Michel Dancourt @mdancourt9 La memoria es el archivo más hermoso. Hay que tratar de cuidarlo siempre. Mañana Alemania y Argentina disputarán la final de este Mundial que algunos periodistas y no pocos aficionados han catalogado como el mejor de todos. No estoy de acuerdo. Antes de compartir mis argumentos, es bueno señalar que si de merecimientos se trata el equipo de Joachim Low debería levantar la Copa FIFA. En un torneo movido, atractivo, en el que la paridad de fuerzas ha sido la hoja de ruta con la que avanzaron casi todas las selecciones, los germanos lograron dos victorias concluyentes para demostrar de lo que son capaces. Su triunfo ante Portugal y Brasil fue prepotente, dictatorial, tan devastador como un elefante suelto en una boutique. Argentina no ha podido ganar así ninguno de sus partidos a pesar de que algunos de sus rivales parecían elegidos por Grondona. Cuando le tocó uno de verdad, Holanda, se fueron a penales. Pero el tema es otro. ¿Es el mejor Mundial?... Recuerdo muy poco a la Holanda de Cruyff y Rensenbrink, que jugó aquella final espectacular ante Alemania en el 74 y la perdió después de ir ganando en el amanecer del partido. Del 70 tengo las referencias de un Brasil al que consideran ‘el equipo de todos los tiempos’ haciendo convivir en su oncena a cinco números diez (Pelé, Jairzinho, Rivelinho, Gerson, y Tostao) y en el que, de eso no hay duda, se concretó la mejora atajada de la historia: la del inglés Gordon Banks a Pelé. Sin embargo, prefiero hablar de los que vi ya con capacidad de análisis: 78, 82, 86, 90, 94, 98, 2002, 2006, 2010 y 2014. UNOS Y OTROS Este, de Brasil, está largamente por encima del defensivo Italia 90 y del discreto Estados Unidos 94, que se definió por penales y en el que lo más llamativo terminó siendo el doping de Maradona. Pero no lo veo aportando más momentos memorables y generando más leyendas que el de España 82. Ahí, pude descubrir que el fútbol no es una ciencia exacta. Que no siempre gana el mejor. Ese dato sin precisión matemática lo compartió el dramático Italia 3 - Brasil 2. Paolo Rossi, delantero que venía de cumplir dos años de suspensión y que no había anotado un solo gol en todo el torneo, marcó tres ese día para eliminar al Scratch de Leandro, Oscar, Junior, Toninho Cerezo, Falcao, Eder, Zico y el ‘Doctor’ Sócrates. Otro encuentro inolvidable fue ese Alemania 3 - Francia 3 que se fue a penales. Los galos sacaron ventaja de dos goles en tiempo suplementario, pero con el ingreso de Karl-Heinz Rummenigge y una chalaca de Klaus Fischer, los teutones empataron el partido y luego ganaron la primera semifinal de la historia decidida desde los doce pasos. Igual esa Francia tenía tantas ideas para jugar que parecía que Voltaire, Rousseau y Montesquieu se vistieron de corto y alinearon junto a Platini, Amoros, Battiston, Tresor, Tigana, Rocheteau… Aunque la evaluación siempre será arbitraria y subjetiva porque al final es gusto personal de cada quien, tampoco vemos que esta Copa del Mundo en el gigante sudamericano haya regalado postales de belleza como el Mundial de México 86, para nosotros, el mejor de todos. Dicen que antes no se jugaba a la velocidad de ahora, ni con la intensidad de ahora. Ese concepto vale tanto como un billete de tres soles. La Dinamarca de Larsen y los hermanos Laudrup jugaba a 120 km por hora, pero sin perder precisión. Le hizo 6-1 al Uruguay del ‘Príncipe’ Enzo Francescoli y Rubén Paz en una hermosa demostración de rotación, toque y capacidad física difícil de olvidar. Sin embargo, luego perdieron 5-1 contra la España de Emilio Butragueño, otra muy buena selección, y se fueron a casa. Si ahora hemos visto equipos europeos francamente anodinos como Rusia, Croacia, Bosnia o Grecia, aquella vez una Bélgica que llegó con un arquero con nombre de cachetada, Jean-Marie Pfaff, dejó en evidencia que los europeos también podían tener sensibilidad para jugar al fútbol. Si no que lo diga Eric Gerets, el gran Enzo Scifo o Jan Anna Gumaar Ceulemans, ese belga grandote, parecido al ‘Cocoliche’ Leguía, al que Pelé incluyó entre los mejores cien jugadores de la historia. Fue el Mundial que convirtió a Maradona en un ser para algunos no terrenal. Nunca un solo jugador fue tan determinante. Anotó un doblete en semifinales ante Bélgica, ya había convertido frente a Italia antes, pero fue frente a Inglaterra, con la ‘Mano de Dios’ y la acción, cuando disfrazado de ‘barrilete cósmico’ convirtió el mejor gol de todas las Copas del Mundo, que pasó a ser leyenda. En la final, además, dio una asistencia de gol y terminó como emblema de un torneo que tuvo también un duelo vibrante en cuartos de final entre Francia y Brasil. ¿Podía uno imaginarse viendo fallar un penal a Platini, a Zico, a Sócrates?... Aquella vez pasó. Este ha sido un muy buen Mundial, atractivo, pero no el mejor. Queda la pena de no haber visto destacar a Cristiano Ronaldo, ya viéndolo por televisión, ni a Messi, importante a ratos, pero con pocos destellos de brillantez. Tal vez, la final de mañana motive por fin a la ‘Pulga’ para hacer el mejor partido de su vida con la selección de Argentina. Tal vez…