
¿Saben los que ven las noticias sobre la Franja de Gaza a diario, con interés o desgano, lo que es sentir, literal y crudamente, hambre? ¿Tienen idea los líderes políticos globales lo que es sentir mareos, sueño o desmayos por no comer durante horas o días? ¿Es consciente la comunidad mundial de la brutal hambruna que estamos presenciando en tiempo real?
Las imágenes, testimonios y cifras que vienen desde el terreno dolido de los hechos llaman a la urgente indignación. Según la ONU, más de 470 mil personas padecen “hambre catastrófica” en este lugar castigado sin piedad. Los más afectados, por supuesto, son los niños, de los cuales al menos 71,000 necesitarán ser tratados por desnutrición aguda en el futuro.
En el presente, los muertos por hambre o desnutrición ya serían 120. El doctor Mohammed Abu Mughaisib, de Médicos Sin Fronteras, ha relatado a Vatican News lo que está presenciando en Gaza: “En 3-5 días, los músculos comienzan a deteriorarse. El cuerpo sacrifica sus propios tejidos, incluso el corazón, solo para sobrevivir. Es en este momento cuando los niños dejan de llorar…”.
Además, hay miles de madres que no pueden dar de lactar bien a sus hijos. O que, tristemente, ya no pueden hacerlo. Lo peor de todo es que esta escandalosa tragedia no ha sido causada por una fatalidad del clima. Es la consecuencia de las despiadadas decisiones de Netanyahu, el primer ministro israelí, quien usa el hambre como arma de guerra, sin arrepentimiento alguno.
Incluso estos días, en una entrevista, tuvo el empacho de hablar sobre las hamburguesas que más le gustan, mientras en Gaza miles de personas cuentan los mendrugos que a duras penas alcanzan. Más de 100 ONG han alzado su voz contra esta política genocida, y en Tel Aviv cientos de personas salieron a protestar levantando carteles con fotos de niños desnutridos.
Ana Frank decía que el hambre no es un problema; es una obscenidad. George Orwell, que cuando no se come, solo se piensa en el día siguiente. Y Virginia Woolf, que no se puede dormir bien, ni pensar bien, ni amar bien, si no se come bien. Todo eso se le está quitando a los palestinos. Mientras cierta obesa indiferencia sigue cundiendo por el planeta.
(*) Profesor PUCP

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