José Luis Carranza: “Estamos presenciando nuestra propia extinción”
El artista exhibe la muestra de dibujos “Los cuentos bárbaros” en la galería Enlace, en San Isidro.
El artista estaba entre sus personajes, en el segundo piso de la galería Enlace. Allí exhibe la muestra “Los cuentos bárbaros”, una serie de 30 dibujos inspirados en la pintura de Paul Gauguin. Sus personajes son jóvenes, supuestamente están en una isla, algunos con el torso desnudo. Por sus ojos parecen resurrectos y, sin embargo, son enérgicos, vitales. José Luis Carranza (Lima 1981) intenta reflexionar sobre nuestra existencia y los tiempos que vivimos.
“Ante todo, vivo rodeado por muertos. Mi mundo está completamente amparado por los muertos. Entonces, solo pienso en mis grandes maestros, en los grandes espíritus que nos han precedido, por eso, en muchos ciclos pictóricos, hago citas, hago grandes homenajes a muchos maestros del pasado. Y, como es natural, muchos títulos terminan convirtiéndose en una especie de fetiche por la musicalidad de la frase o por todo lo que esto puede evocar, “Los cuentos bárbaros”, en el caso de Paul Gauguin, o “La casa del ahorcado”, de Paul Cézanne, por citar un par de nombres”, dice Carranza.
Y eso lo que ha ocurrido con esta muestra de dibujos. El artista, en un gesto de remisión, ha convocado a Gauguin.
Exposición Los cuentos bárbaros. Foto: composiciónLR
“A veces he tomado ese tipo de préstamos, tipo de coqueteos, digamos, con el espíritu de cada uno de estos maestros. Cogí el título de una de las últimas obras de Gauguin porque, creo, englobaba un poco el espíritu de toda la serie. O sea, toda esta serie tiene esa atmósfera húmeda, toda esa atmósfera confusa que solo se podría encontrar en el ambiente adecuado de misterios, en medio del bosque”, detalla el artista.
—¿Tienes vínculos con la selva? Casi siempre tus personajes están en un bosque…
—Irónicamente, jamás he visitado la selva. No conozco la Amazonía peruana. Y es una cosa muy graciosa porque me recuerda un poco también las circunstancias que vivía “El aduanero” Henri Rousseau, un hombre que nunca pisó las grandes junglas y sin embargo las pintaba de manera obsesiva, era casi como si las conociera de memoria. Pueda que me ocurra algo similar, pero en mi caso creo que está emparentado por estar cercano a las ciencias naturales, a la comprensión de las especies, al análisis de las especies desde un punto de vista científico, biológico, cosas que practicaba antes y se me ha quedado como una especie de tara o costumbre el analizarlo todo de esa manera. Por eso en mi obra hay, inevitablemente ese, tipo de citas.
—Hablando de anatomía, tus personajes tienen una muy particular.
—Los personajes que trabajo pertenecen a mi propio canon estético. Es decir, lo que para mí es bello. Entonces, eso me resulta bello, bello para trabajar, bello para ver un buen globo ocular expuesto, unos buenos maxilares fruncidos, casi exponiendo los colmillos…
—¿Y cómo entendemos o qué simbolizan ese tipo de ojos?
—Es una preparación anatómica de extirpación de párpados y membranas dejando expuesto el globo ocular en su entereza, que se muestra como una joya perlásea. Es un nácar puro y para mí es muy llamativo.
—Otra rasgo, tus personajes siempre son jóvenes…
—Claro que sí. Es el canon estético puro, además porque la juventud es una edad horrenda. Es un periodo de años horrendos, donde el ser humano es más peligroso en todo el sentido de la palabra. Todos somos peligrosos cuando somos jóvenes. Por ese lado voy, casi casi como animales soltados en la naturaleza sin ningún tipo de moral ni reglas.
—¿“Los cuentos bárbaros” en qué podemos asociar con la barbaridad de vida que llevamos ahora?
