En realidad Castro tenía claro que no asistiría desde hace más de una semana, cuando aún parecía que Donald Trump sí aterrizaría en Lima. Ya entonces era claro que en un clima tenso, sin nada interesante que discutir entre Cuba y EEUU, ese encuentro no tenía mucho sentido.,Raúl Castro no llegó a la cumbre, pero su asistencia nunca fue una cosa segura. Cuando el canciller Néstor Popolizio visitó La Habana hace un par de semanas (con otros fines que la visita de Castro), la cancillería cubana le dijo que su gobierno estaría representado “al más alto nivel”, lo cual terminó siendo el ministro de Relaciones Exteriores Bruno Rodríguez. Quizás hay motivos atendibles para esta ausencia. Uno es que en pocos días Castro le pasa la posta al vicepresidente Miguel Díaz-Canel. Llegar a la cumbre hubiera sido quizás demasiada representación para una figura que está al filo de la jubilación, y hubiera echado algo de sombra sobre la confiabilidad de este importante cambio. Acaso también se excusó para no entrar en la incómoda situación de asistir a una reunión de la que ha sido vetado su correligionario y socio Nicolás Maduro. Los países del Alba asistieron, pero igual no les hubiera gustado que lo hiciera el más importante de los miembros del club. Castro no ganaba nada viniendo, y no perdió nada absteniéndose. En realidad Castro tenía claro que no asistiría desde hace más de una semana, cuando aún parecía que Donald Trump sí aterrizaría en Lima. Ya entonces era claro que en un clima tenso, sin nada interesante que discutir entre Cuba y EEUU, ese encuentro no tenía mucho sentido. Incluso el cubano se arriesgaba a una pachotada de cuerpo presente. Además había el peligro de ser arrastrado al escenario de las cumbres alternativas, las movilizaciones y las polémicas que rodean a estas cumbres. Sin duda Castro simpatiza con las izquierdas de la región, pero siempre ha sido celoso de evitar el juego del activista iracundo y de mantenerse en el juego del estadista sosegado. Más ahora con un rol simbólico que cuidar. Por último, de ninguna manera hubiera venido con Pedro Pablo Kuczynski en la presidencia, y para La Habana la presidencia de Martín Vizcarra todavía es una cantidad desconocida. Por lo pronto el Grupo de Lima sigue vigente, y Vizcarra ratificó el veto a Maduro, algo que Cuba no habrá dejado de notar. Castro, Trump y Maduro son tres ausencias notables, pero que a la vez no influyen realmente en el horizonte común de América Latina, frente al cual los tres países son excepciones.