El Túpac Amaru que venció a Francisco Pizarro
Guerra de retratos. Antes la sala de Palacio de Gobierno estaba presidida por un retrato equino del conquistador español, pero luego se cambió por la del inca rebelde. Desde entonces, ha habido Túpac Amaru para todos los gustos.
Por: Manuel Mesones Castelo
Cuando hablen de la Patria
no olviden que es mejor
sentirla a nuestra lado
que ser su salvador
por repetir su nombre
no te armas de razón.
Aquí cabemos todos
o no cabe ni Dios
Víctor Manuel San José
A propósito de los reportes con los que el Poder Ejecutivo informa a la ciudadanía sobre los avances en la lucha contra la COVID-19 en el país; me llamó mucho la atención el retorno a Palacio de Gobierno de un viejo cuadro de Túpac Amaru II a la sala del mismo nombre. A partir de lo anecdótico que puede ser la nómade vida de los varios óleos que se han expuesto en esa sala, intentaré hacer alguna reflexión sobre nuestra peruanidad. Sus luces y sus penumbras.
Desde la remodelación de Palacio de Gobierno realizada en 1938 y hasta 1972, la sala que hoy se llama Túpac Amaru se llamaba “El Salón Pizarro” y en ella se exponía un hermoso cuadro pintado por Daniel Hernández Morillo.
PUEDES VER Túpac Amaru II
Incluso, al inicio de la dictadura de Juan Velasco Alvarado, el cuadro de Daniel Hernández seguía en el mismo privilegiado lugar de dicha sala.
Sin embargo, en julio de 1972, luego de un fallido concurso de pintura, el General Velasco Alvarado interrumpió una sesión del Consejo de Ministros para retirar el cuadro de Daniel Hernández, colocando en su lugar una imagen de Túpac Amaru hecha por un aficionado a la pintura, el policía que formaba parte del cuerpo de seguridad de Palacio de Gobierno, don Néstor Quiroz López.
Un par de años más tarde, en 1974, la imagen sería nuevamente cambiada, esta vez por otra pintada por el Capitán del Ejército Mario Salazar Eyzaguirre.
Regresada la democracia y por casi de 30 años, ni las icónicas figuras de Túpac Amaru o de Francisco Pizarro, ni los óleos de Hernández o de Salazar fueron una prioridad para los gobernantes de turno, hasta que en el año 2003, el pintor Armando Villegas donó al Despacho Presidencial el cuadro que hasta hace poco ocupaba el lugar principal en la sala Túpac Amaru.
Resulta obvio que las razones que motivaron el ir y venir de óleos de Hernández y Salazar, en lo que fue el antiguo comedor de Palacio de Gobierno, obedecieron a motivos políticos e ideológicos, bajo la absurda idea de que el reemplazo de una imagen cambia la historia, o peor aún, como si el simple hecho de ocultar una imagen pudiera tener algún efecto en el destino de un país.
Las dos caras del Perú
Pizarro y Túpac Amaru, conquistador y rebelde, son parte de las muchas caras que tiene nuestra historia. Nuestra identidad de peruanos –nos guste o no– es el resultado de ambos personajes y de muchos otros, igual de contradictorios, de combativos, de ambiciosos, de míticos, de imperfectamente humanos.
Somos Pizarro y Manco Inca, somos Micaela Villegas y Amat y Junyent, Túpac Amaru y Mateo Pumacahua, Castilla y Rufino Echenique, somos Miguel Grau y Mariano Ignacio Prado. Nuestra complicada trayectoria como país no se explica sin nuestras figuras contradictorias.
En el año 2015, los dos icónicos óleos de Hernández y Salazar fueron rescatados de algún sótano de Palacio de Gobierno, y luego de restaurados fueron exhibidos uno al lado del otro en el corredor del primer piso de la Presidencia del Consejo de Ministros.
Uno al lado del otro, como tenía que ser, reconociéndose mutuamente como parte de una misma historia. Hasta que, nuevamente, en el año 2018, el Túpac Amaru de Salazar regresó al salón oficial de Palacio de Gobierno. Es decir, en el año 2018, después de 44 años, el Túpac Amaru de Mario Salazar regresó a su sitio de honor, mientras que el óleo de Daniel Hernández sigue esperando su oportunidad para volver al salón de Palacio de Gobierno del que fue desplazado hace 46 años.
Hoy, en medio de las mil preocupaciones derivadas de la crisis sanitaria de la COVID-19 hemos visto el sacrificio y la entrega de médicos, policías, militares, choferes, barrenderos, cajeros de bancos y miles de ciudadanos más; junto con la irresponsabilidad y la negligencia de quienes desobedecían la cuarentena y la distancia social sin razón alguna. Es decir, nuevamente hemos sido testigo de nuestras eternas contradicciones.
Todos sabemos que esta crisis pasará y, poco a poco, todos continuaremos con nuestras tareas para reactivar la economía y –ojalá– la celebración del bicentenario de nuestra independencia sea nuevamente una prioridad para el año 2021.
Espero que ese sea el momento para discutir sobre nuestra extraordinaria y contradictoria peruanidad, para reconocer que dentro de esas contradicciones es imposible reconstruir un país sin sentirnos parte de un todo, que arrastramos la misma herencia y somos responsables del mismo destino.
Quizás la gran lección que deberíamos sacar de toda esta crisis de la COVID-19 es que aun cuando nunca podremos resolver –u ocultar– nuestras contradicciones, debemos reconocernos como miembros de la misma casa y asumir como un imperativo la responsabilidad de proteger la vida de los nuestros, la salud y las oportunidades para todos. Creo que ese debería ser nuestro gran reto bicentenario: sentirnos parte del mismo contradictorio país; y permitirnos compartir –como ojalá ocurra con los óleos de Hernández y Salazar– la misma sala, el mismo honor, el mismo orgullo.
Fuentes:
Francisco Pizarro y Túpac Amaru en Palacio de Gobierno por Leopoldo Lituma Agüero. Revista de Historia de Arte peruano, Año 1, N° 1.
Imagen y Poder. La iconografía de Túpac Amaru. 1968-1975 por Leopoldo Lituma Agüero, en http://www.inca.net.pe/media/asset/401_INCA.NET.PE.pdf.
Revista Oiga (Lima, Perú). El Túpac Amaru de Palacio y su autor, N° 485 (July 27, 1972):10.