El Apra cumple hoy su primer siglo en medio de una crisis en la que se hundió tras la segunda presidencia de Alan García y de la que aún trata de salir.
Una placa en el Antiguo Colegio de San Ildefonso, en la plancha del Zócalo, al costado del edificio del gobierno de la Ciudad de México, que se puso en una visita de García en marzo de 1987, durante su primera presidencia, recuerda el momento en el que Víctor Raúl Haya de la Torre fundó en ese recinto, el 7 de mayo de 1924, la Alianza Popular Revolucionaria Americana.
El Apra ha sido, para bien y para mal, un partido crucial en la historia peruana, con jornadas históricas en las que se fue construyendo la política del país del siglo pasado, mutando por posiciones ideológicas muy distintas.
Desde posiciones radicales en su origen —en 1982, en la revista Debate entrevistamos a Armando Villanueva, quien ante la pregunta de con qué grupo de la extrema izquierda se habría sentido más cerca el Apra del año 30, respondió: “Sendero Luminoso”—; hasta volverse un partido de derechas.
El Apra tuvo momentos de gran poder, en la clandestinidad y en la legalidad, alrededor de la figura portentosa de Haya de la Torre, quien sin llegar a palacio tenía gran influencia, o cuando él presidió —ya al borde de su muerte— la asamblea constituyente de 1978, o en las dos presidencias de Alan García.
La primera (1985-1990) fue un fracaso gubernamental peor incluso que el de Pedro Castillo, produciendo una catástrofe general con la segunda hiperinflación más larga de la historia mundial, una caída de la producción de 30% y la quiebra del estado peruano; y la segunda (2006-2011) en la que hubo crecimiento económico y reducción de la pobreza importantes.
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En ambos regímenes, sin embargo, dejó una estela de corrupción que el Apra arrastra hasta hoy y que oscurece su futuro. Lo cual explica su extinción parlamentaria y un distanciamiento del elector que aún trata de recuperar.
Una encuesta reciente de Ipsos le da números interesantes sobre su futuro, pero no lo logrará si el Apra insiste en las mismas figuras de antaño y en el recuerdo de García, sino en jóvenes que no actúen como sus imitadores para construir un discurso nuevo que enganche con la juventud del Perú de hoy.