Por donde uno mira al Perú hay heridas. Hay heroes y antihéroes. Hay tragedias que se conocen y otras por conocerse. Hay muchas historias por contar y aún por reflexionar.
En días recientes, se volvió a traer a la memoria una autobiografía que dio mucho que hablar cuando fue publicada: Memorias de un soldado desconocido (IEP, 2012), de Lurgio Gavilán.
Terrorista, luego militar, luego cura franciscano, profesor, antropólogo. Sus diferentes vidas, en un intenso relato testimonial, impactaron y conmovieron porque allí, en esas páginas, se resumía prácticamente la trágica etapa de la violencia política en el Perú. Estaban allí, en un mismo camino, el trauma, la redención, la memoria. De niño de Auquiraccay a pequeño senderista, a soldado adolescente salvado por el teniente llamado Shogún, a joven clérigo franciscado, a investigador social.
Con todos esos elementos, todo estaba listo para una potente historia en el cine peruano. Y apareció Tatuajes en la memoria, dirigida por Luis Llosa, basada en las vivencias de Gavilán. Mario Vargas Llosa hizo el guion, adaptando el libro. Pero la cinta no recibió críticas positivas. No logra igualar, aseguran, la intensidad de la biografía escrita. Lurgio Gavilán aquí opina al respecto y se refiere a otros temas del momento actual.
Tengo entendido que has visto la película Tatuajes en la memoria ya tres veces. No te has cansado de verla.
Sí, la he visto tres veces y, mira, no me he cansado de verla. He visto a Rosaura (el personaje que la ayudó en el senderismo) y me gustaría escucharla otra vez. Y también me gustaría ver al actor Christian Esquivel que ha representado a Shogún (el teniente que le ayudó en el ejército). Ocurre que una mirada, una sonrisa, me devolvió esa vida.
¿Cuál es tu opinión sobre la película?
En líneas generales, la película me pareció bien. He visto las críticas en las redes sociales. Pero ha sido, como habíamos quedado, una interpretación libre del cineasta, no se ha ceñido al libro... En todo caso, el libro también tiene sus vacíos... Me parece bueno que se haya incorporado algunas escenas que no están en el libro, como las escenas de mi captura, por ejemplo. Me parece bien que aparezcan escenas nuevas. Sí, ocurrió como en la película, todo esos años que nos tocó vivir.
Hay quienes dicen que en tu libro hay mucha intensidad en el relato del niño senderista, del soldado, del fraile. Y la película no refleja esas vivencias con tanta fuerza y dinámica. Todo se reduce a buenos y malos.
Es posible. Cada uno puede interpretarlo. Yo he escuchado a familias con sus hijos que preguntan: ¿quiénes son los malos y quiénes son los buenos? Sendero aparece muy malo, el ejército también, aunque no tanto la iglesia. Escuché eso, estaban buscando a malos y buenos, porque quizás eso esperan en las películas.
¿Crees que el tema de la violencia está bien representada en el cine peruano?
De alguna manera está representada. Qué bueno que puedan hacer más películas, con talentos peruanos por supuesto. Que se pueda mirar con distintos enfoques. Cuanto más material hay, más nos ayuda a entender. La cinta de Llosa, Paloma de Papel, La Boca del Lobo, etc. nos presentan partecitas. Pero pienso que si hay más material sería bueno. Igual mi libro no lo es todo, son pequeñitas historias que me ocurrieron, pero hay otras historias que están por ahí.
Aparte de Llosa, ¿hay otra película que refleja bien la violencia que tan bien conociste?
He visto varias películas y pienso que todas son interesantes, es un arte, una manera de representar, de hacernos conocer. Pero tampoco nos va a educar o dirigir a un objetivo, no es así. Es para ver, entretenerse. Quizás la película nos puede ayudar a pensar y preguntarnos, polemizar, y eso me parece bien.
¿No sientes entonces que la película ha distorsionado tu libro?, ¿no lo ves así?
No es un documental, ¿no? Bueno, al final en los créditos aparece mi imagen, pero no es un documental, es arte. Es como una novela, como las de Mario Vargas Llosa, eso es.
La película Tatuajes en la memoria volvió a recordar el libro de Lurgio Gavilán. Foto: Iguana Films.
Por tanto, puede tener una versión libre.
