La mujer cuyo bebé estaba condenado a morir: “mi hijo se mutilaba en mi vientre”
Una rara enfermedad hizo que el bebé de Paola se cortara a sí mismo mientras crecía. Llegó a tener el corazón y otros órganos afuera. Pensó en abortar, pero se vio obligada a darlo a luz.
A los 40 años, Paola Valenzuela decidió tener un segundo hijo. Sin embargo, su ilusión se vio frustrada cuando descubrió que su bebé se mutilaba a sí mismo mientras crecía en su vientre.
Los médicos le diagnosticaron una rara enfermedad llamada síndrome de bridas amnióticas. Esta condición hacía que el bebé sufriera cortes, lesiones o amputaciones de alguna extremidad.
El caso fue recogido por el Movimiento por la Interrupción Legal del Embarazo (Miles) de Chile, a donde Paola acudió precisamente para intentar recibir ayuda. Sin embargo, era 2015 y la ley en su país prohibía el aborto, por lo que se vio obligada a dar a luz.
Condenado a morir
La primera ecografía que Paola y su esposo hicieron fue a las 11 semanas de gestación. Llevaron a su hijo de 9 años con ellos para que puedan ver juntos lo que sería la primera ‘fotografía’ del bebé.
Cuando el médico la revisó, se mostró muy alarmado con lo que vio. Evitó hacer comentarios, pero el niño le dijo a sus padres que no se preocuparan, no le importaba si su hermanito “no tenía nariz”, detalla la BBC.
Ecografía
En las siguientes citas se reveló la verdad. El saco que rodeaba al feto presentaba bandas o bridas amnióticas, capaces de provocar lesiones o amputaciones intrauterinas.
“Mi bebé llegó a tener todos los órganos fuera de su cuerpo”, contó la madre.
El doctor que la atendió le advirtió que el bebé no viviría y ni siquiera sabía si podría hacerlo dentro de su útero.
Lucha por el aborto
En algunos casos, las bridas generan un aborto espontáneo. Sin embargo, lo que ocurrió con Paola fue que el embrión sobrevivió y los cordones del saco iban lastimándolo conforme crecía.
“Mi bebé se mutilaba en mi vientre (...) Sentía que mi hijo se estaba muriendo y cada día de embarazo era una tortura”, señala la mujer.
El síndrome de bridas amnióticas provoca lesiones y mutilaciones en el feto. Fuente: BBC
En la semana 14 sufrió un sangrado y pensó que todo había “terminado”. Pero en el hospital le dijeron que el corazón todavía latía, aunque estuviera fuera de su cuerpo.
“Mi hijo tenía el pecho abierto”, recuerda con dolor Paola, quien después de mucho tiempo creyó que lo mejor sería abortar.
Sin embargo, en aquella época Chile no lo permitía bajo su ley. Pensó entonces en viajar a otro país, pero desistió porque no había quién la acompañe.
Finalmente Paola llegó a contactar con una junta de médicos en la Universidad de Chile.
“Sentí mucha empatía, pero a es altura el estado de mi hijo era tan, tan horrible”, explica la madre de ahora 44 años. “Me pedían disculpas para describirlo, se le había abierto el cuello y la cabeza se le había ido atrás, se le pegó a la columna”, agrega.
Sin opciones
A las 21 semanas de embarazo, los especialistas de la Universidad de Chile le informaron que su bebé tenía también los intestinos afuera. “No había nada que hacer”, le dijeron.
Si nacía, el escenario era aún más desolador. Era imposible meter su corazón en su cuerpecito, porque no había espacio en el tórax. Incluso si lograban hacerlo, le explicaron que no viviría, ya que no desarrolló los pulmones; por lo tanto, no podría respirar.
Paola Valenzuela acudió a Miles de Chile y a una junta médica para encontrar ayuda.
Lo único que podían hacer por ella era adelantar el parto a la semana 37 para evitar continuar con el calvario que vivía Paola por sentir que su bebé se moría dentro de ella.
Con la ayuda de Miles y otras organizaciones, la madre pudo presentar su caso ante las audiencias públicas de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos para intentar acelerar el proyecto de despenalización del aborto por tres causales.
La ley chilena dio esa licencia dos años después, a mediados de 2017. Sin embargo, Paola no pudo acogerse a ella. Tuvo a su bebé en la semana 22 de embarazo y lo único que pudo ver fueron las piernas de su hijo.
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Lo describieron “como una masita, como un tumor”. “No me quería quedar con esa imagen Sabía que no tenía carita, pero me acordé que de la cintura estaba entero y pedí que me mostraran solo las piernas”, cuenta.
Jesús, como nombraron al menor, fue enterrado al día siguiente, un 29 de mayo de 2015.
“Yo creo que él sentía todo desde el primer día. Yo pensaba todo el tiempo que se estaba cortando. Le decía que por favor no se moviera, que se estaba haciendo daño”, describe Paola a los 22 semanas que tuvo su embarazo.