Cultural

Santiago Roncagliolo: “Seguimos siendo habitantes del siglo XVII”

El escritor acaba de publicar El año en que nació el demonio, una novela que hurga la Lima colonial cuyos vicios y taras se han extendido hasta nuestros días.

“Santa Rosa se puso el hábito de los dominicos y ellos protegieron esa causa porque iba a ser la primera santa de América Latina. Eso fue una jugada política”. Foto: difusión
“Santa Rosa se puso el hábito de los dominicos y ellos protegieron esa causa porque iba a ser la primera santa de América Latina. Eso fue una jugada política”. Foto: difusión

Alonso Morales es alguacil de la Santa Inquisición. Su madre, con arreglos, lo ubicó en ese lugar. Expulsado del tribunal; sin embargo, siempre estará cerca del poder virreinal. Alonso es el protagonista de El año en que nació el demonio (Seix Barral), novela de Santiago Roncagliolo que se ambienta en Lima de 1623. A propósito del informe de este inquisidor, Roncagliolo, en clave de thriller, ventilará, además de las intrigas del poder y el tema religioso, la situación de la mujer en la colonia, entre ellas la figura de Santa Rosa. Asimismo, el machismo, racismo y la corrupción. Pero también actitudes rebeldes, como de la abadesa del convento de Santa Clara, Mencia Sosa, o Jerónima, quien, no siendo blanca, llegó a ser monja. Una novela que nos muestra que somos monstruos desde siempre.

— ¿Miras a Lima virreinal y, en ella, un poco nuestro pensamiento, incluidas nuestras taras?

— Sí, una de las cosas que más me impresionaba mientras escribía la novela es que sentía estar escribiendo sobre el siglo XXI. La corrupción de los virreyes siguen siendo la corrupción de nuestros líderes; la inquisición ahora se llama cancelación. Cuando una mujer es violada, por ejemplo, todavía una parte de nuestra sociedad piensa que es culpa de ella. En muchas cosas seguimos siendo habitantes del siglo XVII.

— ¿Y por qué  elegiste un alguacil y que la historia de esta novela esté narrada desde su memoria?

— Mientras leía para esta novela, leí muchos de los procesos contra brujas de la Inquisición en archivos españoles. Lo que no quería hacer es una historia de gente que piensa como en el siglo XXI con unos decorados del siglo XVII. Me importaba mucho que el personaje piense y esté en el siglo XVII y todos los detalles te transporten al virreinato. Entonces, una de las de las soluciones que encontré es que la cuente el propio inquisidor que está investigando por qué ha venido el demonio y que sea un informe como el que yo estaba leyendo en un caso del tribunal, en España. Esto me obligaba a meterme en la cabeza del inquisidor.

— ¿Y buscar el lenguaje de una prosodia especial…?

— Bueno, eso también es como artificio. El primer borrador que yo escribí, con lenguaje de época, resultó completamente incomprensible. Había que escribir con un lenguaje que se parezca al de ese tiempo, pero que se lea ahora con placer. Y otra cosa que no hacían estos informes que leía era contar la historia del autor del informe. Los informes hablaban de las brujas, pero no de ellos. Por eso ahora resultan ilegibles, no tienen el bagaje del pensamiento de esa época. Para tenerlo, era necesario que el autor se hiciese visible y contase su propia historia. Y eso también implicaba un artificio dentro de la forma, meter a un narrador que cuente su propia historia. Contará la historia con su madre, con la Inquisición y cómo va descubriendo que él empieza torturando a los que son diferentes, pero descubrirá que él también es diferente.

— Va a descubrir que también es un monstruo.

— Siempre me ha interesado mucho cómo los monstruos son la encarnación de nuestro miedo a lo diferente. Tratamos de estigmatizar a los que no son como nosotros y lo mismo ocurre con las brujas. Las brujas son la encarnación de los miedos masculinos en la Edad Media. Encontré un manual de persecución de brujas del siglo XV en donde se lee: “si yaces con una bruja y no tienes potencia genital, no es culpa tuya, es culpa de la bruja; si poseído por el demonio, yaces con una mujer y produces un hijo en su vientre, ese hijo nos es tuyo, es del demonio”.

— En tu libro se lee: “Eva hace el trabajo de la serpiente…”.

— A mí me gusta problematizar, justamente eso. Llamamos monstruos... y qué pasa si tú eres también monstruo, como le pasa al protagonista. Lo que le pasa al protagonista me interesa que les pase a los lectores también. Alonso Morales se da cuenta de que él también es diferente e impuro y luego tiene que decidir si Rosa es una santa o una bruja.

