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Política

Guillermo Nugent: “Buena parte de lo que hay que empezar a rectificar es que, en el país, no sobra gente”

Entrevista al docente de la UNMSM, quien elabora un análisis político y social de lo sucedido en 2021. “Todos los diseños legales y constitucionales han sido hechos sobre la base de un modelo de ciudadanía en el que mucha gente no entraba en el molde”, lamenta.

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A diferentes ritmos. Nugent señala que la escena política se mueve a una velocidad muy diferente a la del día a día de las personas que, finalmente, lo que desean es vivir en tranquilidad. Foto: Félix Contreras/ La República

Se terminó un año complejo, marcado entre otras cosas por la pandemia y un nuevo Gobierno que genera críticas y suspicacias. Guillermo Nugent, profesor de la Universidad Nacional de San Marcos, reflexiona en la siguiente entrevista sobre lo que representó el 2021.

Este año ha sido muy complicado. Tenemos un nuevo Gobierno que por diferentes circunstancias es objeto de críticas muy severas. Se ha insistido mucho en personalizar nuestros problemas en Pedro Castillo y, siendo verdad que es alguien con yerros, silencios y actuaciones sospechosas, el problema de fondo es más complejo. ¿No hay un problema de conexión entre los políticos y los ciudadanos? Siento a veces que este debate intenso como que anda muy lejano de la gente, que quiere llevar su vida en paz.

Esa es la parte central del problema: el temperamento de la escena política pública y lo que se puede apreciar en el día a día cotidiano claramente marchan en ritmos…

¿Diferentes?

Diferentes. Hay un desencuentro que posiblemente viene desde los resultados de las elecciones, que fueron inesperados, pero inesperados como expresión de esa desconexión. Si uno ve lo que cada uno de los candidatos dijo, uno pensaría en una polarización extrema. Pero en la vida diaria no era ese el caso, ni es el caso. Hay, ciertamente, momentos de violencia preocupantes, pero no que expresen la idea de un país partido en dos. Eso puede entenderse como una forma tendencialmente conservadora y otra tendencialmente progresista de decir que, bueno, queremos vivir tranquilos en nuestro país.

gente covid

¿Pero el contraste entre ambas opciones no hacía complicado que se imponga este ánimo de convivencia que usted sugiere?

Puede haber ánimos encontrados de convivencia, que es lo que vemos, más que la idea de un país fracturado por la confrontación. Eso existe al nivel de los discursos políticos, pero en la vida y demandas diarias, pues no era ese el caso.

Ánimos encontrados, pero convivencia, al fin y al cabo.

Así es, eso es lo que le quiero señalar. Ahora bien, una cosa es el ánimo y la aspiración de las personas y otra el desempeño de los líderes políticos. Cada uno, la oposición y el Ejecutivo, tienen dificultades para entrar en sintonía con este ánimo ciudadano.

En efecto, por eso le planteaba al inicio que quizás se ha personalizado demasiado la situación en Castillo. Y eso es por algo, por lo que representa él.

Ese es un tema muy importante. Por un lado, Castillo no es un personaje más, nosotros vivimos en un régimen presidencialista y la imagen del presidente es de particular atención. Y en la forma de enjuiciarlo se pueden distinguir o verse hasta dos perspectivas. Una es la confirmación del prejuicio, es decir, “¿ya ven? Era un así o un asá”. Y dos, hay una desilusión. Ahí no hay nada que se confirma. Es algo que pasamos por alto, pero es el primer Gobierno de izquierda que hay, ¿no? Democrático, quiero decir.

Castillo. "No se va de boca, pero habla demasiado poco". Foto: Gerardo Marín/ La República

Bueno, hay gente que colocaría al primer gobierno de Alan García como uno de izquierda.

Sí, sí. Pero, bueno, hay estas dos líneas de encarar la figura de Castillo: la confirmación del prejuicio y la desilusión que, en mi opinión, todavía es soterrada. Quizás un poco más de franqueza en esa desilusión no vendría mal.

¿Habría que hacer la desilusión más obvia, más patente? ¿Ser más honesto en la crítica?