—Todos los que somos hombres del siglo XXI, que no necesariamente hemos nacido en este siglo, pero nuestra madurez se lleva a cabo en el presente siglo, somos testigos de un periodo particular de la existencia del ser humano. Entonces, estamos presenciando la gran epopeya de nuestra extinción. Y eso es fascinante, y es hermoso. Es completamente hermoso, es como presenciar una gran ópera o una puesta en escena de nuestro propio fin. Así nomás no se es partícipe de una extinción masiva, y el hombre lo es. Y es un gran mérito, y es maravilloso porque es lo que nos va a llevar al fondo del abismo y somos afortunado por ello.
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—O sea, ¿vivimos el fin?
—Sin duda y los estamos respirando y nadie se entera porque todo el mundo anda más obsesionado con el día a día y las cosas triviales de la existencia, triviales y deliciosas de la existencia. No condeno eso, para nada. El ser humano es así. Es un ser gozoso, pero destructivo. Entonces, al vivir todo este periodo grandioso, teatral, este periodo final, digamos, es inevitable pensar en una gran puesta en escena. Por eso, mucho de mis trabajos tienen un carácter teatral como si de pronto lanzara los proyectores sobre una gran escena, suponiendo que sea una escena del siglo XVII, una escena barroca, además, de destrucción, de gran caos, de gran anarquía. Me imagino todo como una gran puesta en escena. Esos son los tiempos que vivimos.
—Pero no so son los peores de la humanidad…
—Creo que ha habido tiempos más bárbaros. Cuando no existían los antibióticos, eran tiempos más bárbaros. Estos tiempos son gozosos, pero de una feliz extinción.
—Pero advierto miedos en tus trabajos…
—Absolutamente. El miedo es una cosa constante. Siento miedo desde que amanece hasta que anochece, pero para mí no es algo negativo. Es el perfume de nuestro tiempo. Me gusta oler el miedo. Me encanta oler el miedo y hoy en día los seres humanos sienten mucho miedo. Entonces, es parte también del teatro que estamos viviendo y estamos instalados en un palco completamente privilegiado y todo apesta a miedo.
—Sin embargo, tus dibujos no son tanáticos…
—Bueno, el asunto es que, dentro del pesimismo que supuestamente planteo, soy profundamente optimista. Como optimista creo en el día a día, creo en la energía del ser humano y su poder para decir yo estoy aquí, estoy destruyendo muy a gusto. Entonces, todo eso parte de nuestro trabajo como una especie. Es el destino de nuestra especie. Hay otras especies que han preparado el planeta, pero la labor de nuestra especie es destruir gran parte de la geografía actual.
—A pesar de que anuncias un apocalipsis, los colores de tus dibujos son luminosos, hay grises ni oscuros.
—En el caso de la obra en papel es como una especie de antítesis de mi pintura más conocida, grandes óleos, que tienen una materia más oscura, más tenebrosa, se puede decir más barroca, más teatral o más pomposa, no lo sé. Es una antítesis. Y es como un guiño adolescente a mis trabajos de hace 15 años atrás, cuando los colores eran más estridentes y las obras eran ejecutadas a muy corto tiempo. Antes ejecutaba grandes cuadros en dos tardes. Ahora demoro más. Es la reflexión de la edad, también. Uno se va volviendo más humilde, menos insolente y va comprendiendo lo laborioso del oficio y lo respeta más.
—¿Admites un ánimo barroco en tu pintura?
—Totalmente. La pintura del siglo XVII me interesa en profundidad. Tengo muchos maestros a los que vuelvo una y otra vez: Ribera “El Españoleto”, Velázquez, Zurbarán, Rubens. El siglo XVII se parece a nuestro tiempo. Era un tiempo de muchas preguntas, de mucha oscuridad, la Contrarreforma que cabalgaba en ese entonces y que engendraba tanta locura, tanto delirio, tanto salvajismo, que podemos comparar por algunos fanatismos de nuestro tiempo.
El dato
La Muestra. “Los cuentos bárbaros” se exhibe en Enlace Art. Camino Real 1123, San Isidro. Mayor información visitar la web de la galería: https://www.enlaceart.com/.