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Peso: Gallo: Del ring a la pantalla

“Peso gallo“, el segundo largometraje del director huancaíno Hans Matos, lleva al ecran a verdaderos pugilistas formados en actuación. Los deportistas y actores Ángela Huamán y Max Huiza hablan de esta inesperada experiencia.

Ángela y Max fueron reclutados para “Peso gallo“ cuando entrenaban con el objetivo de llegar a nuevos torneos. Foto: John Reyes/La República
Ángela y Max fueron reclutados para “Peso gallo“ cuando entrenaban con el objetivo de llegar a nuevos torneos. Foto: John Reyes/La República

¿Es más fácil que un actor aprenda a boxear o que un boxeador actúe con solvencia? Ese fue el dilema que tuvo que resolver el cineasta Hans Matos Cámac al elegir al protagonista de Peso gallo, película que utiliza el boxeo como excusa para contar la historia de Enrique, un adolescente que desea viajar a Lima con otros compañeros para participar en un campeonato nacional. Entre entrenamientos y preparativos, el pugilista entenderá que su verdadera lucha no solo está dentro del ring.

Hans Matos, natural de Huancayo, decidió que su segundo largometraje fuera protagonizado por verdaderos boxeadores para que la historia se sienta real. Para encontrar a sus protagonistas, el cineasta organizó un taller de actuación para jóvenes boxeadores que entrenaban en el IPD. Después de algunas clases, terminó por elegir al más callado y hermético del grupo, porque conectó más con el personaje de Enrique.

El protagonista

Max Huiza García nunca se imaginó ser boxeador, mucho menos actor. Empezó a practicar este deporte durante sus vacaciones de 2015, debido a que su mamá lo matriculó por dos meses, porque no quería verlo deambular por casa sin ninguna obligación. Al inicio fue solo para pasar el rato, pero luego le gustó y demostró tener capacidad para eso de cruzar golpes, tanto que su maestro le pidió que vaya a entrenar todo el año. Meses después, participó en un campeonato nacional y quedó en segundo lugar. Aquel día se dio cuenta de que hubiese llegado más lejos si hubiera recibido más apoyo.

En los siguientes años, Max se hizo de varias victorias y pocas derrotas, momentos a los que él llama aprendizaje. Ya era consciente de que si quería ir a un campeonato, debía esforzarse más. Lo que no le parece justo es que además de entrenar, sus compañeros y él tenían que realizar actividades para cubrir sus pasajes y otros gastos. También le incomoda que invisibilicen el box en Huancayo y que crean que en esta región solo hay fondistas.

Al igual que el deporte, la actuación llegó a su vida sin que lo buscara. Estaba entrenando como un día cualquiera y Hans Matos los interrumpió. Les contó sobre el proyecto de Peso gallo y los animó a participar del taller de actuación para que puedan ser parte de la película. Aunque el cineasta vio en Max poca disposición histriónica, el adolescente sí creía que él se iba a quedar con el papel principal. Pero perdió las esperanzas porque el director se ausentó por varios meses y no tenían fecha para grabar.

Max Huiza en pleno combate en uno de los fotogramas de la película. Foto: captura “Peso gallo“

Max Huiza en pleno combate en uno de los fotogramas de la película. Foto: captura “Peso gallo“

La pugilista

La que sí tenía fe en que Peso gallo iba a llegar a los cines era Ángela Huamán Contreras, la joven boxeadora que también fue parte del taller de actuación. Al igual que Max, ella nunca había actuado, pero le puso muchas ganas al proyecto que llegó en un momento importante en su vida, cuando por fin se sentía plena, después de muchos años de luchar contra la depresión. Grabaron en el 2018 sin imaginar que la película iba a estrenarse cuatro años después.

Ángela Contreras define su encuentro con el box como un amor a primera vista. Fue a sus 15 años. Desde entonces ha cosechado algunas medallas, pero una derrota en Huancavelica es el combate que recuerda con más cariño.

Tenía 16 años cuando se midió contra Esperanza Miñope Ipanaqué, una joven boxeadora de Lima, siete años mayor que ella. Aunque casi todos sabían quién iba a ganar, la huancaína se tenía fe y dio pelea, pero sus ganas no la salvaron de la derrota.

El box no es un simple deporte para la joven de 22 años. Cuando está encima de un ring, se siente a salvo, los golpes que recibe no la dañan. Hasta podría decirse que la hacen más fuerte. Sin embargo, en el 2019 tuvo que centrarse en su carrera de trabajo social y volvió a visitar al psiquiatra. “El box ha sido la puerta de salida a toda la carga emocional que he padecido desde la niñez. Cuando empecé a boxear, estuve muy tranquila. Luego lo dejé por falta de apoyo y recaí. Pero ya salí de una pelea constante interna”, asegura.

Lo que sí le inquieta es que todo le esté yendo bien en este 2022. Logró acabar la carrera, retomó el boxeo y el estreno de la película ha despertado su pasión por el arte. Quiere seguir actuando, al igual que Max, y espera que esta subida de emociones no sea flor de un día.

El director

Hans Matos admite que la paciencia no es una de sus virtudes, a pesar de saber que hacer cine en Perú es una carrera de largo aliento. Lo que le da calma es pensar en el producto final y en las conexiones que pueda generar su película, que recibió financiamiento del Ministerio de Cultura y que obtuvo un premio en el último Festival de Cine de Lima.

Del ring a la pantalla

El director Hans Matos quiso distanciarse de la mirada clásica que se tiene del box en el cine. Foto: John Reyes/La República

El gran reto del cineasta de 37 años fue alejar lo más posible a Peso gallo de otras interpretaciones del box en el cine, como Rocky. Por ello se vio en la obligación de grabar primero un cortometraje, Sin título, en el 2018, para que la gente entendiera la esencia de su propuesta. “No es una película sobre el box, sino sobre un boxeador”, afirma.

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