Laura Restrepo. Invitada por la FIL de Lima, ha publicado Los divinos, novela que expone de manera dura una historia de feminicidio basada en un hecho real.,Nuestro diálogo no podía ser de disfrute. Laura Restrepo ha publicado una novela dura en la que expone la crueldad del ser humano. Los divinos (Ed. Alfaguara) narra la historia de cinco amigos de clase alta, los Tuttis Fruttis, una suerte de hermandad que viene desde la niñez y a los que nos les importa mucho el amor y honor de las mujeres. Uno de ellos, el Muñeco, secuestra, viola y asesina a una niña pobre de 7 años de edad. Como dice Restrepo, su novela es una ficción que parte de un hecho real, como fue el caso del abogado Rafael Uribe Noguera, que estremeció a Colombia y al mundo. ¿Ha escrito una novela para embestir el machismo? Tú sabes que uno escribe por escribir. El único objetivo de la literatura es que yo escribo para que tú leas. Allí cumple su finalidad. Pero el tema de la novela es el machismo y el desprecio hacia las mujeres, que de forma extrema es el infanticidio, el asesinato, el rapto, la tortura y el asesinato de una niña. En realidad, tiene como caldo de cultivo un largo proceso de menosprecio y maltrato a las mujeres. Seguramente no aparece en los periódicos porque, digamos, es “tolerado” por la sociedad, pero tiene que ver con matonear a la mamá, menospreciar a la novia. PUEDES VER Marwan presentará “Mis paisajes interiores” en la FIL Lima 2018 Ha dicho que su novela parte del caso de Rafael Uribe Noguera, quien secuestró, violó y asesinó a la niña Yuliana Samboní, en Bogotá. La novela es de ficción, pero el detonante sí fue un crimen de la vida real. La prensa cubrió ampliamente el hecho real, hubo como la tendencia de llamar monstruo al asesino. Pero el director de medicina legal dijo: “A mí no me gusta que lo llamen monstruo porque de alguna manera eso nos disculpa. Lo aterrador no es que esto lo haya hecho un monstruo, lo aterrador es que esto lo hizo un ser humano”. Eso a mí me impresionó. Me puso en la tónica de lo que yo quería para mi libro y por eso puse el epígrafe de Michel Tournier que dice que esa palabra “monstruo” nos sorprende desde sus orígenes porque “monstruo viene de mostrar”. Yo pensé: si el asesino es el monstruo y es a quien se ve, yo quiero hacer una novela de lo invisible, de lo que no se ve. El crimen es la punta del iceberg. Yo quería hablar de todo lo que está debajo del agua. Dejó otros trabajos para ocuparse de este tema... Sí, yo estaba con otra novela, pero a mí, como a todos los colombianos, ese crimen me estremeció. La infinita desproporción de la víctima, su inocencia, su absoluta incapacidad de defenderse ante la prepotencia, la cantidad de privilegios en que había crecido el victimario. Esa desproporción creo que nos estremeció como sociedad. No solo era la brutalidad del hecho en sí mismo sino también la brutalidad de toda una sociedad donde el desprecio por las mujeres va acompañado por una invisibilidad absoluta de los pobres. Que plantee los cinco personajes, los Tutti Fruttis, ¿es una forma de exponer que este machismo es una suerte de educación sentimental en la familia, en la sociedad? Tú lo has dicho, es una educación sentimental. Y me interesaba mucho en la novela. Está, pues, ese hecho excepcional que a los propios amigos del Muñeco los estremece, los saca de su cotidianidad porque seguramente ninguno de los cuatro hubiera cometido un crimen así. Me interesaba mostrar las relaciones tan torcidas, tan duras que hay por parte de ellos frente a sus madres, hermanas, novias, sus esposas... Pero lo grave es que estos maltratos la sociedad los tolera y las hace invisibles. Uno de ellos le dice: “Tú no tienes cultura masculina”. Sí, ese clima contra la mujer es universal... Arguye que hay mujeres para irrespetar. -Claro, lo dice el Hobbit, el narrador. Nos dice que nos educan, desde el principio, en que hay mujeres que se respetan, como nuestras hermanas o las que van a las fiestas de nuestra clase, pero hay otras mujeres para irrespetar. ¿Y por qué de los cinco eligió a Hobbit como narrador? Porque se necesitaba a alguien que perteneciera al grupo y que lo conociera desde adentro y, al mismo tiempo, como es traductor, que es un tipo que lee, que escribe, es decir, tiene una visión crítica sobre los demás. Él sabe que es un poco distinto y los otros también lo saben. Ingresa al grupo un poco más tarde, es sensible