Cultural

Eduardo Sacheri: “El peronismo solo es emoción y símbolo”

El escritor argentino, invitado al Hay Festival de Arequipa, acaba de publicar Nosotros dos en la tormenta, novela situada en los 70, los años de violencia política en Argentina.

En su llegada al Perú, el escritor habla sobre su opinión política y social. Foto: Rodrigo Talavera / La República
En su llegada al Perú, el escritor habla sobre su opinión política y social. Foto: Rodrigo Talavera / La República

Eduardo Sacheri está en Arequipa por primera vez. Le han adelantado que es una ciudad síntesis de Lima y Cusco. La charla se desarrolla bajo techo, una lluvia inusual remoja este territorio volcánico tomado por escritores, artistas y pensadores del mundo que participan en el Hay Festival. Es hincha de Independiente de Avellaneda, me aclara que a él no le alegró la derrota de Boca Juniors en la final de la Libertadores. El triunfo xeneize hubiese significado empatar a su equipo en títulos continentales. Es hincha sí, pero su costumbre no es celebrar desgracias ajenas, una práctica extendida en su país.

Desde cuándo ocurre esta suerte de antagonismos en un país que ha sido faro cultural de América Latina. No solo los de River celebran las desgracias de Boca; en música es Soda o Los Redondos; Charly García o Luis Spinetta.

A fines del siglo XIX y principios del XX, Argentina parecía destinada a grandes cosas: progreso económico, ascenso social, modernización, progreso cultural. Luego llevamos muchas décadas decayendo en economía y en vínculos sociales. Me parece que en esa inseguridad y en esa frustración, es mejor atacarnos recíprocamente que encontrar un modo de salir, lamentablemente, no lo celebro.

-Nosotros dos en la tormenta (Alfaguara) es su última novela situada en 1975 y cuyos personajes revolucionarios evalúan tomar el poder por las armas. ¿Aún la violencia sigue esa alternativa política?

-En la Argentina, no. La opción de la izquierda por la lucha armada fue muy profunda (años setenta) pero efímera. La dictadura militar los reprimió de manera salvaje. De las organizaciones guerrilleras que había en mi país del 75 al 83, cuando vuelve la democracia, no queda absolutamente nada (...).

-La dictadura los aplastó.

-Eran organizaciones intensas, pero grupos muy pequeños y cerrados de chicos de clase media universitaria, con escaso contacto con el pueblo al que decían representar. Ellos están convencidos de que eran una opción de poder, pero uno investiga el contexto y se da cuenta de que estaban totalmente equivocados. Con la dictadura están aislados y sitiados por el ejército y la policía. Ahí los terminan de aplastar.

-En su novela hay dos movimientos, los Montoneros y el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), este último tiene semejanzas con Sendero Luminoso en Perú que también era maoísta.

-Montoneros es peronista. Imaginan a Perón (expresidente argentino) como un líder de izquierdas. Perón alienta esa percepción, ese equívoco cuando, en realidad, él está muy lejos de ser un líder de izquierda. Montoneros se mueve con una cosa más espontánea, emocional, inorgánica, mientras que el ERP, maoísta o trotskistas, es ideológicamente más rígido, militarmente mejor estructurado, aunque el poder de fuego del ERP es absolutamente incomparable con el de Sendero Luminoso. Sendero fue poderoso.

-ERP quiso aplicar la misma estrategia de Sendero, ir del campo a las ciudades.

-El problema del ERP es que sus bases son universitarios de clase media urbana. Y eso los hace sentir como que están un poco equivocados porque no tienen lo de las FARC colombianas o la revolución cubana. De hecho, intentan en Tucumán, en el norte de la Argentina, en una zona selvática, tener un foco campesino, porque lo sienten como un problema estructural. Ellos van de la ciudad al campo a fracasar.

-Habla del peronismo, un movimiento popular y político en su país. Para muchos, este populismo ha sido la ruina de Argentina.

-El peronismo es un movimiento popular de derechas, con capacidad para metamorfosearse hacia la izquierda cuando lo necesitó. El Perón inicial es de derechas, admirador de Mussolini; el de los 70 ha coqueteado con la izquierda, pero para cuando vuelve al gobierno, aniquila a su brazo de izquierda. Carlos Saúl Menem, en los 90, vuelve a la derecha los Kirchner representan al peronismo de izquierda.

-Muy pegados a la política de Hugo Chávez.

-Si uno saca la fotografía de los últimos 20 años, dice que el peronismo es de izquierda. Con Menem era de derecha. Y si gana Massa las elecciones, como probablemente suceda en el balotaje, veremos cómo aterriza suavemente a la derecha. El peronismo es sobre todo un conjunto de emociones y símbolos. Es mucho más emocional que racional.

-En Perú cuando se debía elegir entre Ollanta Humala o Keiko Fujimori, Vargas Llosa dijo que se votaba entre el cáncer y el sida. ¿Ustedes están en una situación parecida ahora con Milei y Massa?

