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Política

El Informante: Amargo despertar, por Ricardo Uceda

El procedimiento reservado para nombrar premier. Guido Bellido, uno de tres. La noche del 29 de julio. El germen de la confrontación. ¿Hay diferencias ideológicas entre Pedro Castillo y Vladimir Cerrón?

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La juramentación. Hubo críticas porque juraron varios ministros sin mérito o con una turbia trayectoria. El del Interior, por ser fiscal, fue nombrado ilegalmente. Foto: difusión

El presidente electo Pedro Castillo había acordado con Vladimir Cerrón, secretario general de Perú Libre, que el partido y la bancada parlamentaria participarían en decisiones fundamentales como la designación del primer ministro. Este no sería un invitado, sino alguien de la organización. Cuando la posibilidad de Róger Nájar fue descartada, luego de denuncias sobre una paternidad infamante, Castillo pidió propuestas y recibió de la bancada una terna de tres militantes. Guardó reserva porque cualquiera sería atacado. El nombre del electo, Guido Bellido, desató la tormenta.

El proceso interno no fue conocido por Nuevo Perú ni Juntos por el Perú, que habían aceptado participar en el gabinete. No pusieron condiciones para este apoyo. Tampoco era un secreto que el partido de gobierno quería a alguien de sus filas como premier. Ahora esto se discute, porque ofreció un gobierno amplio –sería lo mejor–, pero está en su derecho de trabajar con los suyos.

Los inconformes

El nombramiento irritó a los izquierdistas aliados de Perú Libre. Para ellos a Bellido lo descalifican su homofobia y una imputación por apología al terrorismo. Por otra parte, su trayectoria de radical intransigente desacreditaría los mensajes de moderación emitidos por Castillo ante el Congreso y la sociedad.

Para los derechistas, la aparición de Bellido confirma que el presidente intentaría enrumbar el país hacia un modelo autoritario socialista, traicionando la Constitución. Hubo un amargo despertar de los progres. Buena parte de ellos habían apoyado a Perú Libre contra Fuerza Popular ignorando el supuesto riesgo de que el país siguiera el camino de Venezuela o Nicaragua, o prefiriendo correrlo para evitarse la ofensa moral que experimentarían votando por la hija de Alberto Fujimori. Otros, incluso antifujimoristas, sí consideraron que había ese peligro y votaron por Fuerza Popular.

Además hubo críticas porque juraron varios ministros sin mérito alguno o con una turbia trayectoria. El del Interior, por ser fiscal, fue nombrado ilegalmente. Este problema acentúa la inestabilidad del gabinete, que podría ser censurado en el Congreso.

Castillo y Cerrón

Las sorpresas se explican por varios prejuicios. Antes del 28 de julio había la extendida creencia de que Pedro Castillo tenía una ideología diferente a la de Vladimir Cerrón, y que era más dialogante y concesivo. Esta ilusión no tenía ninguna base objetiva. Castillo suscribió el marxismo leninismo de Perú Libre y en su trayectoria ha demostrado ser tanto o más radical que el exgobernador de Junín. Uno es católico, y el otro, siendo ateo, no es antirreligioso.

Un segundo mito es que Castillo está supeditado a Cerrón como un títere. En realidad son aliados en el objetivo máximo de lograr la convocatoria a una asamblea constituyente. Ambos desean que Perú Libre gane las elecciones regionales del 2021 y ampliar la base popular del partido para lograr los dos primeros propósitos. Requieren un núcleo de ministros militantes firmes en una confrontación y alineados con objetivos políticos. Por ejemplo, alguien como Héctor Béjar en la Cancillería para reorientar la política exterior hacia una amistad con la órbita bolivariana. O como Iber Maraví en Trabajo para reconocer en 48 horas la federación magisterial oficialista. Y alguien como Guido Bellido, un líder de revueltas en el sur, en rigor sin vinculaciones con Sendero Luminoso –Castillo sí tuvo como aliados a dirigentes sindicales del Movadef–, y que no es menos homofóbico que Evo Morales, figura idolatrada por todas las izquierdas.

Los aliados

Estos nombramientos pueden ser abominables para muchos peruanos, o considerarse que sirven a objetivos antidemocráticos, pero no debieran sorprender. Por otra parte, hubo la ilusión de que Pedro Castillo se alejara de Vladimir Cerrón y fuera influido por dirigentes más moderados como Verónika Mendoza, de Nuevo Perú. Partió de una tercera idea, igualmente equivocada: que Cerrón les cedería el puesto. No fue así y no solo porque eran invitados. Perú Libre considera que estos aliados tienden al centro y que conciliarían con el gran capital. Sin embargo, ambos partidos tienen como objetivo máximo una nueva Constitución para cambiar el modelo económico, empoderando al sector estatal. Nuevo Perú sería amable con el régimen venezolano y toleraría el recorte de algunas libertades como la de prensa, aunque midiendo sus palabras para no parecer dictatorial, pues su imagen está asociada con derechos individuales, la protección del ambiente, la igualdad de género, banderas apreciadas por sectores medios y citadinos.

No fueron diferencias ideológicas sobre el modelo económico y régimen político las que impidieron que Mendoza candidateara por el partido de Cerrón en 2016. Ella no quiso ir con alguien acusado de corrupción. Y ahora tampoco las hay. Nuevo Perú está claramente representado en el actual gabinete, con Anahí Durand como ministra de la Mujer. De modo que este sector, moderado hasta cierto punto, no tiene una participación preeminente en el nuevo Gobierno, aunque pugnó para tenerla.

La juramentación

La noche del 29 en el Centro de Convenciones de Lima, cuando Castillo iba a juramentar a su primer gabinete, Pedro Francke, destinado al MEF, expresó su desacuerdo con la designación del premier. Hubiera requerido consultas, dijo, y objetó la imagen homofóbica y prosenderista que se había ganado Bellido. Castillo pidió opiniones. Aníbal Torres, propuesto para Justicia, opinó en el mismo sentido que Francke. Varios apoyaron el nombramiento, entre ellos Dina Boluarte, del Midis; Iber Maraví, de Trabajo; Juan Francisco Silva, de Transportes; y Ciro Gálvez, de Cultura. Intervino Cerrón, presente en el acto, para decir que si la vacilación continuaba no se iba a poder cambiar la Constitución, porque algunos buscaban la bendición del Congreso cuando debía darla el pueblo. Ciro Gálvez habló:

–Juramentemos todos, y si los señores no quieren, mañana se buscarán otras personas.

Francke y Torres se retiraron, pero aceptaron al día siguiente. El germen de la confrontación quedó sembrado dentro y fuera del gabinete.

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