Para los fanáticos más acérrimos de Super Mario Bros es difícil encontrar una mejor época para su saga favorita que la que siguió al primer título del fontanero, cuando el género de plataformas alcanzó su máxima expresión. Si hay que hablar del juego más aclamado, el debate siempre estará entre Super Mario Bros 3 y Super Mario World.
Cuando Super Mario Bros se publicó para la NES en 1985, el buen recibimiento fue tal que la industria no solo se recuperó del gran crash ocurrido dos años antes por la debacle de Atari, sino que alcanzó cifras nunca estimadas en ventas. De repente, uno de cada cinco hogares en Estados Unidos tenía la consola y muchos la compraron por el juego del fontanero con bigote.
La expectativa por una secuela siempre fue alta, pero Shigeru Miyamoto tenía grandes planes para el género. Tras una segunda parte algo confusa de explicar por sus diferencias entre Japón y Estados Unidos (Super Mario Bros 2), la espera por Super Mario Bros 3 puede catalogarse como el videojuego más anticipado por los fans por entonces.
¿El resultado? Algo que muchos soñaban, pero pocos imaginaban: un título que mejoró exponencialmente casi todo aspecto que hizo grande al primer SMB. Más colores, más power-ups, más niveles, enemigos y jefes, nuevos conceptos como un mapa del mundo, trucos secretos, etc. De la noche a la mañana, Super Mario Bros 3 se convirtió, para muchos, en el mejor videojuego para la ya veterana NES.
Menos de un año después, los usuarios de la nueva Super Nintendo recibían otra joya más para probar la consola: Super Mario World, el primer juego de Mario que podía aprovechar las mejoras técnicas y gráficas de los 16 bits llegaba como título de lanzamiento. El videojuego superó por algunos millones a SMB 3 y, desde entonces, empezó el debate interminable para los fans: ¿Cuál era mejor?
La mayoría de fans coincidirá en alguno de estos títulos al momento de elegir la mejor representación de Super Mario en el formato que lo vio nacer: plataformas 2D con pantalla lateral deslizante. Pero podemos tomar ciertos puntos clave, tanto de sus desarrollos como de lo que ofrecen a los fans, para tener en cuenta qué tan diferentes pueden ser.
Super Mario Bros 3 fue uno de los últimos juegos lanzados antes de que la NES sea sucedida por la SNES, y también fue uno de los que mejor aprovecha el hardware de la ya añeja consola.
Por otro lado, Super Mario World fue un título de lanzamiento y, aunque su uso de nuevas tecnologías como el modo 7, el escalado y demás, fueron precisas, la Super Nintendo todavía tenía más que ofrecer (y se demostraría años más tarde con Donkey Kong Country, Star Fox y Yoshi’s Island).
La percepción de Super Mario Bros 3 para algunos usuarios en foros especializados lo relaciona con el mayor salto con respecto a SMB de 1985. “Después de todo, fue el primer refinamiento de fórmula básica, expandiéndola hasta límites insospechados gracias a sus power-ups, su mapeado no lineal, su soberbio diseño de niveles y asombrosa curva de dificultad con una banda sonora que puso el broche de oro”, señala un fan en un foro español.
“Super Mario World, en cambio, me parece más memorable por su colosal mundo repleto de secretos, las salidas alternativas y la inclusión de Yoshi, pero palidece por sus físicas que lo hacen bastante fácil de completar”, agrega.
El usuario MastaAwesome comenta en Reddit: “Mi parte favorita de los juegos de Mario es la exploración y búsqueda de secretos. Super Mario World fue la exploración personificada. Super Mario Bros 3 no te dejaba guardar cuando quisieras, haciéndote repetirlos completamente y no te permitía rejugar niveles tras acabarlas”.
“Sé que muchos dicen que SMB3 tiene más power-ups, pero la verdad es que la capa de Super Mario World puede superar al Tanooki Suit, y aunque haya más trajes en Super Mario Bros 3, los diferentes colores de Yoshi actúan como poderes secundarios, permitiéndote no tener que elegir entre diferentes habilidades, lo que da más libertad”.
Como ves, el debate entre qué título ofrece una mejor experiencia ha sido interminable desde que se lanzaron hace casi 30 años, pero, aunque los dos sean muy similares, es bueno tener claro en qué se diferencian para apreciarlos individualmente, pues ambos han envejecido bien y merecen ser revisitados en cualquier momento. ¿Tú cual prefieres?