Sandy Dorador, la campeona que jugaba por toros
Jugaba en un camal para ganarse la vida, un grupo de madres la expulsó y tuvo que hacer una pollada para cumplir su sueño. La historia de Sandy Dorador es una muestra de lo que significa ser mujer y dedicarse al fútbol.
Sandy salta, empuja y canta dentro de ese mar de testosterona que suele ser la tribuna sur del estadio Alejandro Villanueva. «Vamos Alianza, que yo quiero verte campeón. Por ti, yo daría mi alma. Vamos vamos, Alianza, quiero verte campeón», gritaba mientras se apoya en otra persona. Sabe que no debe hacerlo, pero es la final y su lesión no le impide realizar ese ritual que practica desde pequeña.
Sandy visita la tribuna sur desde niña. Foto: Twitter
Cuando empezó a patear un balón solo tenía 7 años. Sus seis hermanos no la querían cerca y si se metía a jugar siempre le recriminaban: «Las mujeres juegan con las muñecas y los patines, los hombres juegan al fútbol». No solo fueron ellos: jugar campeonatos con otros niños, y ser mejor que ellos, generó la ira de las mamás.
—¡Que no juegue!— le gritaban.
Para el antropólogo y especialista en temas de género, Raúl Rosales León, estos comportamientos son parte de un sistema de género que avala y refuerza una serie de estereotipos y roles de género. Las madres, al igual que los hermanos de Sandy, asumían que el lugar de ella no estaba dentro de un campo de fútbol, dentro de un deporte que hegemónicamente es masculino. Lo que también se define como el mandato de la feminidad. «Comprenden que no es la posición femenina y, por eso, evitan que entre al ámbito de lo masculino, entendiendo que están por separado. Sin embargo, la sociedad cambia y hay apertura, desplazamientos de la mentalidad y la subjetividad», explica Rosales.
Mientras estos desplazamientos tomaban su lugar en su carrera y se evidenciaba una mayor apertura al fútbol femenino, Sandy tuvo que buscar otras formas de ganarse la vida.
Estafas
Antes de firmar su primer contrato profesional, la ahora jugadora de Alianza Lima vivía en Los Olivos y trabajaba desde niña. A veces acompañaba a su mamá a cargar los desmontes de los vecinos, otras veces les tocaba vender menús y, en la mayoria de ocasiones, sobrevivían con cachuelos. Nunca imaginó que a los 13 años encontraría en las ‘estafas’ una forma de subsistir.
Aquella manera de conseguir un dinero es muy utilizada por las mujeres que se dedican a jugar fútbol en el Perú. Son pocas las que como Sandy pueden privarse de eso y contar con el respaldo de un club que les brinda un preparador físico, un doctor, un campo de juego para entrenar y todas esas cosas que se asumen como normales en el fútbol profesional. A Sandy le llegó muy tarde esto: antes tuvo que recursearse de la mano de Verónica Valle, ‘La Ronaldhina’.
Hija de Héctor Valle Zuñiga —compañero de Pedro ‘Perico’ León en Alianza Lima en los años 60’— Verónica Valle se define como ‘pichangera’ o ‘estafadora’. En su mejor época se dedicaba de lleno a jugar y en un buen día lograba sacar entre 150 y 200 soles. Eran otros tiempo. Ahora, con 42 años y los rezagos de algunas lesiones, pone su esfuerzo en su negocio de golosinas y volvió a entrenarse en la academia de Sandy.
—Yo vivía de eso. Yo ganaba 50 soles por partido, me iba a tres o cuatro lugares y vivía con eso mi semana. Hace como 15 años era más plata, un premio era de 1.500 o 2.000 soles. Por eso, las 'estafas' eran llenecitas. Hoy en día se llena, pero si no ves a la chica que sale en la televisión, no van; porque quieren verlas a ellas, pero no pueden.
