En cuanto a viajes al exterior, en este Congreso el que no corre vuela. El presidente del Congreso vetó a sus seis colegas invitados a acompañar a Dina Boluarte a Beijing y otras ciudades. Pero un número regular de parlamentarios ha aterrizado en China desde hace meses. No necesitan a Boluarte ni a Alejandro Soto. Ellos solitos recursean sus pasajes.
Las informaciones sobre el veto evitan dar nombres, y tentativamente mencionan a portavoces. La idea es mantener el chasco anónimo. Pero sí han sufrido leves quemaduras la presidenta (no hubo significativa mayoría para aprobar su viaje) y el Canciller González Olaechea, a quien le tocaba proponerlos.
¿Qué significa esta petipieza? A quienes roncan en el Congreso no les gusta la imagen de independencia que proyecta Boluarte con sus viajes internacionales, cuando más de un congresista es abucheado en sus visitas al terruño. Cuando el viaje presidencial es afuera y de cierta importancia, hay que aflojar las riendas parlamentarias por un momento.
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Pero llegar a Beijing seguida por seis parlamentarios le resulta excesivo a la poderosa troika Fujimori-Acuña-Cerrón. Además el veto salpica al Canciller, que ya está sonando demasiado para el gusto del Congreso, y la troika siente que su influencia en Boluarte está creciendo, y empezando a ser desmedida.
La petipieza cumple un propósito adicional: quitarle parte del lustre a un viaje que se había convertido en una victoria política, y que le dará a la N°1 peruana una segunda oportunidad de brillar cuando llegue aquí el N°1 chino. Todo esto muestra el carácter ambivalente y esquinado del entendimiento entre Boluarte y el poder parlamentario.
El argumento de Soto para vetar a sus colegas ha sido la situación de austeridad en que se encuentra el país. Pero al mismo tiempo los parlamentarios se han estado repartiendo billetes sin el menor pudor, con el argumento de que legislar es un trabajo duro. Así, el aprecio de los ciudadanos es reemplazado con aumentos e impunidades.
Por su parte, Boluarte se está llevando de paseo a China prácticamente a toda su oficina de Palacio, con secretarios, asesores y otros. Allá tendrá a su servicio al embajador peruano y al personal de la embajada. Alguien tiene que escribir los discursos dados y descifrar los recibidos.