En Perú, donde la anemia afecta al 43,1% de los niños menores de tres años, la fortificación del arroz emerge como una solución efectiva y rentable. Esta estrategia no solo combate eficazmente una de las principales deficiencias nutricionales del país, sino que también ofrece un retorno significativo de la inversión. Según el Consenso de Copenhague, la fortificación de alimentos es una de las intervenciones más costo-efectivas en salud pública, generando hasta US$27 en retorno económico por cada dólar invertido.
Además de mejorar las prácticas alimentarias, el acompañamiento familiar por agentes comunitarios y asegurar tratamiento para los diagnosticados con anemia, es crucial garantizar el acceso a alimentos ricos en hierro y otros micronutrientes esenciales. En Perú, alrededor de la mitad de los niños menores de tres años no alcanza el requerimiento diario de 12.5 mg de hierro. Para cubrir estas necesidades, es necesario que consuman diariamente más de 30 gramos de carne, pescado o pollo, junto con más de 25 mg de ácido ascórbico.
No obstante, el acceso a estos alimentos, típicamente más costosos, se ve dificultado por la creciente pobreza y el incremento en los precios de los alimentos. En este contexto, aunque los niños reciban tratamiento para la anemia en servicios de salud y se recuperen temporalmente, es probable que vuelvan a ser anémicos si no continúan recibiendo suplementos de hierro o mejoran su dieta para satisfacer sus necesidades diarias de este mineral.
Por estas razones, la fortificación de alimentos es una estrategia crucial en Perú. Esta intervención, segura, eficaz y rentable, ha sido universalmente aceptada y no requiere cambios en las prácticas dietéticas. Implementada globalmente durante más de un siglo, especialmente en países desarrollados, la fortificación ha demostrado resultados notables en Perú también. Desde 2005, las harinas de trigo están enriquecidas con micronutrientes, y desde 1969, la sal se ha yodado, logrando una reducción significativa en la incidencia de enfermedades como el bocio y defectos del tubo neural.
Estudios y revisiones sistemáticas han demostrado que la fortificación de alimentos con hierro y vitaminas incrementa los niveles de hemoglobina y reduce la anemia, beneficiando especialmente a grupos vulnerables como niños y mujeres embarazadas.
Evidencia de ensayos controlados aleatorizados indica que la fortificación con hierro disminuye la prevalencia de anemia en un 34%, aumenta la hemoglobina en 0.42 g/dL, eleva la ferritina sérica en 1.36 µg/L, y reduce a la mitad el riesgo de anemia y deficiencia de hierro.
Además, un estudio sobre la fortificación de harina de maíz con hierro en Costa Rica mostró que la implementación a gran escala redujo las tasas de anemia en niños del 19% al 4% en diez años.
La fortificación del arroz, el cereal más consumido en Perú, se ha consolidado como una estrategia clave para combatir la anemia, especialmente dado que el 83,2% de la población lo consume diariamente. La tecnología de vanguardia empleada en este proceso garantiza que ni la cocción ni el lavado comprometan los nutrientes añadidos. En Perú, se utiliza pirofosfato férrico micronizado por su color blanco, ausencia de efectos gastrointestinales, bajo costo y alta biodisponibilidad. Este compuesto, junto con otros micronutrientes, se integra en granos de arroz que se mezclan con el arroz convencional para asegurar una distribución efectiva de los nutrientes.
Estudios en India, Filipinas y Brasil han demostrado que el arroz fortificado mejora significativamente la ingesta de micronutrientes y reduce la anemia en niños. En India, un año de consumo de arroz fortificado resultó en una reducción del 8% en la prevalencia de anemia moderada a severa entre niños de 6 a 15 años. En Brasil, tras 18 semanas de consumo semanal, la anemia en niños de 10 a 23 meses disminuyó en 7 puntos porcentuales. Basándome en estos resultados, he proyectado que, en Perú, si el 20% de los niños de 6 a 36 meses consumieran arroz fortificado, la prevalencia de anemia podría reducirse en 5 puntos porcentuales; con un 50% de consumo, la reducción sería de 10 puntos; y con un consumo universal, de 16 puntos. Este efecto podría ampliarse si las mujeres gestantes también incluyeran arroz fortificado en su dieta. Esta evidencia subraya la necesidad de fortificar todo el arroz comercializado en Perú para alcanzar un impacto significativo en la salud pública.
Desde 2018, el Programa Mundial de Alimentos de Naciones Unidas ha respaldado a Perú en la implementación de arroz fortificado, iniciando con la generación de demanda mediante estudios piloto. Un hito importante de esta colaboración fue que el CENAN estableciera en 2018 la fórmula para los multimicronutrientes del arroz fortificado peruano. Posteriormente, en 2022, se promulgó una ley para la fortificación del arroz, y en 2024 se publicó un reglamento que exige a los programas sociales alimentarios distribuir arroz fortificado.
Gracias a estos esfuerzos, en 2023, más de 150 molineros se registraron para producir arroz fortificado, y el Programa Nacional Qali Warma distribuyó 24.000 toneladas de arroz, beneficiando a aproximadamente 3,5 millones de escolares.
Implementar la fortificación de arroz en Perú ofrece una oportunidad sin precedentes para abordar la anemia y otras deficiencias de micronutrientes, mejorando significativamente la salud de la población, especialmente de niños y mujeres.
Además, promueve un futuro más saludable y próspero, siendo una inversión estratégica con prometedores retornos económicos y sociales. Con el apoyo de productores, molineros y comercializadores, y la promoción activa de los Gobiernos regionales y la sociedad civil, Perú está bien posicionado para universalizar el consumo de arroz fortificado y superar las altas tasas de anemia.
Columnista invitado. Autor de contenidos y de las últimas noticias del diario La República. Experiencia como redactor en varias temáticas y secciones sobre noticias de hoy en Perú y el mundo.