Eran inseparables. Más que amigas, la relación de Verónica y Sandy es como la de una maestra y con su alumna. Cada vez que cuenta una anécdota sobre la ahora bicampeona nacional se golpea el pecho como señal del orgullo. Como señal de que algo le enseñó a aquella niña llorosa.
—Cuando sea grande quiere ser como tú— menciona entre risas Verónica al recordar aquellas primeras palabras que Sandy, muy nerviosa, le dijo el día que la conoció.
—Te voy a llevar a jugar conmigo, pero primero vas a jugar con hombres. ¿Sabes jugar, no? — le respondió.
—No como tú, pero sí.
Verónica no enseñaba a jugar fútbol. No sabía cómo explicarle ciertas cosas a una niña y prefirió hacerlo como si fuese una más de sus amigas. «Cuando la llevo a jugar con hombres, la tumbaron. De inmediato le digo: ‘te me paras, acá nada que me duele. Hazle lo mismo’», fue su primer consejo. Pero el trabajo no era solo en la cancha. Estafar requiere otras habilidades. A veces hay que buscar jugadoras, armar un buen equipo, encargarse de trasladarlas y negociar un precio justo. Al contar con una niña, la desconfianza aumenta en los postores.
Su forma de hacer tratos no era difícil. Como ella dice, era bien rankeada y podía darse el lujo de ganar menos. Mientras las chicas esperaban que ella negocie con cada uno de los ‘empresarios’, la ‘Chata’ escuchaba ofertas.
—50 y tu comida (primera oferta); 50, tu comida y tu pasaje (segunda oferta); 50 y tu comida (tercera oferta); 50, tu pasaje y si ganas tu cajita de chela (cuarta oferta); 50 y tu comida (quinta oferta). Así iba tanteando. Casi siempre me quedaba con el que me daba más, pero en ese tiempo nadie quería contratarla a Sandy, solo le querían darle 20 o 30 soles, y me fui con el más barato.
Si bien comenzó a jugar con personas mayores, continuaba siendo una niña. Y a los 13 años los gustos se convierten en prioridades. Verónica no olvida la vez que tuvieron que caminar desde Collique hasta Los Olivos porque se quedaron sin pasaje: ella por tomarse sus chelitas y Sandy por comprarse golosinas.
Para Verónica ese fogueo que recibió su amiga desde pequeña fue clave en su carrera. Sin embargo, hubo cosas que no le enseñó. «A mí me tirabas un tabazo, yo te la devolvía. Yo le decía: ‘eso no lo hagas. Allá (en la selección) te expulsan y perjudicas a tu equipo’. Ella era talentosa, pero le faltaba maña. Por eso la hice jugar con hombres, y ahora mira lo que es», menciona levantando las cejas.
Sandy Dorador es una de las referentes en la selección peruana. Foto: FPF
Pero no solo la educó en el mundo de las estafas. Con el tiempo, la ‘Ronaldhina’ empezó a formar parte de la familia Dorador e intentó enseñarle a hacer sus tareas del colegio. Fracasó.
—Hasta del colegio la recogía. Imagínate. Me quedaba en su casa enseñándole matemáticas. Estudiábamos hasta la 1 o 2 de la mañana. Aprendía, aprendía, pero igual se sacaba 05. Es que la Sandy no captaba.
Así fue creciendo y conociendo varios lugares. A Verónica la contactaban de todos lados: Collique, Puente Piedra, Zapallal, Los Olivos, Pro, Chosica, son algunas de las zonas en los que jugaron. Incluso pisaron un camal en Villa El Salvador.
Las estafaron. Cuando llegaron pensaron que tranquilamente les darían 2.000 o 3.000 soles. Para 7 jugadoras era un buen dinero. Vieron el premio y el organizador les enseñó un «toro gordo». Todo iba bien. Ganaron sin problemas y tenían que volver a los tres días para recoger su recompensa. Para el día pactado contrataron una movilidad y ya daban por hecho una buena venta; sin embargo, cuando les entregaron el toro notaron que este era más flaco. Fue en vano reclamar, no consiguieron nada. Vendieron el animal y se llevaron 1000 soles. Pero esto era lo que menos le interesaba a Sandy.
