
No suelo, en esta columna, referirme críticamente a personajes con nombre y apellido. Pero hay veces —y esta es una de ellas— en que el silencio resulta cómplice, cuando se está ante una grave amenaza. Que es lo que representa Rafael López Aliaga como político, “empresario” y pretendido candidato presidencial, aunque haya prometido que no renunciaría la alcaldía para ser candidato.
Estamos ante un lamentable dato de la realidad: pretensiones presidenciales de alguien que viene gestionando a Lima con improvisación, irresponsabilidad y apalancándose en la mentira.
La principal promesa de campaña de López Aliaga para la alcaldía de Lima en las elecciones de 2022 fue la seguridad ciudadana. Prometió erradicar la delincuencia en Lima, utilizando el eslogan "Delincuencia Cero". Hoy, en el tema de seguridad que destacó entre sus promesas, Lima está peor de lo que estaba cuando él empezó su gestión. Y su inacción no es irrelevante en ese resultado.
Sus ideas para lograrlo han divagado erráticamente entre poner macetas con plantas y luces blancas en zonas críticas, hasta aplicar un “Plan Bukele” —del que más adelante se retractó, mencionando que las medidas aplicadas en El Salvador no son aplicables en el contexto peruano.
En cuanto a obras de infraestructura, su gestión ha sido ampliamente criticada por improvisación y carencia de la más elemental planificación. La cacareada “Vía Expresa Sur”, sin expediente técnico, fue inaugurada solo como vías auxiliares al borde de un descampado, sin señalización. Los trabajos afectaron cables subterráneos, como lo ha denunciado Luz del Sur. Mientras, la obra de una verdadera prolongación de la Vía Expresa, algo muy necesario para la ciudad, no tiene cronograma, fechas claras ni proyecto técnico conocido.
Otra: la supuesta “playa artificial” inaugurada en 2023, consistió en añadir arena, con alto costo, a una piscina funcional. Resultado: fue dañada, hoy tiene problemas sanitarios y altos costos de mantenimiento. En 2024, intentó reubicar a los ambulantes de Mesa Redonda en el mercado “La Huerta Encontrada”. Y fue un fracaso: cero de planificación: lejanía, inseguridad y falta de clientela.
Por lo demás, la “obra” municipal no ha salido de “toques” cosméticos: pintado de puentes o de bypass o incluso de la Vía Expresa, como “logros” de infraestructura. Cuando son solo acciones cosméticas y sin impacto estructural alguno.
Para estas acciones sin planificación, muchas de ellas de simple “pasar la escoba” por la Vía Expresa, la gestión de López Aliaga se ha endeudado por más de S/1,200 millones, a una tasa de interés muy alta: más de 10%. Todo lo cual lo pagamos los vecinos. Operación ampliamente criticada por la falta de planificación y transparencia, así como por la irresponsabilidad fiscal. Pese a lo cual busca, irresponsablemente, llevar el municipio a un sobreendeudamiento de S/4,000 millones.
Más de la mitad de las obras que eventualmente serían financiadas con unos bonos no contaban con expediente técnico al momento de su aprobación. Por lo que parte significativa del dinero ha sido depositada en bancos privados pues los proyectos aún no están listos para ejecutarse. Los altos costos financieros, sin embargo, ya se están asumiendo. Ganan los bancos y … lo pagamos todos.
El Consejo Fiscal, organismo público serio que vela por la salud de las finanzas públicas, ha elevado una nueva advertencia de preocupación por el peligro de sobreendeudamiento que enfrenta la Municipalidad de Lima. En efecto, advierte que se compromete ingresos municipales por 20 años, y puede generar desequilibrios presupuestales que afectarán a varias gestiones futuras.
La incapacidad para el manejo fiscal y la gestión de obras se observa también en otros alcaldes de Renovación Popular (alias “Renovación Medieval”). Ocurre notablemente en Miraflores, cuyo alcalde ha demostrado una preocupante incapacidad de gestión. Al igual que Barranco. Obras como la mal hecha remodelación de la avenida Comandante Espinar o el puente que conecta Miraflores con Barranco, no solo han generado caos vehicular y afectado el entorno urbano por un tiempo absurdamente largo, sino que han tenido un impacto negativo en la conectividad y calidad de vida de toda la ciudad.
En resumen, la gestión de López Aliaga como alcalde, y la de su agrupación política, viene siendo errática e irresponsable. No hay planificación urbana ni resultado alguno a cambio de las fuertes deudas adquiridas.
Solo discursos estridentes, refacciones estéticas y contratos millonarios con carísimos despachos gringos de abogados para perder, en inglés, todos los costosos y mal conducidos juicios. ¿Quién demanda en Nueva York a una empresa domiciliada en otro país?
Fuera de los resultados de gestión – de mediocres a malos -, las palabras de López Aliaga están llenas de mentiras.
Ha repetido en todas las plazas que recibió una Municipalidad quebrada. Es mentira, la municipalidad reportó superávit fiscal en 2022, según datos del Ministerio de Economía y Finanzas.
Afirmó que las empresas de las que es propietario no debían a la SUNAT, cuando en realidad acumulaban deudas por varios millones. Pretexto: que no fue notificado de las deudas tributarias. Cuando la SUNAT le notificó centenares de veces.
Ofreció quedarse los cuatro años de la gestión municipal y no renunciar para postular a la presidencia. Muy probablemente, nos enteraremos pronto de que esto fue una mentira más.
Ha probado que puede difamar sistemáticamente, improvisar, mentir y, aun así, seguir gritándole “caviar” o “terruco” a cualquiera que señale sus incompetencias y mentiras. Su presencia en redes sociales se basa en eso: insultar, difamar y difundir odio contra todo aquel que lo critica.
Con ese expediente, pretende “dirigir” un país.
Puede parecer una caricatura, pero no lo es. Este personaje no es un meme. Y si había dudas, lo disipó todo al condecorar al ex cardenal Juan Luis Cipriani, a quien el Papa Francisco condenó y retiró por abusos sexuales. ¿Y qué hizo nuestro alcalde? Le dio la Medalla de Lima.
Es un síntoma grave de una sociedad que, agotada y atomizada, que puede terminar abrazando a su propio verdugo. Como ha pasado antes. Y como podría pasar otra vez.
El Perú no necesita discursos de odio, sobre endeudamientos irresponsables ni mala gestión. Necesita planificación, transparencia, decencia y Estado democrático. Un sujeto así no debería acercarse ni al archivo nacional; menos al poder.

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