Cultural

Segura vs. Pardo: un duelo eterno entre tablas y tamales

A 214 años del natalicio del padre del teatro peruano, recordamos el episodio en que su eterno rival fue abordado por una mujer que le ofreció, muy a su pesar, un tamal en plena vía pública. ¿Le recuerda a algún episodio de la política moderna?

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Manuel Ascencio Segura no solo es considerado como el bate más importante de la época del costumbrismo, sino que además fue pionero del teatro peruano junto a quien sería su rival en las letras por el resto de su vida: don Felipe Pardo y Aliaga. Mientras Segura enarbolaba el espíritu democrático en medio de la turbulencia colonial, Pardo dedicaba horas a defender los actos aristocráticos y estaba del lado de la corona española.

Manuel Ascencio Segura era un idealista, un luchador que enrostraba con picardía los defectos del gobierno nuevo en las artes democráticas; mientras Pardo y Aliaga propugnaba el cambio social mediante la pluma y sin mayores encontrones con el poder de turno. Ambos amantes del Perú, aunque a su manera. El duelo entre ambos debió estar sellado por los hilos del destino desde su nacimiento.

Descendiente de la nobleza española, Pardo y Aliaga vio de pequeño como independentistas del Cuzco por poco y matan a su padre; mientras Segura desde la adolescencia luchaba junto al suyo para combatir del lado de los españoles. Sin embargo, éste último si se depondría del lado de los patriotas más adelante, mientras su rival se cobijaría en el conservadurismo de crítica hacia los criollos de la época.

Precisamente, luego de ocupar importantes puestos en la clase política de la nueva República, ambos encontrarían el fragor de su contienda en los puestos de periódicos. Pardo lanzaba su ‘El Espejo de mi tierra’ (1840) con el mimado niño ‘Goyito’ como protagonista de un cuento en el que criticaba la educación criolla.

En respuesta, el autor de ‘Ña Catita’ publicaba artículos para “Lima contra el espejo de mi tierra”, intercambiando letrillas satíricas sin para el deleite de los lectores de ambos. Y es que desde una posición social algo menos privilegiada, Segura y sus compañeros acusaban a Pardo de prejuicioso, conservador y pro colonialista; al tiempo que el conservador Felipe era severo crítico de las costumbres populares que consideraba ‘bárbaras y repelentes’. Luego se dedicaron “Los tamales” y su consiguiente respuesta, “Los tamaleros”. El duelo nunca terminaría.

De tamales… y chicharrones

Finalmente, la vida le daría la última palabra a Manuel, quien luego de presenciar en sus últimos años la muerte de su connotado oponente le dedicó algunas palabras de admiración, aunque nunca sin perder la acidez que los hizo hermanó en la historia:

“Querido Felipe, si uso el adjetivo calificativo «querido» para dirigirme a ti es por pura formalidad, porque, en realidad, debería llamarte «señorito». La muerte no mejora ni mata lo que fuiste en vida, Felipe, y eso lo sabes.”

Y continuó:

“…jamás olvidaré el papelón que protagonizaste al interior del Mercado de la Concepción, hecho bochornoso del que quisiste, en vano, hacerte el sueco: el mariscal Ramón Castilla acababa de investirte como Canciller y como tal estabas caminando con el porte de un príncipe godo cuando una negra tamalera te cerró el paso para ofrecerte probar un humeante trozo de tamal que extrajo, rauda, de la canasta de mimbre que llevaba con ella. Visiblemente incómodo, hiciste, con tu mano enguantada, un ademán de negarte a degustar su producto culinario, pero, dada la insistencia de la oscura vendedora, terminaste cediendo. Lo que siguió fue grotesco: ¡Le vomitaste en la cara a la negra, Felipe! ”

¿Le recuerda a algún episodio de la política moderna?