Si medimos la producción adecuadamente; es decir, si incluimos en ella no solo el valor de lo que se produce, sino también del daño que se hace, por ejemplo, al medio ambiente o a la salud como resultado de dicha actividad, entonces tendremos un entendimiento razonable de qué actividades son efectivamente productivas y cuáles no.
La economía nos enseña que aquellas actividades que tienen efectos negativos sobre, por ejemplo, la salud o el medio ambiente pueden ser reguladas para compensar o minimizar estos efectos. Hay diferentes formas de regular; por ejemplo, se puede establecer un impuesto compensatorio sobre algunas actividades o también se pueden establecer ciertos controles o limitaciones a la producción de ciertos bienes.
La regulación dependerá del conocimiento que se tenga sobre los efectos negativos asociados a una actividad. Por ejemplo, hoy sabemos que el consumo de cigarrillos genera efectos negativos sobre la salud, efectos que no eran considerados en el pasado (aunque siempre existieron). Por ello, hoy, se imponen altos impuestos a la venta de cigarrillos (además de campañas públicas para hacer conocidos estos efectos negativos) para reducir su consumo.
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Si se opta por establecer controles o límites a ciertas actividades, estos también dependerán del estado del conocimiento sobre los efectos negativos de la actividad en cuestión. Así, por ejemplo, en casi todo el mundo se imponen controles de calidad sobre la fabricación de medicamentos y alimentos para asegurar al consumidor que no se le está dando gato por liebre.
En el caso de minería formal, hoy en día, la legislación peruana considera los efectos sobre el medio ambiente y la salud que genera la minería, y los regula cuidadosamente. Esto no era el caso en el Perú del siglo pasado. Fue esta minería, que casi no tenía estándares ambientales y por tanto no podía “cumplirlos”, la que le dio origen a la mala reputación de la que hoy hacen uso activistas antimineros para oponerse a cuanta mina exista.
La legislación peruana hoy no es significativamente distinta en estándares ambientales que la de Australia, Canadá y EEUU, países en los cuales la preocupación por el medio ambiente es muy grande. El tremendo aumento (casi se triplicó) en producción minera peruana que se ha dado en este siglo es producto de inversiones mineras a las que se les exige que cumplan con estrictos requerimientos ambientales y de salud.
Siendo esto así, debemos preguntarnos: ¿vamos a dejar de utilizar nuestra riqueza mineral para aumentar el bienestar de todos los peruanos? O mejor aún: ¿sabemos los peruanos cuánto estamos perdiendo por no utilizar plenamente nuestros recursos mineros? Afortunadamente, el Instituto Peruano de Economía (IPE) ha publicado un extenso estudio sobre precisamente este tema.
La cartera de proyectos mineros registrada en el Ministerio de Energía y Minas es de aproximadamente 54.000 millones de dólares, en 51 proyectos. Este no es todo nuestro potencial minero, pero basta evaluar estos proyectos, que cuentan con producciones conocidas, para dar una idea del enorme beneficio que representaría poner en valor nuestros recursos.
El estudio del IPE calcula cuánto aumentaría el empleo, el producto bruto interno (PBI) y los ingresos fiscales, si se pusieran en marcha estos proyectos. Un trabajo más reciente del IPE estima en cuánto se podría reducir la pobreza con estos mismos proyectos.
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En cuanto a empleo, se estima que los proyectos en conjunto generarían ¡2,3 millones de empleos permanentes! Esto es, empleos de largo plazo generados por los proyectos y sus actividades asociadas cuando estos ya se encuentren en marcha. Durante el periodo de inversión de los proyectos (en promedio unos tres o cuatro años), se requeriría de un número mayor de empleos, especialmente en el rubro de construcción.
¡En cuanto al PBI, los proyectos lo aumentarían en un 270%! Es decir, los proyectos casi cuadruplicarían el total de la producción anual por muchos años. Esta cifra a primera vista parece una exageración, si no una mentira. ¿Cómo pueden unos 50 proyectos mineros aumentar tanto la producción? Si uno se toma la molestia de calcularlo, esto es el resultado de sumar a la producción directa de los proyectos, la producción indirecta que dichos proyectos generan (por ejemplo, para que la mina produzca se necesita producir explosivos —y emplear a los trabajadores necesarios—, lo cual no se daría sin la demanda generada por el proyecto minero). Estos cálculos pueden ser comprobados usando cifras del INEI públicamente disponibles.
¡El aumento de los impuestos y contribuciones se calcula en 180%! Esto es usando precios de los minerales menores que los actualmente existentes. Esto es así porque, contra lo que continuamente afirman sin fundamento los antimineros, la minería es una muy importante fuente de ingresos para el fisco. ¿Se imaginan lo que podría hacerse de contar con casi el triple de ingresos fiscales? ¿Y si, además, nuestras autoridades los usaran bien?
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Finalmente, el IPE se hizo la pregunta: ¿cuánto se podría reducir la pobreza como resultado de los proyectos mineros en cuestión? Aunque los cálculos son mucho más inciertos que los del empleo, el PBI y los impuestos, se estima que la pobreza caería en unos 22 puntos porcentuales; es decir, aproximadamente lo mismo que cayó en el periodo entre el 2007 y 2019.
Estos magníficos resultados se pueden convertir gradualmente en la realidad. Lo que perdemos por no hacerlo es enorme, como lo sería el tamaño del error de negarnos ese futuro.
Hasta el 2022, Perú fue el segundo productor mundial de cobre, habiendo aumentado su producción de 0,7 millones de toneladas métricas (TM) en el 2001 a 2,76 millones de TM en el 2023. En el 2023 se perdió este segundo lugar por la República Democrática del Congo (RDC), que en el 2023 aumentó su producción a 2,84 millones de TM.
No hay ningún falso nacionalismo en determinar quién produce más, pero sí importa entender por qué sucedió esto. En breve, la RDC ha triplicado su producción en los últimos ocho años, ya que atrajo más inversión minera nueva y el Perú no. Desde hace años que nadie habla de quitarle el primer puesto a Chile (que produce 5 millones de TM), como se solía hablar. La producción minera en el Perú se ha estancado desde el inicio de operación de Quellaveco a fines del 2022. La inversión minera, que denota nuevos proyectos, viene cayendo desde hace años.
La cordillera de los Andes ha marcado al Perú en muchos aspectos, incluido el económico. Esa cordillera nos dio riqueza mineral como pocos países tienen. Estamos en el inicio de una transformación energética mundial que ha llevado al cobre a precios nunca antes vistos. No es que fuera de la minería no existan otras actividades que tengan potencial de desarrollo —las hay—, pero negarse a usar nuestra mayor ventaja competitiva para el beneficio de todos los peruanos es una locura.