Algunos dirán que Magallanes (2015) es la gran película de la productora peruana Tondero, pero la cinta de Salvador del Solar se hizo entre cinco empresas de tres países distintos. Volando en solitario, Chabuca es 100% de Tondero, costal de arena favorito de la crítica local por sus comedias tibias y por su grupo repetitivo de actores que conforman lo que el conspiracionismo cinéfilo local denomina “la argolla”.
Chabuca, que cuenta la vida del actor Ernesto Pimentel y de su personaje más conocido, la Chola Chabuca, es la gran película de Tondero, y habría que ser muy mezquino para negar que la de Sergio Armasgo es una de las grandes actuaciones masculinas peruanas de este año. Chabuca se apunta otros logros importantes en diseño de producción, dirección de actores y varios rubros más.
Jorge Carmona, su director, demuestra en este filme ambición, vuelo artístico y mano firme para sacarle a la producción de Miguel Valladares quizá el filme que este no esperaba pero que ahora agradece. Chabuca pudo ser otro biopic mediocre y olvidable con momentos lacrimógenos y un número de baile en cámara lenta para el cierre; ahora se vuelve referente y eleva la vara de la casa que la hizo posible.
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No todo es perfecto: se nota que las necesidades expresivas de Carmona no siempre estuvieron acompañadas del presupuesto ni de los recursos técnicos que hubiera querido. Pero las grandes ideas y aciertos están ahí.
También hay que recalcar que vemos la versión de Pimentel de las cosas y quienes recordamos algo de los titulares y coberturas de su turbulenta relación con el bailarín Alex Brocca –acá presentado como un conflictivo amante-sanguijuela– nos quedaremos con varias dudas. Brocca es transformado en André (Miguel Dávalos), en esencia el villano del filme. Pimentel (Armasgo) es un joven migrante que asciende desde una casa en el arenal y la subcultura gay limeña a estrella de la televisión. Siempre bueno, siempre trabajador, cuida de su abuela y su único lado oscuro es su ¿amor? por André. El filme toma postura incluso de quién le pasó el VIH a quién.
Carmona va más allá de los límites Tonderiles para contar Chabuca. Así, su película pondrá a prueba la tolerancia LGTB versus la homofobia rampante de una sociedad cada vez más conservadora. Queda por ver la reacción al desfile de drag queens y a la inmersión el mundo de la Lima gay de los noventa, sumados a los momentos de cama y el despertar sexual en pantallas entre jóvenes homosexuales –el de No se lo digas a nadie era otro Perú.
Mención aparte para la gran Haydeé Cáceres como la abuela de Pimentel y la sorpresa de ver una representación, digamos, extremadamente favorable, de Magaly Medina. Chabuca merece verse.