Ella tenía otra preocupación. Todavía recuerda lo asustada que jugó ese campeonato. Era solo una adolescente de 17 años y no estaba lista para ser madre.
—Todos los domingos jugabamos en un camal. En esos días mi mamá me dice que tengo una mancha en mi nariz. Yo no entendía. Un día que estaba jugando en el camal (en Villa El Salvador), empecé a sentir nauseas y vomité. Mientras me cambiaba, la ‘Chata’ se me acerca— recuerda.
—¡Ala, te han crecido los senos!— le mencionó Verónica mientras veía cómo se cambiaba su amiga. —¿No estarás embarazada?—.
Sandy se reía y no pensaba que fuese así, incluso se colocó en la barrera para recibir los pelotazos en los tiros libres. Veinticuatro horas después lo confirmaría.
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Maternidad
Manuela Rodríguez es una especie de enciclopedia del fútbol femenino. Conoce a la mayoría de jugadoras que hoy brillan en la Liga Femenina y cuenta con la cantera más importante del país: JC Sports Girls. De sus filas salieron Myriam Tristán y Marisella Joya —las primeras futbolistas peruanas que jugaron en el extranjero— y es el club que más veces ganó el Campeonato Nacional; además de una histórica participación en Copa Libertadores.
Ella recuerda a Sandy como una niña picona.
—Llegó de la mano de Aissa (Garibay) a los 13 años, era una ‘ratona’, un ‘pericote’, que nos llamó mucho la atención. Tenía una carita muy alegre. Pero su carácter era difícil. Siempre le sacaban amarilla. Los profesores le decían que era muy picona.
Uno de los principales problemas que tenía Manuela era la fuga de talentos. Así como llegaban las niñas, era muy común que decidieran marcharse a los clubes más populares. En ese tiempo tener una academia de fútbol femenino era una odisea y no podían competir con las estafas. Si bien ahora existe más interés, al no contar con un torneo profesional, las principales fuentes de ingreso de una futbolista mujer no provienen de su club, sino de otras actividades. El informe elaborado por la Fundación Deporte en Igualdad y la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP) en el 2021, “Radiografía del fútbol femenino en el Perú”, reveló que un 82 % de las futbolistas de la Liga Profesional recibía un salario menor a 500 soles.
Algunas como Verónica, que llegó formar parte de San Marcos y otros equipos, solo iban a entrenar una vez por semana y de frente jugaban los partidos oficiales. Sus prioridades eran otras: las estafas o algún trabajo fijo. Sandy se mantenía con las estafas y cumplía con su club, pero tuvo que hacer una pausa. Su crecimiento en JC Sports y la selección peruana se frenó a los 17 años. Uziel venía en camino.
JC Sport Girls formó a varias de las referentes de la selección peruana. Foto: JC Sports Girls
No sabía cómo decirle a su madre. Su contextura delgada le ayudaba a ocultarlo. Nada hacía sospechar un embarazo. Ella era una adolescente. Todavía quería jugar. Acababa de terminar el colegio y ya tenía que ser madre. Mientras pensaba en la manera de contárselo a su mamá, nunca imaginó que su secreto fue descubierto. Una señal la delató.
—Mamá, quiero decirte algo— le dijo Sandy acompañada de su pareja, con la cual solo llevaba 9 meses saliendo.
—Dime.
—Mamá, estoy embarazada— recuerda aquella frase que expresó con voz entrecortada.
—Ya sabía. No ves la manchaza que tienes en la nariz— fue la sopresiva respuesta que recibió.
—¿Qué tiene que ver esa mancha? — preguntó con temor y sorpresa.
—Esa mancha es de embarazo— exclamó su madre sin dudarlo.