Correcto, más honesto en la crítica. No tomar la actitud de la Iglesia con la pedofilia, digamos.

¿Qué actitudes de Castillo contribuyen con esta imagen que ofrece, incluso de desgobierno?

Hay ciertas cosas que son interesantes de destacar. Primero, llama la atención, sobre todo viniendo de la izquierda, que no estamos ante la figura del clásico político mesiánico, ese con un discurso encendido que señala que con él la historia cambia de un día para otro, casi como el primer Alan García. Pero, por otro lado, la verdad es que el señor tiene que dar una serie de explicaciones sobre reuniones poco claras que tienen que ver con el viejísimo tema de las licitaciones amañadas. Ahí hay una situación que no está esclarecida. No es un presidente que se vaya de boca, sin embargo, habla demasiado poco.

El presidente Pedro Castillo tuvo reuniones en casa de Breña. Foto: Presidencia/Captura de Cuarto Poder

No se va de boca porque no habla, digamos.

Así es. Y está obligado a hablar sobre ciertas cosas, como dar cuenta de sus reuniones, donde la imagen que queda es indebida por el conflicto de intereses que supone.

Leí declaraciones suyas en las que decía que la reacción contra Castillo es más gamonalismo que racismo. ¿Por qué?

Claro. Por alguna razón que sorprende, el término “gamonalismo” fue borrado de nuestro vocabulario político, pero no de las prácticas cotidianas. Cuando decimos en protesta “¿qué se ha creído fulanito o fulanita? ¿Que están en su chacra?” aludimos a esa cadena de despotismos cotidianos.

He escuchado -a varios- decir “este cree que sigue en Chota”.

Hay ese nivel de desprecio limeño, pero eso es un boomerang. Recuerde que cuando la señora Fujimori dijo “he tenido que llegar hasta aquí” cuando fue a Chota, eso le costó. Ese desdén es uno hacia cualquier parte del Perú que no es Lima y cae muy mal.

Keiko Fujimori durante el debate del sábado en Chota. Foto: AFP

La educación también ha sido complicada. El debate fue absorbido por la necesidad de la presencialidad. ¿Los niños y niñas de ahora llegarán en desventaja en unos años al mercado laboral?

Estos dos años han sido terribles para la universidad y sobre todo para el colegio, por el espacio de socialización que implica el local escolar para encontrarse entre iguales. Para niños y niñas es muy importante descubrir que existe un mundo más allá de la familia y eso ha quedado obstruido. Eso de por sí es grave. De otro lado, el acceso a la comunicación por internet debe ser reconocida como un derecho básico, ¿no? El tema del retorno a la presencialidad está mediado por los ministerios de Educación y Salud, pero no me parece que haya suficiente debate sobre este daño de niños y niñas encerrados entre cuatro paredes del mundo jerárquico familiar. El colegio es un espacio que complementa y estimula la socialización de las personas.

Finalmente, ¿cree que la sociedad peruana será diferente luego de estos dos años?

Como conclusión final, creo que es un dato interesante que en el curso de esta conversación no haya salido el bicentenario y, creo, eso es parte del problema de fondo. El bicentenario ha estado en un segundo plano. Habría que ver si es porque los legados de la república no interesan mucho en el presente o si porque no son como estar en un primer plano. Tenemos la relativa suerte de que el ciclo de la independencia en realidad llega hasta la batalla de Ayacucho, en el 24, pero sí me llama la atención la poca fuerza emocional del bicentenario como parte de una conciencia ciudadana. Eso es para empezar a discutirlo. ¿Es porque la ciudadanía es indiferente, poco cívica?

El Minedu pedirá carnet de vacunación a los profesores y personal administrativo que retorne a las aulas. Foto: Andina

¿Usted ve legados de la República a destacar?

