Cultural

Alonso Cueto: "Yo siempre había querido escribir sobre Sendero y la época de Sendero"

La República conversó con el reconocido escritor Alonso Cueto a razón de la edición conmemorativa de La hora azul, una de sus novelas más leídas. Cueto es de los escritores que no dan tregua a su necesidad mayor: contar historias que entretengan y conmuevan. Atentos a Cueto, que sabe.

Alonso Cueto. Foto: Sebastián Blanco.
Alonso Cueto. Foto: Sebastián Blanco.

Alonso Cueto acaba de presentar la edición de aniversario de una de sus novelas más celebradas: La hora azul (Alfaguara). Hace 20 años, en 2005, con este libro Alonso Cueto obtuvo el Premio Herralde de Novela. Por aquel entonces, ya era un autor importante, con muchos lectores y premios, pero este reconocimiento fue más que tal, porque significó para él una afirmación de las decisiones tomadas en pos de su necesidad de contar historias. Como novela, La hora azul abrió el espectro sobre uno de los periodos más trágicos de nuestra historia reciente: los años del terrorismo o de la violencia política. Un abogado exitoso descubre un secreto familiar al enterarse de que su padre, oficial de la Marina durante esa época sangrienta, tuvo a una mujer, llamada Miriam, como prisionera y de quien terminó enamorándose. Adrián Ormache, en lugar de dejar las cosas como estaban y seguir en su acomodada dinámica social, decide averiguar quién fue esta mujer que escapó de un cuartel de Huanta. Ese es el punto de partida de una novela que ha ido conquistando lectores (de lejos, es la novela más leída sobre esa etapa espinosa) y suscitando discusión por las lecturas que se desprenden de su historia. Sobre las dos décadas de La hora azul y algunas cosas más, La República conversó con Alonso Cueto.

-Una de tus novelas más saludadas cumple 20 años de vigencia. ¿En qué momento de tu vida te encuentras?

-No he perdido la capacidad de comprometerme con una novela, con un proyecto algo voluminoso y largo que quiero escribir. No he perdido el entusiasmo. Cuando me refiero a entusiasmo, no me refiero a un entusiasmo pasajero, sino a un entusiasmo que dura años mientras voy escribiendo. Estoy ahora con una novela larga otra vez, también una novela ambientada en una época histórica diferente a la nuestra. Me asombro un poco de haber conservado esa capacidad de sorpresa, de entrega, de fe en la literatura, en las palabras y eso es lo que creo que mejor define mi época. Junto con eso hay problemas físicos, me acaban de operar de una rodilla, las operaciones han salido bien, pero de todas maneras la recuperación es larga y luego tengo algunos achaques propios de mi edad.

-¿Qué otras cosas te asombran?

-Hace poco estuve en el Congreso de la Lengua en Arequipa. Estuve con muchos amigos, vi mesas muy interesantes, presentamos el libro de Vallejo que ha publicado la RAE. Me parece muy estimulante que un país con tantos problemas de educación, de difusión de la cultura como el nuestro, haya sido capaz de producir escritores como Vallejo, Arguedas y Vargas Llosa, que han sido autores publicados en las ediciones de la Real Academia de la Lengua. Mira que otros países como Argentina y España solo han publicado a dos autores, mientras que nosotros tenemos a estos tres. Uno se pregunta cómo es posible que un país con tantos problemas de este tipo haya producido a estos escritores tan importantes, tan interesantes, tan complejos, tan profundos como estos que te digo. Yo creo que el tema de fondo ahí es el mestizaje. Yo creo que no hay un autor importante si este no ha integrado diferentes niveles culturales en su experiencia, en su formación.

-Te percibo feliz.

-Estoy feliz no por lo que tengo, sino por lo que estoy buscando, por lo que estoy queriendo hacer en el futuro.

-La hora azul la escribes en un periodo especial. Habías renunciado a tu trabajo en El Comercio para dedicarte a escribir.

-Yo estaba muy satisfecho con el ambiente de trabajo y estoy muy agradecido con El Comercio, pero al mismo tiempo quería tener todo el tiempo libre para poder escribir. En ese momento yo iba a cumplir 50 años y decidí hacerlo, arriesgándome, porque, claro, estaba renunciando a un sueldo y a una cierta seguridad, pero decidí renunciar al trabajo y además no buscar un trabajo. Muchos amigos me dijeron que era una barbaridad, que era una locura hacer eso. Teníamos dos hijos en edad escolar, pero mi mujer me dijo que lo hiciera, que si quería hacer eso lo hiciera y que ya veríamos. La otra persona que me apoyó fue Alfredo Bryce. Recuerdo haber hablado con él y me dijo eso es lo que tienes que hacer, que necesitaba todo el tiempo para escribir. Eso fue lo que hice y pasamos dos años muy duros, económicamente muy difíciles, que no recuerdo bien cómo es que sobrevivimos. Yo daba conferencias por aquí y hacía cosas así de sueltas. En esta coyuntura de compromiso último con la escritura fue que escribí La hora azul. Fue una novela a la que le dediqué todas mis energías durante dos o tres años.

 "La hora azul". Imagen: Difusión.

"La hora azul". Imagen: Difusión.

-Has contado que la historia de Miriam te la contó Ricardo Uceda y que la iba a publicar en Muerte en el Pentagonito. En algunos cuentos tuyos vemos el tópico del terrorismo. Pero ¿esa historia fue la que hizo que te sumergieras a fondo en este tema?

