La voz de Antonio Gálvez Ronceros
Homenaje. Aquí un testimonio que nos devuelve al recordado autor de Monólogo desde las tinieblas, que nos habla de su rigor en la escritura y cómo así sus personajes, en el fondo, forman parte de la resistencia de la cultura afroperuana.
Por: Jorge Valenzuela Garcés
Aprendí, codirigiendo el Taller de Narración de San Marcos, con Antonio Gálvez Ronceros, una cualidad que, en estos tiempos, es escasa en los talleres de narrativa: la honestidad literaria. Antonio tenía la virtud de comunicarnos, como escritores en ciernes, el verdadero valor de nuestro texto. También el tino para que no tomáramos a mal sus observaciones. Antonio lo sabía muy bien: una crítica mal recibida podía liquidar a un escritor con talento cuando este no era lo suficientemente fuerte ante la adversidad.
Empecé a trabajar con Antonio Gálvez Ronceros en el Taller de Narración de San Marcos en 1998, cuando el maestro llevaba allí quince años. Fui primero su alumno y, después, con honor, su colega. Gálvez tenía amaestrados al humor y a la ironía, y en el taller sabía utilizarlos para amenguar lo que bien podía constituir una llamada de atención o reprimenda, sobre todo cuando de por medio se encontraba en juego aquello que Pound llamaba esmero o el cuidado que debíamos poner en su texto. Una serie de faltas de ortografía (imperdonables para él en el caso de un escritor) o el manejo impropio de una palabra generaban en él una indignación tan grande como la que puede producir una injusticia.
Esto, que puede parecer una hipérbole en el caso de Antonio, no lo era. Fuimos testigos de una intervención de media hora en la que defendió lo improcedente de una coma con la fuerza de un sindicalista.
En el taller de narración, Antonio explicaba a Rulfo y su andamiaje literario con admiración y devoción. En su verbo, la fragmentación del relato, los rompimientos espacio-temporales, la multiplicidad de puntos de vista, los regímenes de focalización, la ideología y el perfil de los personajes, se convertían en un discurso cuya transparencia nos seducía por la facilidad con que eran mostrados, pero sobre todo por la posibilidad de ser utilizados.
Debo reconocer que polemizar con Antonio era todo un arte. Al ser escritores de diferentes generaciones y con intereses literarios diferentes se entenderá el hecho de que no estuviéramos siempre de acuerdo en muchos puntos. Entendía que nuestros desacuerdos podían ser útiles a los alumnos, al punto que llegaba a sentirme cómodo discrepando con el maestro. Hoy, pasados los años, creo que ese fue el mejor legado que pudo dejarme, esto es, que el respeto del otro se gana en el diálogo enriquecedor, en la polémica alturada.
Libro del género ficción fue lanzada en 1975, escrito por Antonio Gálvez Ronceros: Foto: difusión
Para Antonio Gálvez Ronceros escribir era cuestión primordial y escribir llevaba al creador a experimentar seriamente con la vida. No en vano su participación en el Grupo Narración afianzó en él la confianza en la palabra y una identificación con los marginados. Allí tenemos ese breve monumento literario que es Monólogo desde las tinieblas en los que la oralización de la escritura es el recurso que le da potencia y belleza a su obra.
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En este sentido, la presencia de la voz es importante para comprender la obra de Gálvez Ronceros. Esa voz que monologa en sus cuentos es una voz que reclama ser escuchada. La elección de una escritura impregnada de una fuerte oralidad constituye, en su caso, una elección política. Por ello debemos observar a la oralidad como un instrumento de lucha contra el aislamiento, la marginación, el olvido y la muerte.
Oralizar el discurso escrito es devolverle a la escritura el elemento prístino de la comunicación: la voz. Gálvez insiste en el hecho de oralizar la escritura con el propósito de mantener viva la presencia de la voz, pero, sobre todo, de hacer patente el hecho de que la necesidad de comunicar un contenido urgente solo será satisfecha cuando este sea escuchado.
La elección de la oralidad en Gálvez Ronceros también responde al convencimiento de que, si bien hoy en día lo escrito y la oralidad constituyen dos sistemas de comunicación bastante diferenciados, esta diferenciación ha contribuido a la prejuiciada tipificación (prejuicio contra el que hay que luchar) que separa a las sociedades en modernas y atrasadas por el hecho de emplear la escritura o la oralidad.
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Gálvez somete a prueba, además, a través de la ficcionalización de la oralidad, las limitaciones de la escritura desimpregnada del efecto de la voz. Condenada en su origen a ser un medio para la conservación de datos, efemérides o cantidades, la escritura impregnada de la oralidad, asciende a un nivel de excelencia en que es posible advertir una gran vitalidad, la poderosa manifestación de sentimientos y estados de ánimo. Citemos de su cuento “¡Miera!”: “-Ponle ahí, Patora -dijo don Andrés-, que su boca es una miera, que su diente esota miera, su palaibra un montón de miera… Miera esa mula que monta. Miera su epuela. Miera su rebenque. Miera el sombreiro con quianda. Miera esa cotumbe de miera diandá mirando tabajo ajeno…”.
Al oralizar la escritura, Gálvez accede a la permanencia de la voz que, a pesar de la cárcel de la escritura, continúa viva. De este modo, su obra de ficción se convierte en testimonio de la resistencia de una comunidad.
Gálvez realiza el esfuerzo de recrear el habla afroperuana y mestiza, es decir, de reinventarla a través de las posibilidades de la ficción lingüística en la que se funda su creatividad. Citemos de “Monólogo para Jutito”: “A tu edá, Jutito, ditingues los pájaros po su canto y sabes quiárbole anidan. Decubres po su güella o po su guito lo animale venenosos que se edonden entre la yerba”.
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Otro aspecto relevante de la escritura oralizada es el empleo de una sintaxis simple que busca recrear aquella que empleamos en la lengua hablada. Ciertamente en la obra de Gálvez se produce una ficcionalización de la sintaxis oral, llena de imperfecciones y hasta de absurdos, para dar paso a una sintaxis correcta y fuertemente marcada por una precisa puntuación.
Gálvez también respeta el empleo de mecanismos que aseguran, por ejemplo, a través de la repetición, el acto de la comunicación. Debemos sumar a ello la utilización de un vocabulario simple, de uso cotidiano que sirve para configurar un mundo marcado por lo espontáneo, natural y candoroso.
Hoy, el maestro Antonio ya no está físicamente con nosotros, pero está. Está en sus cuentos, en sus crónicas, en sus consejos de escritor, en sus luchas que son las nuestras, las de todos los que, como él, amamos la justicia.