salidas de varios académicos. Pero como los rígidos estatutos de la institución establecen que sus cargos son irrenunciables y vitalicios, sus ausencias no han podido ser reemplazadas, por lo que el quórum mínimo para decidir el premio (12 miembros) no puede reunirse. La decisión de no otorgarlo este año —su entrega se hará junto con el de 2019— viene acompañada con la intención de modificar los estatutos. Suecia es una de las sociedades más igualitarias del mundo. Su gobierno se define como «feminista» y ha aplicado la perspectiva de género a todo nivel, desde las leyes para quitar la nieve hasta las grandes negociaciones internacionales. Tan presente está el concepto que la iglesia luterana ahora evita referirse a Dios en masculino. Que una de las instituciones que producen mayor orgullo en este país sea el escenario de esta escabrosa novela negra no es un consuelo, sino una medida de la gravedad, profundidad y amplitud de ese problema cuya punta del iceberg recién comenzamos a ver: la violencia contra la mujer.