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Opinión

Crecimiento económico: una mirada alternativa, por Kurt Burneo

“La historia de la humanidad nos muestra que el crecimiento resulta del progreso tecnológico, impulsado por el desarrollo de nuevas ideas”.

larepublica.pe
BURNEO

Un común entendimiento de los políticos, sea denominados de izquierda o de derecha, es lograr un crecimiento económico sostenido, o sea, que el Producto Bruto Interno crezca a lo largo del tiempo. Esta deseabilidad del crecimiento, desde hace buen tiempo, ha direccionado políticas públicas y expectativas ciudadanas. Probablemente, en mi opinión, con un grado de intuición importante, los ciudadanos reconocen la relación directa entre actividad económica y (demanda de) empleo, generándose, con la ocurrencia de lo anterior, una suerte de éxito colectivo. En esta breve nota veré con un poquito más de detenimiento estos asuntos.

Un tema más o menos conocido es que las posibilidades de crecimiento económico, en general, de un país dependen de variables como la inversión y la estabilidad macroeconómica. Lo que no lo es tanto es mirar el crecimiento desde dos planos, donde veamos el crecimiento no solo por la parte positiva —y más conocida del tema—, esto es, el mayor nivel de actividad económica, sus efectos directos sobre el empleo y la recaudación fiscal, sino que la mayor producción también implica subproductos no deseables, como el cambio climático y la destrucción medioambiental. Por otro lado, en medio de esto, observamos también el surgimiento de desarrollos tecnológicos cuya punta de lanza es —qué duda cabe— la inteligencia artificial y otros elementos constitutivos de estos desarrollos, como la biotecnología, los nuevos materiales, las impresoras 4D, la robótica, etc.

Los efectos disruptivos de esta combinación de elementos aún no son de difusión pública, tal como podría ser también lo que podría estar sucediendo con los efectos colaterales de las vacunas usadas para el tratamiento del COVID-19, que no son de conocimiento público, no obstante el tiempo transcurrido.

Líneas arriba decía que el crecimiento ha implicado también costos importantes en la forma de la destrucción sostenida de un activo importante, como es la afectación adversa sobre el medio ambiente. Ese costo se suele expresar en términos de claros deterioros medioambientales: el crecimiento nos conduciría también a un desastre ecológico. ¿O se puede pensar que es pura casualidad que los últimos ocho años han sido los más calurosos de la historia de la humanidad y que hoy el cambio climático se ha convertido en una emergencia climática? La reducción generada en esta suerte de dotación inicial de recursos, claro que compromete las posibilidades del crecimiento económico futuro, asunto que empieza a ser de mayor preocupación para más gente.

De lo expuesto, paradójicamente, el crecimiento económico tiene dos lados para ser observados: el deseable, que corresponde a una creciente economía triunfadora, y, por otro lado, a la vez generadora de problemas. En verdad, la búsqueda del crecimiento conlleva a buscar lograrlo, pero a la vez los costos implicados nos alejan de este, en una suerte de movimiento de trayectoria elíptica.

Entonces, ¿cómo podemos lograr un mayor crecimiento?

La historia de la humanidad nos muestra que el crecimiento resulta del progreso tecnológico, impulsado por el desarrollo de nuevas ideas. De allí que interrogarnos cómo hacemos para crecer más es muy similar hoy a preguntarnos cómo hacemos para producir más ideas. El crecimiento no proviene de utilizar más y más recursos finitos, sino de descubrir más y más formas productivas de utilizar esos recursos limitados.

Al final, la discusión sobre qué hacer para que el crecimiento económico sea sostenible en el tiempo va mucho más allá de la administración de recursos limitados. Por más eficiente que sea esta, resulta que la permanente incorporación de ideas innovativas en el manejo de estos resulta fundamental. Para esto último se necesitan mayores capacidades, pero los resultados en el crecimiento serán sostenibles en el tiempo.