El último Mariátegui: Diego Lázaro, el bisnieto del Amauta que vive entre el hip hop y la poesía
A 126 años del nacimiento de José Carlos Mariátegui, una de sus raíces, su bisnieto Diego Lázaro, alarga su legado en el género urbano y alza una trinchera contra el correctismo político.
El legado de José Carlos Mariátegui, el pensador peruano que hoy cumpliría 126 años, sigue filtrándose. Lo hace a través de su bisnieto Diego Lázaro, de 28 años, quien no solo encarna con precisión quirúrgica los caracteres físicos y el espíritu insurrecto del ‘Amauta’, sino que transformó al género urbano, como el hip hop, dance hall, entre otros, en un instrumento para academizar a los inquilinos de los barrios más profundos - y desamparados - de Lima.
Pero Diego Lázaro no lo hace solo, lo hace guiado por la máxima mariateguista: sin calco ni copia, solo creación heroica. Así, bajo el yugo de la ruta del autodidacta, rompió fronteras hasta ser productor musical, cantautor y poeta urbano. Además, fue tecladista de la banda Amadeus X y Los hijos del Viento, donde se bautizó bajo el seudónimo de 148.beats, como en su momento lo hizo su bisabuelo cuando era un joven redactor del diario La Prensa: Juan Croniqueur.
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“La música siempre ha estado en mí, he vivido conectado con ella”, cuenta Diego Lázaro, después de dictar - a finales de enero del 2020 - un taller terapéutico nocturno en el que musicalizó 5 metros de poema del vate Carlos Oquendo de Amat. En sus primeros años de melomanía adoptó al rock como credo, cuenta, pero años después migró al hip hop porque se convirtió en un “campo de experimentación” donde podía “encontrarse consigo mismo”.
Diego es como una fotografía en movimiento de José Carlos Mariátegui. La diferencia yace en los tiempos vividos como también en la indumentaria. Mientras el primero carga una gorra snapback y un bling-bling, el segundo, fue visto pocas veces sin corbata de moño, solapa y peinado engominado. “El arte en Perú es un poco difícil”, cuestiona el productor musical. “Uno de mis objetivos es acercar el hip hop al ámbito académico”, detalla y no descuenta soberbia cuando asegura que “el rap es tan música como el blues y el jazz”.
José Carlos Mariátegui, a la derecha, y Diego Lázaro, a la izquierda. (Foto: composición LR)
Una de las estaciones más espinosas de su trayecto, añade, yace en la anticuada idea casi universal de que “la buena música tiene que ser laboriosa, virtuosa, y si no es así, es mala”. Y respecto a los viejos estereotipos, deja caer voluntariamente en el radar de los esnobistas una carta abierta sobre lo que es el rap: “sí es conciencia y pensamiento, pero también hay un estilo que solo busca divertirse”.
La tirria contra el correctismo político la muestra de pies a cabeza. En el caso del género del trap, por ejemplo, reconoce que “degrada a los hombres, a las mujeres y que exalta a las figuras de los maleantes”, pero también exhorta a los “puristas” a “entender que algunas canciones nacen donde eso está normalizado, hay que entender el contexto, antes de satanizar”.
Asegura que un autor debe plantar cara por su propia creación cuando es el blanco de un “rollo humanista o feminista”. No porque está en contra de éstas sino porque “uno vive su propia música en base a lo que le pasa; de su día a día, en las casa de tráfico o como trabajadora sexual; uno usa sus propias palabras, sus jergas”.
En esta última composición ‘Con las muletas puestas’ colaboró en el instrumental para el cantante demon odc. “Creo que nosotros los hiphoperos somos uno de los pocos movimientos que sigue el legado de Mariátegui y ese legado es el trabajo de base”, apunta. “Él, como el socialismo de Antonio Gramsci, tenía a las artes como un eje principal. Por eso, creó el Partido Socialista, no el Partido Comunista como muchos dicen”, articula con la sangre hirviendo.
“Nosotros trabajamos con la gente, con los jóvenes, y vamos con estos pilares artísticos, concientizando. Lo que hacían ellos [el movimiento de JCM] a principios de siglo, con los obreros, los sindicatos. Entonces creo que nosotros sí hacemos eso, continuamos con su legado”, extiende y enfatiza que “hay cosas que no se heredan, que no son parte del ADN”. "En todo caso, José Carlos Mariátegui no fue una herencia, pero sí una influencia”, sentencia.