Sí, una versión libre, pero sí lo que allí vemos ha ocurrido. Por ejemplo, Sendero Luminoso castigaba con la muerte cualquier acción como robar el pan. Está en mi libro que han ahorcado, eso ha ocurrido. Hubo otros tipos de asesinatos también y que no están en la película y no están en mi libro. Las violaciones también ocurrieron. Y el maltrato a los jóvenes... en la tropa hubo miles llevados a la zona de emergencia jovencitos, entre 16 y 20 años, y eso está narrado en mi libro. Ahí está documentado... No se puede resumir en una película, o en un libro...
Entiendo. Lo que defiendes es la historia.
Mira, alguien también criticó de esta manera: los de la película no tienen el acento, el tono, no hablan como los ayacuchanos. Pero yo me pregunto ¿cómo hablamos los ayacuchanos? No hablamos llorando. Hablamos también como peruanos. No hay que menospreciar... No tienen el acento, dijeron... No, yo creo que hay que mirar de distinta manera. Cada quien puede ver libremente la película. Y eso no quiere decir que yo quiero a defender a Luis Llosa, sus políticas de derecha... Yo celebro el arte.
Luego de sus reflexiones sobre el ecran, el docente de la Universidad San Cristóbal de Huamanga, especializado en temas de identidades indígenas, antropología política, violencia, migración y transformaciones de la ciudad, nos habla sobre sucesos políticos recientes.
¿Cómo crees que quedará Alberto Fujimori en la memoria colectiva del país?
El tiempo lo dirá. Hay que recordar que pasamos momentos difíciles en los 90 y aparece un tipo que no se conocía y llegó al poder. La historia lo dirá. Sí creo hay que decir que hemos tocado fondo... declararon tres días de duelo nacional. Un presidente que ha renunciado, que aparece en tanta corrupción, que renunció a la nacionalidad. No hay un mínimo de vergüenza. Y la primera mujer presidenta en 200 años de nuestra vida republicana, no hay vergüenza... Un solo dígito ha alcanzado. Hay desazón, decepción. Creo que no lo merecemos, hemos tocado el fondo moralmente.
Estamos superando todo límite.
Es verdad. Y quizás hay que empezar a cambiar nosotros mismos. Porque es muy fácil decir, el otro, los políticos, son los malos y yo soy el bueno. Hay que mirarse uno mismo, qué estoy haciendo por el país. Sí, ha cambiado el Perú, económicamente, pero la pandemia nos ha desnudado, en colegios, hospitales, muertes...
Lurgio Gavilán, que además de Memoria de un soldado desconocido escribió Carta al teniente Shogún (Debate 2019) y Perros y promos (IEP 2023), nos cuenta que alista otro libro, El Lobo, sobre su vida como fraile. “De esa experiencia solo tocaron un cachito. Quiero escribir más de la etapa en el convento franciscano”.
¿Hay mucha desconfianza en nuestro país? ¿Sientes eso?
Sí, así es... Hay una desconfianza tremenda en los políticos, se lo han ganado tanto. Por supuesto que también hay gente honesta en todas partes, en las comunidades mismas, en la universidad San Cristóbal donde trabajo hay profesores muy honestos... Y políticos también, periodistas. Pero creo que están los que no deberían estar en la política.
La autobiografía de Lurgio Gavilán refleja esa etapa cruenta y dolorosa de la violencia política en el país.
¿Hay desesperanza también en las regiones?
Sí, quizás más en las regiones. Hemos perdido la confianza y necesitamos recuperarla pues. Hay desconfianza, por la mentira, por no escuchar al otro, por terruquear al otro. No somos capaces de escucharnos, queremos oir solamente lo que queremos escuchar. Y las personas también quisiéramos actuar más, pero lo que pasa es que nos callan. Atrévete a hacer estas cosas y terminas encarcelado. Mucha gente se ha callado, pero hay tanta rabia, tanta cólera contra nuestros políticos.
¿La política está pervertida, dañada?
Sí, pero hay que decir que debemos empezar a cambiar desde la casa, desde la comunidad... Porque no solo ocurre en Lima, pasa incluso hasta en una comunidad campesina, etc. Hay una cultura que hemos aceptado y hay que desnormalizar eso. Hay que pensar, porque hemos dejado de hacerlo. Hemos dejado de reflexionar. Con tantas cosas que nos abruman en el día a día, donde hay que conseguir dinero para resolverlos, ya ni tiempo hay para pensar lo que vivimos.