-No soy votante ni de Milei ni Massa. Ambas son muy malas opciones. A mí me gusta ser respetuoso de la democracia porque creo que es un gran avance. Entonces, si el balotaje argentino es entre Milei y Massa, es porque dos de cada tres argentinos los votaron, los desean como presidente. Repito, son muy malas opciones, pero prefiero dedicar mi tristeza a pensar en qué pequeño es el tercio restante.

-Usted decía en una entrevista que Argentina está en un laberinto de repeticiones fallidas.

-Uno podría pensar que las búsquedas de la Argentina de Milei o de Massa irán más por una economía capitalista más clásica que la que intentó el peronismo en los últimos 20 años. Esa política, con una muy fuerte intervención del Estado, con un altísimo déficit estatal, desbocada emisión monetaria e inflación, es algo que la Argentina lleva muchas décadas. Entonces, me permito ser escéptico. ¿Quien gane las elecciones será consecuente con su discurso? No lo sé. ¿La sociedad argentina aceptará los sacrificios inherentes a salir de este laberinto? Porque implicará un enorme sufrimiento.

-Será muy complejo quitar los subsidios. Tienen muchos sindicatos y habrá una reacción.

Quiénes tienen trabajo legal tienen un sindicato fuerte que los defiende. Pero le diría,hay un tercio de la población que vive de subsidios estatales para desocupados, sin un sindicato que los defienda. Dependen solo de. la ayuda del Estado, es una situación extremadamente complicada. Cualquier dirección que se tome parece destinada al fracaso. Argentina da una sensación no solo de fracaso, sino de fatalidad. Le diría que hay poquísimas esperanzas aún entre los que eventualmente ganen las elecciones, de que las cosas vayan a mejorar. Es muy difícil vivir así.

-Argentina tiene a dos genios del fútbol: Maradona y Messi. ¿Se quiere más a Diego?

-Si hubiéramos tenido esta conversación hace cuatro años, hubiera estado completamente de acuerdo con usted. Sin embargo, los últimos años de Messi, por un lado, la inminencia de su retiro, sus éxitos con la selección, la gran deuda —deuda entre comillas, porque el pobre Messi no tenía ninguna deuda—, ese reclamo nacional lo satisfizo con creces. Eso se nota en la gente joven que no recordaba a Argentina campeón del mundo. La gente mayor tiene la ligazón con Maradona, pero los jóvenes instalaron a Messi en el mismo altar, de devoción, de gratitud, diría casi de idolatría, gracias a estos últimos éxitos.

-Lo de Maradona fue épico, ganar a los ingleses en el 86 que años antes les habían quitado las Malvinas.

-Es cierto que la Argentina de 1986 tenía heridas muy recientes, la dictadura, la derrota en la guerra de Malvinas. El lugar de Maradona, como médico milagroso, tiene una dosis emocional indescriptible. El Mundial del año pasado tuvo otro. La Argentina es una sociedad que tiene infinitos problemas, pero no viene de perder una guerra contra Inglaterra ni dictadura ni del terrorismo de Estado.

-La pasión marca al hincha, los de Boca vendían sus carros o perdían su trabajo para viajar a Brasil.

-En algunos países, Argentina es uno de ellos, el fútbol viene a ser como una suerte de religión, en tanto vehículo de salvación y vehículo de identidad. No creo que sea una buena noticia, pero tengo la impresión de que muchas personas sienten que su vida personal, familiar o laboral no vale nada, y su idea de trascendencia está depositada en un equipo de fútbol. 

-Usted decía que un triunfo es derrotar a la muerte. ¿Lo dijo en un momento de euforia?

-No, lo debo haber dicho como la falsa sensación que uno tiene cuando juega, cuando gana, se siente a salvo de la muerte. Es una sensación efímera y equivocada, pero la magia del juego reside precisamente en que durante un rato nos convence de eso.

La santería y las cábalas también están en esta religión.

Regresamos a esta cuestión de la trascendencia religiosa de algo tan profano como el fútbol, con el agregado de que supongamos, hay una serie de cosas en la vida que dependen de uno. Su trabajo, sus vínculos afectivos, la educación de sus hijos. Hasta cuando uno juega algo, le puede ir mejor o peor de acuerdo a cómo se desempeñe. Lo que tiene el fútbol profesional es que uno deposita la misma expectativa, pero no tiene nada para hacer. Uno sabe que no depende en absoluto de uno. Yo creo que las cábalas son como un intento fallido, pero imprescindible para mucha gente de sentir que está haciendo algo, que está ejerciendo algún tipo de control sobre algo que es totalmente incontrolable.

-Esto de la división por el fútbol es una cuestión latinoamericana y por eso nunca nos ponemos de acuerdo en nada.

-Me pregunto si es solo latinoamericano, porque cuando veo fútbol europeo, veo dividirse y enfrentarse de manera bastante fervorosa también. Me pregunto si no será algo más humano. Lo que tiene el fútbol es la facultad de exhibirlo. Entonces, el juego en general nos exhibe con un nivel de inocencia, de no fingimiento, que permite advertir cosas muy profundas de los seres humanos y no necesariamente cosas profundas y buenas, solo profundas.