
Hace algunos días aparecieron encuestas que sugieren que las cifras electorales pre 2026 se están destrabando. Para los periodistas es una buena noticia, ya que significa más novedades para comentar. ¿Pero podemos confiar en las encuestas a siete meses de las elecciones? Lo hemos hecho antes, ¿qué impediría hacerlo ahora? El proceso es costoso, y la opinión política positiva en el país es errática.
En realidad, nada impide sondear temprano. El grado de confiabilidad de las encuestas no parece haber cambiado mucho. Sí cambió cuando las encuestas nacionales pasaron a ser telefónicas. No es lo mismo ver al encuestador que escucharlo a la distancia. Hay la posibilidad de más consultas, pero ningún encuentro entre personas, y estas se vuelven algo menos confiables.
Antes del smartphone, los mapas encuestales tenían regiones más costosas que otras. Era el caso de ciertas zonas rurales, a donde llegar era un proceso lento y caro. En tales casos no se solía hacer consultas totalizadoras. De allí la idea de “Lima y once grandes ciudades”, un planteamiento básicamente económico. Era una idea de lo nacional que se prestaba a errores.
La tecnología ha ampliado el territorio de los sondeos. Pero algunas cosas no han cambiado. El llamado interior del país prácticamente carece de encuestas, de cualquier tipo. La excepción está en un puñado de instituciones universitarias que se dedican a hacer sondeos, siempre con fondos limitados. Esto influye en el Congreso y los gobiernos locales.
Más allá de que confiemos o no en ellas, ¿las encuestas muy tempranas alientan o desalientan un buen clima electoral? ¿Por qué se hacen? Crean la impresión de un interés ciudadano por opinar sobre candidaturas, aunque la opinión sea una fuerte indiferencia. También ventilan la imagen de los aspirantes menos conocidos. Es decir, mueven las cosas.
Sería un error suponer que el proceso electoral transcurre en las encuestas, o solo en las encuestas. La realidad electoral se genera en medios, redes y, sobre todo, en conversaciones entre personas, el famoso boca a boca. Los cambios pueden ser lentos o vertiginosos, previsibles o inesperados.
Conclusión: no es muy temprano. Siempre es bueno saber qué está pensando la gente, no solo sobre las candidaturas. En el caso de Dina Boluarte, los sondeos han servido para que nadie se equivoque. Siguen sirviendo para eso.

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