Experiencia era lo que sobraba. Con diez hijos y siendo madre soltera, si algo sabía era reconocer los embarazos. No necesitaba comprender eso que los médicos llaman cambios hormonales para saber lo que le pasaba a su hija.
En muchos casos, cuando una persona es madre antes de ser adulta, la abuela asume en gran parte del rol del cuidado. Y si tu hija es futbolista, con mayor razón. Pese a ser sometida a una cesárea, Sandy volvió a jugar al mes y medio de dar a luz. Tuvo una infección, pero nada grave para ella. Sin embargo, el fútbol ya tenía que pasar a un segundo plano para no dejar de ser mamá y convertirse en tía.
Sandy Dorador fue madre a muy temprano edad. Foto: Instagram/Sandy Dorador
Una encuesta elaborada por Oxfam y el Centro de la Mujer Flora Tristán en el 2021, muestra que el 82% de los hogares peruanos son las mujeres las que asumen la mayor carga doméstica. Una cifra que limita un proyecto de vida y reduce el tiempo libre que pueden disponer para realizar otras actividades. Si alguna quiere efectuar un deporte, la probabilidad de tener éxito es muy baja; si desea hacerlo de manera profesional, es algo casi utópico. Sandy lo vivió y en varios momentos pensó en renunciar.
—Yo he hecho de todo. Mi primer trabajo fue en una empresa de chocolates, ahí me llevó Verónica. Caminaba todo el día tratando de venderlos, tenía 19 años y una amiga me dijo si quería vender, y ahí me di cuenta de que hacer eso también es lo mío. También trabajé en la ferretería de un amigo en las Malvinas. Él fue quien me llevó a una ‘estafa’ para su equipo. Vieron que jugaba bien y me jalaron para Sedapal. Terminé trabajando ahí solo para jugar los campeonatos. Después pasé a Saga Falabella. Era difícil. Entrenaba en las mañanas, venía, supuestamente a ver a mi hijo, pero él estaba en el colegio; después comía, me iba a chambear de 3 de la tarde a 9 de la noche, llegaba a mi casa a las 10 y mi hijo estaba durmiendo. Llegaba un momento en el que mi hijo me iba a decir tía.
Así eran todos los días.
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Justicia
Uno de los hechos más significativos en la historia del fútbol femenino en el Perú tuvo lugar en el 2019. A través de una banderazo en el estadio Nacional, varias jugadoras reclamaron reducir la brecha de género presente con el fútbol masculino y entre sus principales demandas resaltaban las mejoras en el comando técnico de la selección, contar con visibilidad, tener un torneo profesional y buena infraestructura. Con el pasar de los años se logró avanzar en torno a la organización del campeonato: los partidos ya se transmiten por televisión y son varios clubes los que desarrollan proyectos serios. Aunque, algunas cosas no cambiaron de inmediato.
Ese mismo año Sandy decidió dejar JC Sport Girls. Era el primer club que la formó y confió en ella. Fuerza Cristal vino con una mejor propuesta económica, que en el fútbol femenino se podría traducir como un monto cercano a medio sueldo mínimo, y aceptó. Solo tardó algunos meses para subir el primer equipo y ya estaba jugando la semifinal ante el club de sus amores: Alianza Lima. Perdieron. Pero, a los pocos días recibió una inesperada llamada.
Sandy Dorador pasó a Sporting Cristal tras su paso por JC Sports Girls. Foto: Instagram/Sandy Dorador
—Sandy, soy Samir (Mendoza). Quiero que vengas a reforzar a Alianza— escuchó en el teléfono.
—No se diga más, yo voy– contestó de inmediato.
—No necesitas ninguna firma ni autorización de Cristal, solo con tu firma puedes venir— le explico el entrenador.
