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Política

Daniel Encinas: “Boluarte acumula diferentes fuentes de ilegitimidad, una de ellas es internacional”

El politólogo también advierte que la coalición entre el Ejecutivo y el Congreso, que busca controlar las entidades autónomas, tiene el objetivo de perpetuarse en el poder. "El ataque a la JNJ lo que puede permitir es un mayor control sobre el sistema judicial y afectar a los organismos electorales y, por lo tanto, la perspectiva de tener elecciones libres y limpias".

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Aprendizaje. Daniel Encinas sugiere recuperar experiencias opositoras en el Perú y afuera. Foto: difusión

El politólogo Daniel Encinas responde en esta entrevista sobre la actualidad peruana. Advierte que lo que está en juego en el caso de la Junta Nacional de Justicia son los resquicios de nuestro sistema democrático.

—¿Qué es lo que está en juego en el tema de la Junta Nacional de Justicia?

—Lo que está en juego son los resquicios de la democracia. Para mí, en el Perú ya no podemos hablar de una democracia, aunque tampoco estamos en el extremo de una dictadura. En el país hay una coalición autoritaria entre el Gobierno y el Congreso que avanza en un rumbo autoritario, pero todavía hay cosas en juego, como la separación de poderes. El ataque a la JNJ lo que puede permitir es un mayor control sobre el sistema judicial y afectar a los organismos electorales y, por lo tanto, la perspectiva de tener elecciones libres y limpias.

—¿Ese es el objetivo final del Congreso?

—Todo indica que ese es el rumbo autoritario. La coalición entre el Gobierno y el Congreso ha ido recortando libertades constantemente, acaparando y desmantelando instituciones como el Tribunal Constitucional y la Defensoría del Pueblo y desactivando entes de control como la Sunedu. Esta es una coalición anticiudadanía, que le teme a la ciudadanía, que la desprecia y que sabe que no puede contar con ella. La desaprobación tanto del Ejecutivo como del Legislativo es altísima…

—Pero igual siguen ese rumbo autoritario.

—Porque saben que mantener o acceder al poder de nuevo no va a ser posible sin el control de los organismos electorales. Todo esto está ligado con la narrativa que nunca se fue del falso fraude de las elecciones 2021.

—Varios describen una coalición autoritaria, pero pareciera que ponen en el mismo nivel al Ejecutivo y al Congreso, y me da la impresión de que en realidad el primero está subordinado al segundo. Le preguntaron a la presidenta Boluarte sobre la JNJ y solo atinó a decir que todos son investigables. A nadie se le ocurre a estas alturas que el Gobierno se va a enfrentar al Parlamento en temas como estos. ¿Qué piensa?

—Es un muy buen punto. Son funcionales. Al Congreso le sirve haber mantenido a Boluarte para que todas estas barbaridades y abusos que se están cometiendo tengan cierta…

—¿Ilusión de separación de poderes?

—Exacto. Hace ya varios años, Eduardo Dargent y Stéphanie Rousseau escribieron que el régimen de gobierno en el Perú ha cambiado. Plantearon la idea de que el Perú, en la práctica, se ha parlamentarizado, y esto es antes de Boluarte. Es un tema que viene desde el momento en que la mayoría fujimorista, en el gobierno de Kuczynski, empezó a utilizar mecanismos extremos de control de manera cotidiana. Y este proceso de parlamentarización se ha agudizado. No se ha detenido.

—Con la aquiescencia del Ejecutivo.

—Porque Boluarte cree que esa es su fuente de continuidad. Y debe estar preocupada de todas las investigaciones que podrían hacerle por las muertes durante las protestas sociales.

—Se le ha visto algo aislada a Boluarte en la visita a la Asamblea General de la ONU.

—Por supuesto…

—La Presidencia empezó a publicar fotos de encuentros fortuitos de ella con otros líderes para intentar hacer ver una agenda que, si bien no estaba vacía, era más bien modesta en comparación con la de otros presidentes de la región.

—Sí. Ha hecho un papel patético a nivel internacional. Boluarte acumula diferentes fuentes de ilegitimidad, una de ellas es internacional, porque hay Gobiernos, incluido el de Estados Unidos, que la ven ya con suspicacia. Pero otra fuente de ilegitimidad es ese desprecio popular, que había mencionado previamente. También hay que decir que es cuestionable si debería poder salir del país de la manera en que lo hace, con esta suerte de presidencia remota.

—Escribió que esta regresión democrática que vivimos en el Perú empieza en el 2016. ¿Por qué en ese año?

—Lo que ocurre en el 2016 es un desencadenante de procesos previos de larga data. Uno es la degradación de la representación democrática. No es algo nuevo. La dificultad de los partidos en el Perú para articular con la sociedad es histórica. Alberto Vergara y Rodrigo Barrenechea le han llamado vaciamiento democrático. Y ese vaciamiento tiene como fecha clave a partir del 2016. Pero el discurso populista de Pedro Castillo, su reivindicación de sectores rurales, andinos y la contrarreacción de odio, miedo y clasismo que vimos en el 2021 también es algo que importa para entender el momento en el que estamos. Hay una confluencia de la degradación política que fragmenta y debilita todo al mismo tiempo y luego un proceso en el que las élites reaccionan con odio y temor y se reagrupan a través de una mirada en la que reconocen a estos sectores excluidos como una especie de enemigo interno al que hay que disciplinar y reprimir.

—¿Cuál es el futuro inmediato que ve para el Perú?

—Lo que veo es toda la intención de mantener las violaciones sistemáticas a los componentes constitutivos de la democracia y de avanzar hacia la toma de los organismos electorales para comprometer las elecciones libres. Ese es el rumbo en el que está el país. Pero diría que hay que separar probabilidades de posibilidades. La probabilidad está en el descalabro, en el desorden y en la construcción autoritaria. Quiero decir, ¿qué materia prima tiene el Perú para ser una democracia estable? Prácticamente nada. Es un Estado débil, con partidos débiles, con una economía a la que ya no le va bien y un tejido social pulverizado por distintos procesos. ¿Qué debería existir en un país como este? ¿Una democracia o algo distinto? Esa es nuestra probabilidad. Y sin embargo hay dos posibilidades de que este rumbo autoritario se detenga un poco.

—¿Cuáles?

—Primero, la precariedad de la coalición. Para que un gobierno autoritario se mantenga con cierta estabilidad necesita de un discurso. Lo tiene. De ahí lo que decía del enemigo interno y la represión. Pero no tiene un pegamento institucional. Son partidos desorganizados, débiles, con incentivos diferentes. Y la segunda posibilidad es la cohesión que logre la oposición. Por el momento, es muy dividida. Incluso en las marchas hay agendas diferentes.

—Es que hay que aprender a ser oposición.

—Exacto. Hay que recordar lo aprendido durante el fujimorismo o en otros casos, que fracasaron o tuvieron éxito.