Paul Gootenberg: "El Perú nunca tuvo un grave problema social vinculado con la cocaína
"Y ahora Estados Unidos quiere interceptar aviones otra vez, con la pasividad de Dina: será un nuevo desastre"
El historiador estadounidense Paul Gootenberg puso el dedo en la llaga cuando demostró en su libro Cocaína andina que en el Perú existe una “negación a la coca”, luego de investigar ese largo periodo de tiempo en que fuimos exportadores legales de cocaína. El tema vuelve en su reciente publicación: Hecho en el Perú (Fondo Editorial PUCP, 2023), con ensayos que revelan verdaderas primicias de nuestro vínculo con la coca y la cocaína, pese a que lo seguimos negando.
Usted acuñó esa tendencia peruana de “la negación de la coca”, ¿esto incluye nuestro afán de negarnos a reconocer que somos un narco-Estado?
No. La idea de un narco-Estado es casi siempre una fácil exageración. Ningún país de América Latina ha sido dominado económicamente, socialmente, políticamente por las drogas a pesar de la corrupción u otras influencias.
Pero ha crecido la influencia del narcotráfico en la economía y en la política de nuestros países…
Si, claro. Pero en términos estrictamente de la macroeconomía o de la macropolítica es dudoso. Los expertos solamente reconocen un periodo cortito en la historia de Bolivia (en los años 80),cuando la economía de la droga era un factor dominante. Aun en la época más dramática de la producción y tráfico de cocaína en Colombia, fue un porcentaje muy pequeño de todas sus exportaciones. Hoy en día, AL tiene economías muy diversas y también diversas actividades “ilegales”, como, por ejemplo, la minería de oro en el Perú.
¿Cómo así se interesó por esa etapa escondida de nuestra historia en que la cocaína fue nuestro producto de exportación no tradicional por excelencia?
En parte porque mis primeras investigaciones fueron sobre el guano de las islas como mercancía de exportación. La producción y exportación de cocaína en el Perú tiene sus raíces en la segunda mitad del siglo XIX y fue más como una exportación modernizante y tradicional. Su estatus actual, que criminaliza la exportación “no tradicional”, empezó en la segunda mitad del siglo XX. Pero tiene casi un siglo y medio como negocio y algunas de sus tecnologías nacieron aquí. ¡Es un producto hecho en el Peru!
Primero fue su libro ‘Cocaína andina’ y ahora presentó ‘Hecho en el Perú, ensayos históricos sobre la cocaína’. Sin embargo, su presentación pasó desapercibida en la reciente Feria del Libro, ¿por qué existe tan poco interés académico en estudiar el proceso de la cocaína en el Perú?
Hasta ahora. Pero está empezando a crecer el interés académico. Hay etnógrafos investigando en el Vraem y en la zona del Huallaga. Incluso Devida tiene nuevas publicaciones históricas. Antes no fue considerado un tema “respetable” en el ambiente tradicional académico peruano como, por ejemplo, el proceso de la Conquista, la guerra del Pacífico e, incluso, la vida y obra de José Carlos Mariátegui. Otra razón es su geografía racial: usuarios de coca pobres, “indios” y alejados de Lima en las zonas andina y amazónica. Y los productores de cocaína están aún más allá del mapa de la costa. El Perú nunca tuvo un grave problema social vinculado a la cocaína, como sucedió con la violencia en Colombia…
Pero cuando la exportación de cocaína era legal no era solo cosa de “indios”. Estaban personajes como Augusto Durand, fundador del Partido Liberal, por ejemplo. Era una élite exportadora.
Sí, exacto. En esa época (1885-1915), la cocaína fue una actividad legítima, reconocida, modernizante y por un tiempo también benefició la reputación de la coca. Pero, después de 1915, la idea de la cocaína como una toxicomanía (en Europa y Estados Unidos) ha tenido un impacto muy drástico en el Perú, porque volvió a bajar el estatus de la coca indígena. Los propios indigenistas peruanos calificaron —entre 1920 y 1930— esta actividad como una toxicomanía social y regional. Fue equivocado y, francamente, racista.
Muchos nos preguntamos por qué las recientes crisis económicas mundiales casi no se sienten en el Perú, ¿es por ese colchón de miles de millones de dólares ilegales que ingresan a nuestra economía por la producción y exportación de cocaína?
Es otro mito sin evidencia. La verdad es que en el Perú existen varias actividades informales (no todas ilegales) que siempre han sido un tipo de seguro social a través de la economía peruana. Hay menos dinero ganado en la cadena de comercio de la cocaína si lo comparamos con otros productos primarios. Los cocaleros son mayormente pobres.
