El éxodo de peruanos se ha producido a lo largo de nuestra historia contemporánea, con picos que están vinculados a la marcha económica o política del país. A mayor crisis, aumenta la migración de compatriotas, quienes consideran que pueden tener un futuro mejor en otra nación.
En la encuesta de IEP que publicamos en esta edición se establece que el 42% de consultados considera que en los próximos tres años piensan marcharse del Perú. Esta cifra, pese a ser muy alta, es algo menor que la arrojada en setiembre del 2022, durante los últimos meses del Gobierno de Pedro Castillo, en el que también participó Dina Boluarte como vicepresidenta y ministra del Midis.
La mayoría de quienes pretenden emigrar son residentes de zonas urbanas y especialmente jóvenes de 18 a 24 años, principalmente hombres.
Solo un 31% pretende salir del país en forma permanente. Hay un 64% que piensa retornar en un tiempo y el 61% de los encuestados señala que la motivación se encuentra en la situación económica o laboral. Los países preferidos para emigrar son Estados Unidos y España.
Son datos preocupantes para un país que está lejos de mostrar la luz al final del túnel; por el contrario, la realidad nos va mostrando que a medida que pasa el tiempo, las condiciones económicas empeoran. Así lo establece, por ejemplo, la evaluación crediticia de centrales de riesgo, que reduce nuestras expectativas. O la opinión vertida por el presidente del BCR, que observa que la economía está siendo conducida por el Congreso y, por tanto, no tiene un manejo técnico adecuado.
La partida de peruanos que deben reiniciar su vida lejos de su país es una tragedia no solo para la familia, sino también para un país que ha invertido en su educación, en su formación laboral y que va a perderlo, por no darle las condiciones básicas para vivir dignamente. Se trata de una partida que hay que lamentar y atribuir al Gobierno actual, que no protege el futuro de los peruanos.