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Cultural

Martha López Pinedo, la última guardia del bosque

La increíble y fascinante historia de una abuela amazónica que se encarga de impedir que mitos e historias de su pueblo Pebas sean olvidados. Se las narra a su nieto, el pintor Rember Yahuarcani.

Martha López Pinedo, cuando vino a Lima a ser distinguida por la Derrama Magisterial.
Martha López Pinedo, cuando vino a Lima a ser distinguida por la Derrama Magisterial.

Por Pedro Escribano

Como buena guardiana, estaba de pie. Había salido de su habitación del hotel. Se había puesto una corona y aretes de plumas. Una blusa negra dejaba entrever diseños extraños. Su falda exhibía trazos como enigmas. También llevaba collares de dientes, seguro de otorongos y ronsocos. Pero, como es natural, se había puesto medias y zapatos porque así manda la ciudad. Martha López Pinedo, una de las últimas ancianas del clan aymenu, había llegado a Lima.

Llegó a la capital porque la Derrama Magisterial ha querido reconocer su tarea de guardiana de la memoria de los aymenu con la Medalla Encinas, con la que suele distinguir a los grandes maestros del Perú. Martha López se la merecía. Ella en su comunidad de Pucaurquillo, en Pebas, Loreto, se encarga de recordar mitos y leyendas de su pueblo a sus hijos, nietos y a cuanto niño o joven que se le acerca. Impide que estos mitos desaparezcan o que los comuneros olviden cómo fue la vida, pro ejemplo, de exterminio y explotación, en la época de oro del caucho.

“No puedo creerlo. He volado como pájaro”, dice en perfecto castellano, emocionada de haber subido a un avión.

“Ya no quería bajarme”, agrega en voz bajita, riéndose.

Pero el trabajo de Martha López es muy serio. Además de tener un taller de artesanía en su pueblo, a donde llegan los turistas, ella se ha encargado, misma narradora de cuentos, de trasmitir sus historias a su hijo Santiago, un escultor autodidacta. También a su nieto Rember Yahuarcani, joven pintor y escritor autodidacta, cuyas pinturas se han expuesto en el Perú y en el extranjero.

“Mi pintura no sería nada sin los relatos que me cuenta mi abuela. Tampoco mis narraciones –explica Rember–. Ella nos narra con el fin de que nosotros también los contemos a los demás, pero igualito”.

El joven artista refiere que su abuela es supervisora de la autenticidad de lo que él hace, “es como una profesora que le dice al niño que así no se escribe. O sea, me corrige”.

Pero Martha López tiene toda la autoridad. Su historia personal es un río de sucesos. Nació en el camino, cuando sus padres hacían el viaje de La Chorrera a Pijuayal. En realidad, en pleno éxodo, pues su familia y los miembros de su clan huían de las matanzas que hacían los caucheros en la frontera de Colombia, una época de dolor y exterminio como también se lee en “Los sueños del celta”, la última novela de Mario Vargas Llosa.

Amor al origen

Martha López tiene una lealtad a sus orígenes, por eso su afán de que los mitos y leyendas y la historia de sangre que vivió su familia, nunca sean olvidados. “Yo no soy huitota, yo soy aymenu –explica la sabia anciana–. Mi padre me contaba que fueron los caucheros quienes le pusieron ese nombre a la comunidad de los aymenus. Como se resistían a los abusos de los caucheros, ellos los bautizaron ‘huitotos’, que es el nombre de unas hormigas grandes y negras”. Para ella, la historia ha sido así. Los caucheros inventaron una comunidad que ella, incansable, guardiana de la memoria, se resiste a aceptar.

Datos

Mamá grande. Martha López nació en el éxodo de su familia hacia Pijuayal, hace 76 años. Su hijo Santiago Yahuarcani es escultor autodidacta y su nieto Rember Yahuarcani, pintor y narrador, también autodidacta. Galardonada. Recibió la Medalla Encina junto a Matos Mar, Uriel García Cáceres y Roberto Cconislla Ochoa.