"Y los cocaleros también muestran más espíritu empresarial, particularmente en sus esfuerzos de migración. Pero no son ricos". Foto: Fondo Editorial PUCP
Pero los cocaleros son los campesinos menos pobres si los comparamos con los agricultores que siembran productos de panllevar…
Sí, probablemente, y los cocaleros también muestran más espíritu empresarial, particularmente en sus esfuerzos de migración. Pero no son ricos. Solo algunos traficantes se han hecho ricos. Y ahora, con el superávit mundial de la cocaína, los precios y ganancias van a caer.
¿Se puede afirmar que hay una etapa pre y pospandemia en la producción y exportación de cocaína?
La producción y consumo de coca y de la cocaína sí creció globalmente después de la pandemia y también creció en el Perú. Estamos en una etapa de superávit internacional de las drogas, pero que aún es dominado por el sur de Colombia.
PUEDES VER: Pablo EskoBear: realizarán película sobre historia real de oso que murió por sobredosis de cocaína
En sus libros se lee que la Coca-Cola debe ser considerada una bebida hecha en el Perú.
Y en Francia. La primera Coca-Cola fue una de las muchas imitaciones del vino de coca Vin Mariani, un producto de salud francés. Usaba un fluido de la coca como uno de sus siete ingredientes secretos. He encontrado mucha evidencia de la larga continuación de la relación, mayormente de plantaciones de coca en el norte de Perú. La compañía ahora lo niega, pero tenían muchos representantes en Perú. Lo curioso es que ustedes tienen Inka Cola, que no tiene nada que ver con los incas ni con la coca, pero que ahora es propiedad de Coke. Toda una ironía de la historia.
En su libro ‘Cocaína andina’ se lee que, mientras en Colombia y México el narcotráfico es controlado por ciertos carteles, en el Perú son miles de pequeños carteles, ¿la producción y tráfico de cocaína está más democratizada en el Perú? ¿Sigue así?
Lo que pasa es que todo este concepto de cartel está siendo descartado por los expertos, incluso para México o Colombia, porque la estructura del negocio es muy capitalista, flexible, descentralizada. Los grupos regionales de Colombia fueron destruidos y cambiados en los años 90. En el Perú, el narcotráfico siempre fue mucho más descentralizado y de pequeña escala, con socios en otros lugares…
Pero en México siguen funcionando los carteles…
Los especialistas prefieren otros términos, como DTO: Drug Traficking Organizations (Organizaciones de Narcotráfico), para no recaer en toda esa mitología y concesiones que van con el problemático cartel. Su accionar es mucho más un fenómeno de mercados y las DTO usan muchas más técnicas y tecnologías de otras firmas capitalistas globales. El concepto de cartel es más propaganda oficial y de los medios.
Ecuador casi está en guerra interna por la violencia del narcotráfico. ¿Qué diferencias hay con el Perú?
Toda esa violencia es casi completamente nueva en Ecuador. Y es por el tránsito y las presiones desde la frontera sur colombiana. No hay cocaleros en Ecuador. Su estado no tenía ninguna experiencia en el trato con tantos grupos y mafias criminales, y ahora está pagando el precio políticamente.
¿Existe el peligro de que se pueda sembrar coca fuera de la región andina? En su libro, usted revela que existe un precedente: cuando los japoneses, antes de la Segunda Guerra Mundial, introdujeron plantaciones de coca en la isla de Java. Ahora comprobamos que, por ejemplo, en Honduras, fueron destruidos cuatro millones de plantones de coca en lo que va del año…
Teóricamente, sí, porque sembraron en Formosa y Java bajo el régimen colonial japonés. Y hay intentos recientes de transplantar coca a Centroamérica y Brasil. Lo cierto es que no hay ningún secreto con la planta, pero no es necesario, porque Colombia y Perú producen tanta cocaína que no hay incentivo económico para mudar las plantaciones.
El Vraem se ha convertido en epicentro de la producción y tráfico de cocaína, mientras que Devida pasa desapercibida y no pasa nada con el control de las Fuerzas Armadas, ¿hay alguna solución o tenemos que conformarnos?
Mira, no soy historiador ni politólogo ni estratega político. Lo que sucede en el Vraem es un empate social, que es mejor que una guerra. Y ahora Estados Unidos quiere interceptar aviones otra vez, con la pasividad de Dina: será un nuevo desastre.
¿Cree usted que la legalización solucionará el problema del narcotráfico?
Lo dudo. No es una opción real mundial para la cocaína. Pero mira las medidas para acabar con la guerra de drogas en Colombia, en forma de reducción de daños nacional. Vamos a ver si tiene resultados positivos o serán otras soluciones utópicas. En Bolivia, la mayoría de los impactos han sido positivos luego de reconocer el lugar de la coca e integrar socialmente a los cocaleros, pero con la cocaína es otra cosa.