— ¿Era difícil decidirlo?

— Era muy difícil, no había diferencias objetivas entre quién era santa y quién bruja.

— Los milagros parecerían bujería…

— Lo eran. A Rosa la hicieron santa, pero a mucha beatas, que eran sus compañeras y que hacían lo mismo que ella, casi las queman. Quizás la diferencia es que Rosa, que era iluminada, no era tonta. Se puso el hábito de los dominicos, con lo cual toda su fama y su popularidad las atrajo hacia ellos, y luego ellos protegieron esa causa porque sabían que la primera santa de América Latina iba a llevar en todos los retratos el hábito de su congregación. Eso fue una jugada política. 

— Había la “casa de las divorciadas”. ¿Era para proteger su virtud?

El único plan para una mujer en esa sociedad era ser esposa. La única función era producir hijos de un linaje comprobable. Había una cárcel para las mujeres divorciadas, pero también había ciertos escapes. Si quería ser santa, lesbiana, llevar una vida sexual activa, intelectual, cantar o cualquier otro plan era irse al convento. Había conventos que no dependían del obispo, sino de la congregación que estaba en Roma. Es decir, en la práctica no dependía de nadie y se convirtieron en repúblicas de mujeres liberadas.

— La abadesa Mencia Sosa es una figura liberadora de las mujeres.

Para mí es la reina de una república independiente de mujeres. Tan era así que los obispos mandaban a los ejércitos a tomar por asalto los conventos porque los escándalos de las monjas eran de leyendas. Pero abadesas, como Mencia, protegían a esas mujeres, a sus hijos, porque también parían dentro del convento. En el fondo, eran comunas de mujeres libres. Los conventos eran ciudades dentro de las ciudades. 

— ¿Rescata la guerra silenciosa de las mujeres en la colonia?

— El primer tema que me interesaba era el de Rosa y qué es lo que diferencia para que sea santa o bruja. Simplemente que un hombre de la Inquisición o del virrey lo decida. A partir de ahí empecé a ver los roles y papeles de la mujer en la colonia. Me pareció fascinante cuáles eran sus maneras de resistir a un poder aplastante. La propia Rosa y las beatas también representan una rebelión contra el poder.

— Alonso me recuerda a esos personajes que, sin mayores méritos, llegan a estar cerca del poder.

— Sí, para él va a ser tan dramático también descubrir que tampoco es alguien a quien el poder aprueba, pero, en realidad, no había muchas maneras más de hacerlo. Cuando llegaba un virrey, como ocurre en la novela, trae un séquito de 120 personas y a todas las ponía en puesto público. Si querías algún poder, no podías discutir los méritos de ellos. O tenías que casar a tu familiar con ellos.

— Eso era ser sobón.

— Claro, acercarte a la parte privada. Valen primos, cuñados, tíos, etc. Y ese es el origen de nuestra corrupción de hoy en día. Sigue funcionando así.

— ¿Y cómo ves el Perú en el poder de este Gobierno?

— Yo no sé. Lo que pasa es que ya no creo ni siquiera que el problema sea este Gobierno o el anterior o el trasanterior. Aquí todos los procesos han sido constitucionales. Si tenemos a la mitad del Congreso acusado de violación, acoso, robo, corrupción; si teníamos a un congresista más votado y ahora condenado por asesinato; si teníamos un presidente que dio golpe de Estado y luego dijo que no se dio cuenta porque lo habían drogado, o un alcalde que dice que va a combatir las lluvias con rezos, es porque los estamos eligiendo nosotros. Escucho que la gente dice que toda la culpa es la derecha o de la izquierda o de los caviares y va sonando cada 20 minutos y seguimos teniendo un sistema que no funciona. No se discute cómo se va a repartir la riqueza, cómo va a dar servicio el Estado, sino que discutimos quién se va preso. Y eso es mucho más grave que un partido u otro. Es un problema de una sociedad que ya no cree que pueda tener una democracia. Lo único que cree que es posible es callar a los que no les gusta, y a ver hasta dónde llegamos.

— ¿Y cómo salimos de esta situación?

Si lo supiera, sería presidente. Esta es una sociedad donde más del 70% de la economía no paga impuestos, y más del 80% de los trabajos son informales. Pides Uber y cancelas el servicio al subir a ver si se arregla contigo. Sobornar policías y funcionarios es una práctica normal. O sea, es fácil que nos gobiernen delincuentes porque nosotros somos también tan delincuentes como podamos ser y si no cambiamos nosotros como ciudadanos, tampoco vamos a esperar que nos gobierne gente mejor que nosotros. Así estamos.

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