Antártida: un continente que se derrite
Luego de que, hace unos días, los termómetros en la Antártida marcaran récords históricos, científicos peruanos confirmaron a Domingo los efectos del cambio climático en el llamado “continente blanco”: aumento de temperaturas, pérdida de glaciares e impactos en la flora y fauna.
El biólogo marino Yuri Hooker recuerda muy bien el día en que el BIC Humboldt lo llevó a conocer el hielo... de la Antártida.
Fue en 1999, cuando llegó al llamado “continente blanco” como parte de un equipo del Imarpe que viajó a investigar el krill, ese crustáceo fundamental en el ecosistema antártico.
Hooker recuerda la gran cantidad de pingüinos y focas de Weddell que pululaban en los alrededores de la Base Machu Picchu, sobre todo en el cercano glaciar Znosko, por entonces una enorme masa de hielo cuyos bordes tocaban las aguas de la Bahía Almirantazgo.
Recuerda que en las mareas altas las aguas cubrían parte del glaciar y que los expedicionarios estaban prohibidos de cruzar por allí porque podían quedar aislados de la base.
El científico volvió el 2000, 2001 y 2002 para continuar sus estudios sobre la biodiversidad submarina, y en cada uno de esos viajes encontró condiciones climáticas similares: vientos huracanados, aguas heladas y, en general, un frío despiadado.
Diecisiete años después, a inicios de enero pasado, Hooker regresó a la Antártida, esta vez como investigador asociado del Instituto Nacional de Investigación de Glaciares y Ecosistemas de Montaña (Inaigem).
Lo que encontró lo dejó sorprendido. El otrora portentoso glaciar Znosko había retrocedido decenas de metros, alejándose del océano. Y donde habían estado sus bordes había ahora una hermosa laguna, triste depósito de las aguas que bajaban de los hielos derretidos.
–Lo que queda son pedazos de hielo. El glaciar prácticamente está desapareciendo, porque el hielo está muy delgado y empiezan a salir las piedras y el barro que estaban debajo –dice.
Donde años atrás había multitudes de focas se veían ahora solo unos pocos ejemplares que buscaban los escasos manchones de hielo que quedaban para estirarse y refrescarse.
Cifras inéditas
Los primeros días de febrero fueron inusuales en la Antártida. El jueves 6, el termómetro de la base argentina Esperanza marcó 18,4 grados de temperatura, la más alta registrada desde 1961. Y tres días después, en la estación de la isla Marambio, un termómetro marcó los 20,7 grados. Un récord histórico.
Esta semana, Domingo se comunicó con algunos de los científicos peruanos que integran o integraron la expedición antártica Antar XXVII. Algunos de ellos, como Yuri Hooker y la jefa del Programa Nacional Antártico, Elizabeth Silvestre, ya volvieron a Lima. Otros continúan allá, como el ingeniero geólogo Luis Cerpa y el capitán de corbeta Marco Bartens.
Ellos confirmaron que los efectos del cambio climático en la Antártida ya son evidentes, tanto en la geografía como en la flora y fauna del continente.
La doctora Silvestre, meteoróloga de profesión, informó que el mismo domingo 9 de febrero, cuando en la isla Marambio se registraba la temperatura récord de 20,7 grados, el termómetro de la base Machu Picchu también marcó una cifra inédita, aunque menor: 13.9 grados.
Silvestre fue prudente: dijo que no se puede asegurar que ese registro tan alto sea una evidencia del cambio climático.
Sin embargo, indicó que sus equipos sí han registrado un incremento de temperatura de alrededor de 2 grados con respecto al promedio del año pasado.
–Personas que han estado en la Antártida hace 10 años dicen que se encontraba hielo alrededor de la base. Este año no hemos encontrado hielo –dice–. Hemos explorado el glaciar y hemos encontrado niveles de escorrentía de 0.5 litros por segundo. Y hay mayor frecuencia de caídas de masa glaciar.
Estudios recientes afirman que la Antártida está perdiendo hielo a una velocidad tres veces mayor que hace 10 años. Solo entre el 2014 y el 2017 perdió 1.4 millones de kilómetros cuadrados, una superficie equivalente al tamaño de Mongolia.
Elizabeth Silvestre dice que, de acuerdo con el seguimiento fotogramétrico que se ha hecho del glaciar Znosko, este ha retrocedido aproximadamente 40 metros desde el año 2018.
–Es claro que ya no estamos en el continente blanco. Hay un incremento de temperaturas evidente y un evidente retroceso de los glaciares –dice.
Impacto en la fauna
Desde la estación Machu Picchu, el geólogo Luis Cerpa, jefe del equipo científico del Instituto Geológico, Minero y Metalúrgico (Ingemmet), cuenta que el tema del aumento de la temperatura es plato frecuente en las conversaciones de los investigadores peruanos.
–A los que hemos venido a la Antártida varias veces [este es su cuarto viaje] nos da mucha pena porque observas los cambios drásticos, la disminución de los hielos, la migración de las especies y el aumento de la temperatura –dice por WhatsApp.
El aumento de la temperatura no es solo atmosférico.
El capitán de corbeta Marco Bartens, jefe de la División de Oceanografía en el BAP Carrasco, señala que, de acuerdo a sus estimaciones, la temperatura del agua ha aumentado en 1.2 grados desde el año pasado.
–Uno de los estudios que vinimos a hacer con el Imarpe es la caracterización del krill. Y en la recolección del krill hemos visto el ingreso de una nueva especie, la salpa, que es de aguas más cálidas, y eso lo asociamos a este aumento de la temperatura.
Elizabeth Silvestre confirma el dato: en esta expedición se ha encontrado menos krill que en años anteriores, aunque dice que no hay evidencias de que esta disminución se deba a la presencia de aguas más cálidas.
Yuri Hooker advierte que esto puede significar un serio problema para el ecosistema antártico, que depende mucho de este nutritivo crustáceo.
–Así como en el mar peruano la anchoveta es fuente de alimento de las aves, los peces grandes y los lobos marinos, en la Antártida casi todos los animales dependen del krill. Los pingüinos comen krill, las focas comen krill... En este momento estamos viendo un cambio dramático no solo en el proceso de deshielo, sino también en la parte biológica –dice.
El impacto en los seres vivos. Esa es otra de las grandes consecuencias del calentamiento del continente austral. Elizabeth Silvestre menciona un dato: el año pasado la expedición contabilizó la observación de unos 8 mil ejemplares de especies. Este año solo se contabilizaron alrededor de 1,500 individuos.
–Nuestra tarea –dice Luis Cerpa– es contarle a todos los que podamos que los efectos del cambio climático ya son visibles en la Antártida. Si seguimos como hasta ahora, lamentablemente tendremos que prepararnos para muchos cambios.