Sin embargo, ella consideraba que lo correcto era informarle a su club. Fue y les dijo que le llamaron para reforzar a Alianza Lima en la final ante Universitario. Suplicó que la dejen ir y prometió volver apenas termine. Les remarcó que era su sueño. Volvió a repetirles que era su sueño y pidió que le permitan cumplirlo. No hubo respuesta. Firmó con Alianza, se fue a jugar y perdió.
Días después recibió una nueva llamada, pero esta vez era para intergrarse al plantel de Alianza en el 2020 y ser presentada con el primer equipo en la Noche Blanquiazul. A los 30 años, el club por el que siempre gritaba y cantaba le tocó la puerta. No se negó, pero lamentó que eso no ocurriera a los 22 años. Si bien no iba a ganar lo mismo, era su sueño. Su propio hijo, quien hace algunos años le reclamó por no verla, le dio el último empujón: «El tren llega una sola vez». No todo fue felicidad.
—Queremos que nos des 5.000 soles— fue la respuesta de Cristal al enterarse.
—¿Por qué?, ustedes no me formaron, en todo caso JC (Sports Girls) debería hacerlo— contestó sorprendida.
La puja continuó durante algunas semanas y el 2019 terminó sin mayores novedades. Primeras semanas de enero: bajaron a 2.000 soles. Pasaron dos semanas y no retrocedían. En la última reunión propusieron 1.200 y, según ellos, eran bondadosos con la oferta.
Un hecho que se replica de distintas maneras. A pocas semanas de iniciar la Liga Femenina 2022, Mariza Gómez tuvo que realizar un rifa para continuar con sus sueños. La futbolista Marisella Joya dio a conocer que el club Universidad San Martín le solicitó 5000 soles a Gómez para darle su carta pase, a pesar de que ella no recibía ninguna retribución económica. En el Perú, a un club solo le basta conseguir un acuerdo con la jugadora e inscribirla para obtener algún rédito; en caso de que ella decida marcharse o tenga otra propuesta, la institución es libre de pedirle el monto que deseen por su carta pase. Las que no pueden pagar, solo les queda hacer rifas o polladas.
Sandy consiguió el dinero gracias a una pollada, pero el maltrato continuaba. Ella no pudo incorporarse a Alianza antes de la Noche Blanquiazul en el 2020 y tuvo que ver a sus amigas desde las tribunas: Cristal mandó el documento días después. Tres años más tarde pudo completar su sueño.
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Revancha
La primera vez que Verónica vio jugar a su amiga en Matute fue en el 2022 y quedó impresionada. No por su calidad, eso ya lo conocía, sino por lo que escuchó en las tribunas.
—Nunca en mi vida goce mirar el fútbol femenino. Ver a la gente emocionarse fue… Antes se burlaban al ver una mujer jugando. Ahora dicen ‘mira como juega Adriana Lúcar, mira esa jugada’. Da gusto ver el respeto que se ganó el fútbol femenino. Antes era una burla. ‘¿Quieres vacilarte?, vamos a ver el fútbol de mujeres, se patean entre ellas’, decían.
En la última final de la Liga Femenina, fueron más de 30.000 espectadores los que gritaron el nombre de Sandy Dorador cuando marcó uno de los goles del triunfo 3-0 ante Carlos Mannucci. Para su mala suerte, ellos también la despidieron entre aplausos cuando abandonó el campo de juego lesionada y con lágrimas en los ojos. Esa lesión le costó perderse la Copa Libertadores, pero no le impidió volver a las gradas para alentar y gritar en la final del equipo masculino.
El equipo femenino de Alianza Lima fue reconocido en la Tarde Blanquiazul 2023. Foto: Alianza Lima.
Su revancha llegó hace poco. En la Tarde Blanquiazul del 2023 fue presentada y ovacionada junto a sus compañeras por ganar el bicampeonato. Aunque ahora la reconocen y se acercan a pedirle fotos, incluso podría estar en lugar más cómodo para evitar estas situaciones, siempre regresa a sur para saltar, gritar y alentar. Una sana costumbre.