-Yo siempre había querido escribir sobre Sendero y la época de Sendero. Yo regresé de Estados Unidos en el año 1984. Me acuerdo que cuando volví a Perú, todos mis amigos en Estados Unidos también me dijeron que estaba loco. O sea, este país estaba en guerra. Era algo que no entendían. Incluso el taxista que me trajo del aeropuerto a mi casa me dijo cómo ha hecho eso. Pero yo quería vivir acá porque me parecía que mi relación con el país de donde yo venía era muy importante para lo que yo quería escribir y que las historias estaban aquí, no estaban en el mundo académico norteamericano, por más que el mundo académico norteamericano tenga tantas vetas interesantes. Yo había vivido fuera ocho años y entonces quería vivir aquí porque justamente en esa época pasaban cosas. El conflicto, los contrastes, las diferencias, pues son la base de cualquier historia. Las historias no se escriben en base a buenas relaciones entre la gente.

-La hora azul fue galardonada con un premio que antes lo obtuvieron Bolaño, Vila-Matas, Villoro, pero el contexto local en el que se da tenía los ecos de la famosa polémica andinos vs criollos. Tú fuiste uno de los más mencionados en esa polémica.

-De esa discusión, para mí, quedó muy poco. Para empezar, esa idea de definir a dos grupos de escritores por su procedencia ya te revela lo equivocada que está la definición. O sea, eres andino porque escribes sobre temas andinos, no porque has nacido en el mundo andino. Eso es algo totalmente ajeno a lo que es la literatura. Esa discusión tuvo que ver con temas que nada tenían que ver con la literatura. Por ejemplo, cuánta cobertura tiene tal autor. No me parece que fue relevante. Yo había sido durante mucho tiempo amigo de Miguel Gutiérrez. Con esta historia nos separamos un poco, después nos reconciliamos y en los últimos tiempos de su vida fuimos amigos otra vez. En realidad, eso te da una idea de que en el fondo hay lazos que van más allá de discusiones coyunturales y circunstanciales. En esa polémica, no se forjaron posturas en torno a la literatura o posturas en torno a la vocación.

-En La hora azul se manifiesta tu estilo claro, el cual está presente en toda tu obra. Tus historias corren, pero se retienen. Ahí creo que tiene que ver mucho la poesía.

-Ahora en el Congreso de la Lengua, al presentar el libro de Vallejo, dije que todos los escritores y todos los narradores deberían leer poesía, porque creo que la poesía te ofrece una concentración de lenguaje que te permite descubrir unos aspectos, unos niveles, unas posibilidades del idioma que solo la poesía te puede revelar. Es lo que creo que hace cuando lees a Vallejo, cuando lees a Borges, cuando lees a Rubén Darío, por nombrar tres poetas en nuestra lengua. Y bueno, evidentemente el mayor ejemplo de todos es la Divina Comedia, que es el más grande poema que se ha escrito y al que siempre vuelvo.

-Tienes muchas críticas positivas, pero creo que las negativas no han entendido tu estilo.

-No soy inmune nunca a las críticas. Lo que yo siempre trato de ver en una crítica es si hay alguna idea detrás de la literatura que tiene el que escribe una crítica. Y si hay alguna idea sobre lo que es escribir, sobre lo que es leer, sobre lo que es contar historias. Y eso lo he encontrado en grandes críticos. Por ejemplo, en Edmund Wilson, en Lionel Trilling y en Virginia Woolf, que era una gran crítica literaria. A mí me han hecho críticas negativas muchas veces y yo trato de aprender de lo que me dicen, pero también trato de diferenciar lo que es una crítica negativa de un ataque que no es lo mismo.

 Alonso Cueto: "Muchas veces el lenguaje más denso y más barroco esconde las ideas más simplonas". Foto: Sebastián Blanco.

Alonso Cueto: "Muchas veces el lenguaje más denso y más barroco esconde las ideas más simplonas". Foto: Sebastián Blanco.

-No entiendo que se celebre lo denso o aburrido como mérito literario.

-Las ideas más complejas se pueden escribir con un lenguaje más sencillo y más claro. Javier Cercas contaba una anécdota de un profesor que le dice a su alumno ¿has entendido este texto que he escrito? Y el alumno le dice que sí, que lo he entendido todo. Entonces, el profesor le dice, mejor oscurezcámoslo. Muchas veces el lenguaje más denso y más barroco esconde las ideas más simplonas, y el lenguaje más claro revela ideas complejas. Eso no significa que no se deba contar una historia interesante, entretenida, con expectativa, con intriga. Creo que eso también es fundamental. Una novela debe explorar, sembrar preguntas y tocar a los personajes en sus esencias, pero también debe contar una historia entretenida. Lo que pasa es que en el siglo XX el entretenimiento ha perdido prestigio y el aburrimiento ha ganado prestigio. En el siglo XIX ninguna novela aburrida habría sido aceptada por el público, pero en el siglo XX muchos creen que el aburrimiento narrativo es muy importante.

-Tú enseñas a muchos escritores. ¿Qué es más importante: la persistencia o saber retirarse?

-En algunas ocasiones, algunos alumnos me han dicho en privado que no están seguros de tener talento. Yo siempre les he contestado lo mismo, que esa es una duda que la puede tener cualquier escritor, incluso los escritores más encumbrados. Thomas Mann en sus diarios, creo que ya había ganado el premio Nobel de Literatura, dijo que no estaba seguro de tener talento, o sea, siempre está la duda. Incluso Mario, en alguna entrevista, dijo lo mismo. Lo importante no es la duda en este caso, sino las convicciones instintivas. Lo que cuenta no es si uno está seguro o no de tener talento, sino si uno está seguro de qué es lo que quiere hacer. Si escribir es lo más importante, eso se puede llevar por delante todas las dudas que uno pueda tener.

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