al arte. Ese narrador me permitía a mí no tener que estar poniendo adjetivos y juicios de valor. Le dedica a cada uno un capítulo, expone su perfil... Como el horno en el que se va cocinando lo que va a suceder. Estrategia de la novela. -Claro, porque me interesaba. Obvio, el eje es el crimen que se comete, pero mi interés era saber cómo se iba preparando. Además, yo estaba hablando de un tema que se había difundido internacionalmente y no le iba a decir a los lectores las cosas que ya sabía y quién era el asesino. Entonces, me interesaba mucho más ver cómo se va gestando ese crimen en días previos del asesinato, del estado de ánimo del criminal, el dilema moral de sus amigos. Son toda una hermandad... Claro, ¿ahora se van a cubrir entre ellos las espaldas? Ellos se dicen, como humor, Tuttis para Fruttis y Fruttis para Tuttis, muy mosqueteros ellos, que suena a juego de niños, pero en realidad es un trato de clase. Hagas lo que hagas, yo te cubro la espalda, estamos para apoyarnos. Entonces, está el dilema entre mantener fiel a ese trato o delatar al asesino. Eso me ayudaba a perfilar a cada personaje en la medida en que la reacción en cada uno es distinta. Complicidad in crescendo... Sí, se ha mantenido en los términos muy infantiles que se plantea al principio, porque parte de las características de todos ellos es que son hombres adultos, son profesionales de éxito, pero su comportamiento sigue siendo muy infantil. Y muy infantil en un tema clave en la novela, que es un ego tan inflado y un hedonismo tan grande que es imposible contradecirle las propias apetencias. “Yo quiero, yo tengo, yo quiero, yo poseo”, que tiene mucho que ver con esta cultura del consumo en que nos movemos y en el terreno de la sexualidad un poco lo mismo, “yo la tengo, yo la poseo, yo la maltrato” como hace el Muñeco con la niñita “y lo hago porque eso me produce placer”. Piensa que como la niña es pobre, es nadie; nadie le va a pedir cuentas a él porque está la idea de que para los pobres la justicia no existe. Pero el caso estalló en Bogotá. Sí, estalló en todo el país, porque la familia hizo suficiente ruido como para atraer a la prensa. La novela, siendo ficción, tiene frases tomadas de la vida real que me impresionaron mucho. Yo cito algo que dijo la tía de la niña: “Él nos vio pobres, sabía que no teníamos educación ni dinero ni nada y que podía hacer con nosotros lo que quisiera, pero se equivocó porque para nosotros los hijos son sagrados”. Y la gente salió a la calle. Yo creo que también en parte porque la gente cree que a este asesino no le van a hacer nada. Y la sensación es que si no lo atrapan y lo condenan, aquí va a caer hasta el presidente. Todo eso puso en evidencia toda la crueldad y el desprecio de las mujeres por la estructura patriarcal que existe en nuestras sociedades, como tú los has dicho, esa educación sentimental. Una novela dura desde la conciencia de mujer, de género. Sí, claro, la escribí con mucha bronca porque como mujer soy muy consciente, a pesar de que no padecí esas imposiciones, pero sí veía el trasfondo. Siempre citas una frase: “Quieres ver un monstruo, mírate al espejo”. Sí, es de la fotógrafa norteamericana Diane Arbus, que buscaba personas que tenían deformidades físicas para retratarlas. La idea mía era esa, mostrar, pues no nos lavemos la manos pensando que el monstruo es ese. No, el monstruo somos todos. El monstruo es esta sociedad de la cual todos formamos parte y que allí toleramos el abuso, el menosprecio a los pobres, a las mujeres, al de otra raza como especie de jerarquía de la crueldad. “El feminicidio siempre ha existido, ahora solo se ha hecho visible” El crimen de Bogotá fue el 2016, el mismo año que el de La Manada. ¿Coincidencia? - Yo creo que no es coincidencia. Estos casos siempre suceden, pero ahora la gente sale a las calles y las mujeres están denunciando, y la prensa hace eco de las denuncias. Cuando escribí el libro, no sabía lo de La Manada y allí sí hay muchas coincidencias. En mi ficción, yo pensé en cinco amigos y los de La Manada son cinco y hay partes en la novela en que ellos mismos se definen como una manada, pues cuando eran niños se diseñaron un escudo en donde están pintados cincos lobos. Es que hay características comunes en este tipo de comportamiento de violencia grupal, muy infantil, muy de clan, “hago esto porque maltratar a los más débiles es mi carta de presentación”.