Hay cosas importantes para resaltar y modificar, en simultáneo. La independencia marcó el comienzo de la república. En el Perú, a diferencia de otros lugares, es verdad que fue una independencia casi que arrastrando los pies. Había muchas cosas pendientes, dos fuerzas libertadoras que confluyeron. Hay un caso paralelo inverso que es el de Argentina. Los gobiernos de ese país se plantearon el problema de tener mucho territorio y poca población. Estaban obsesionados por poblar el país. En el Perú -y diría que hasta la fecha- el punto de vista dominante ha sido el opuesto: hay demasiada gente, hay gente de sobra. Entonces no podemos hacer una república porque sobran los indios y ese es un razonamiento que persiste en la actualidad. Por ejemplo, fíjese cómo se informan sobre los conflictos mineros, sobre Las Bambas. El sobreentendido es que, si no fuera por esta gente de las comunidades, Las Bambas iría como por un tubo. Pero hay esta gente que…

¿Fastidia?

Que malogra todo, que fastidia. Buena parte de lo que hay que empezar a rectificar es que, en el país, no sobra gente, hay que cambiar esta idea de los ciudadanos sobrantes. Uno incluso puede decir que lo de Alan García y la expresión “ciudadanos de segunda categoría” fue cierta gentileza, porque era algo más suave que hablar simplemente de los que sobran. Todos los diseños legales y constitucionales han sido hechos sobre la base de un modelo de ciudadanía en el que mucha gente no entraba en el molde. Y hasta ahora las instituciones funcionan de esa manera. Hay una palabra que es una categoría para eso: los informales, es decir, los que no entran en el mundo formal. Eso se arrastra desde el siglo XIX. Es la idea del ciudadano sobrante, que no es considerado parte legítima de la realidad. Y si pensamos así, quiere decir que tenemos una imagen muy pobre de nosotros mismos como colectividad.

Cobertura. Nugent cuestiona la forma en que los medios abordan los conflictos mineros. Foto: difusión

“Los que hacen política son los dueños de las universidades y no los estudiantes”

¿Qué piensa del Congreso?

Así como uno puede reprocharle al Ejecutivo distinto tipo de fallas, el Congreso como que se ha saltado tres o cuatro años y cree que estamos en el último año de un Gobierno desgastado que cae en cualquier momento. Uno siente un grueso error de apreciación del tiempo político. Desde el primer día han actuado como si se hubieran enfrentado a un Gobierno en fase terminal. Uno puede tener muchos reparos, hay muchas cosas por esclarecer, pero eso no se sostiene. Y, en ese afán, han descuidado mucho su labor legislativa.

Por eso, creo que el problema de fondo es nuestra clase política en general. Aunque decirle “clase política” suene más un exceso de entusiasmo mío.

Hay ahí algunos puntos a tomar en cuenta. Desde lo institucional, el dinero todavía tiene mucho peso para la inscripción de candidatos. Ha sido un avance importante el recorte de la publicidad comercial política, pero las reglas siguen postergando a candidatos más propiamente políticos. Y paso a un segundo punto, que es bien importante destacar. La política históricamente ha tenido dos lugares de formación: las universidades y movimientos estudiantiles y el otro los sindicatos. Y lo que tenemos ahora es un movimiento sindical muy precario y universidades deformadas a más no poder, despolitizadas, donde, curiosamente, los que hacen política son los dueños de las universidades y no los estudiantes. Es el mundo al revés.

Pleno Congreso

Por ejemplo, en Chile, acaban de elegir de presidente a Boric, que salió del movimiento estudiantil.

Y Kast también se formó en la política universitaria cuando era estudiante. Es que en esto no hay fórmulas secretas o desconocidas. O es movimiento sindical o es movimiento estudiantil. De ahí es donde salen los políticos de vocación. La política es una vocación muy específica. Así como hay gente que se dedica a ser administradores, programadores, también hay políticos, que no salen de la nada. No es que salen de la nada y que un día descubrieron que quieren ayudar a su país. Así no es, pues. Puede ocurrir que uno descubra su vocación política en una etapa tardía, pero generalmente es en la juventud, cuando uno anda pensando en sus proyectos de vida.

Es raro escuchar en jóvenes decir que quieren dedicarse a la política.

Bueno, es que la política se muestra como aquello que uno ve en el Congreso y por eso se ve como distante o como objeto de rechazo.