
El peruano que descubrió la otra mitad del mundo
Historia. Filósofo, periodista, político, escritor y profesor universitario, Francisco Miró Quesada Cantuarias tenía vocación internacionalista y le mostró al Perú un pedazo del planeta que diversos gobiernos le habían prohibido ver.

La primera vez que viajé a Cuba, encontré un periódico peruano que me daba una noticia escalofriante. Estábamos en enero de 1966 y un amigo, llegado una semana después que yo, me mostró los titulares del vespertino Última Hora que en su replana decía: “Rojimios viajeros irán al paredón”.
En aquella época, los viajes a Cuba estaban prohibidos por el gobierno peruano. Para poder hacer uno, había que dar una larga vuelta al planeta, llegar primero a Europa, volver a América y encontrarse un día paseando por las calles de La Habana.
“Nathalie”, la hermosa canción de Gilbert Bécaud, estaba prohibida de cantar en Lima porque su protagonista era una guía parisina que caminaba por Moscú y se detenía ante la tumba de Lenin.
Todos los países socialistas estaban excluidos de nuestro pasaporte. Y, sin embargo, años atrás, en 1959, un peruano periodista había visitado “La otra mitad del mundo” y escrito un libro con ese nombre y sobre esa distinta geografía.
Filósofo, periodista, político, escritor y profesor universitario, Francisco Miró Quesada Cantuarias tenía vocación internacionalista y le mostró al Perú un pedazo del planeta que diversos gobiernos le habían prohibido ver. No fue muy escuchado por nuestras administraciones, a pesar de que el libro fue un éxito.
Él mismo sufrió alguna suerte de intolerancia cuando, por ejemplo, Eudocio Ravines lo acusó de predicar “comunismo” para beatas, pitucos y jovenzuelos.
Hay que recordar que, cuando fue ministro de Educación del gobierno de Belaúnde (1963-64), la mayoría aprista del Congreso pidió la censura para él por haber establecido en quinto de secundaria el curso de Estudio de religiones, en un país donde, según los intolerantes, solamente la religión católica debía ser estudiada. En una actitud que los congresistas consideraron antipatriótica, y que encuentro encantadora, Miró Quesada se abstuvo de ir al hemiciclo y prefirió ser censurado.
La otra mitad del mundo
En ese contexto, ¿qué tenía la obra de FMQ para asustar a tanta gente?
El autor había visitado China y la Unión Soviética en 1959 junto a una comitiva de congresistas peruanos y llegó a hablar personalmente con Mao Tse-tung sobre la política mundial contemporánea.
Ambos encontraron muchos parecidos entre sus países como el hecho de ser subdesarrollados, con una amplia base campesina y gran porcentaje de analfabetismo. En las palabras de Mao: “Estamos aún en el punto de partida. Pero progresaremos. Para ello necesitamos tiempo y amigos. Para acelerar el gran proceso hemos lanzado una consigna: cantidad, calidad y economía”.
Por su parte, Miró Quesada dio su opinión sobre Mao. Lo evaluó separando sus facetas de hombre político, poeta y filósofo. Sobre el político, afirmó que tenía una gran personalidad y aseveró que no podía comprenderse lo que pasaba en China sin comprender su temple. Con respecto a su faceta de poeta, subrayó que su calidad era innegable. Y, en cuanto a su valoración de Mao como filósofo apreció su claridad, aunque tuvo reparos.
Sus observaciones sobre la Unión Soviética estuvieron más centradas en personas que en la organización de la vida social. Por ejemplo, nos comunica con asombro y no muy escondida felicidad que la juventud soviética ha abrazado con entusiasmo de cruzada la causa del jazz.
Además, relata que, según un periodista amigo, en tiempos de Stalin ya la juventud soviética estaba aficionada por el fox y el foxtrot, pero que todo aquello era prohibido por la dureza del régimen.
No se ocupa mayormente de asuntos como la producción agrícola de la Unión Soviética, y dice que sería redundante y aburrido para el lector porque en las revistas importantes de Occidente ya se han publicado datos y más datos sobre la vida económica de la Unión Soviética y sus últimos progresos.
La otra mitad del mundo no nos hizo pasear por Moscú como lo hizo Rusia en 1931 de Vallejo, pero fue un best seller y alcanzó otra clase de lectores e irrumpió en una época de mayor intolerancia.
“La Plaza Roja estaba vacía, delante de mí caminaba Nathalie, tenía un bonito nombre, mi guía Nathalie…”.
En Cuba, cuando leí que los viajeros iban a ser fusilados al volver al Perú, tuve un escalofrío. Sin embargo, gracias a mis tempranas lecturas de Paco Miró Quesada, caminé hablando en francés y buscando la mano de mi aérea guía, Nathalie.