Siendo cierto que el momento ofrece motivos para la desazón, sería un error hundirse en la desesperanza y creer que toda proyección futura del país es pesimista, como creen muchos.
Hay razones para el pesimismo: deterioro de la institucionalidad; politización de la justicia; congreso mediocre y corrupto; desconfianza en el gobierno; auge del crimen organizado e inseguridad; más corrupción; degradación de la democracia; caída de la confianza del consumidor e inversión; más pobreza.
Que se traduce en insatisfacción con el modelo económico; más peruanos que se van del país; o récord, según Ipsos, en la sensación de retroceso con 75% que cree que el Perú está en esa ruta y solo 3% en progreso, peor que en 1990, lo cual es engañoso, pues eso es objetivamente falso, pero lo relevante es que mide bien el desánimo nacional.
Apoyo Consultoría ha detectado indicios de recuperación reciente de las confianzas del consumidor y la inversión privada, pero aún en rango inferior a antes de la pandemia y el despelote político que se vive desde hace años.
El desánimo se nutre por las visiones exageradas por diversos motivos, como la construvcción de candidaturas; intención política de golpear al régimen; o justificar por qué ya no se vive en el Perú; y que no toman en cuenta que, siendo complejo el momento, no es peor que el promedio regional; que la resiliencia peruana es enorme; y que de peores situaciones el Perú se ha levantado y salido adelante.
Y que, por supuesto, puede volver a hacerlo, pero eso requiere reconocer lo hecho mal que necesita cambiarse. Al respecto, Maite Vizcarra me comentó que Finlandia tiene desde hace 25 años un ‘día nacional del fracaso’, debido a que fallar era mal visto en ese país.
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Meter la pata es clave para reconocer el error y volver a tratar. “El fracaso es la oportunidad de empezar de nuevo con más inteligencia”, dijo Henry Ford.
En vez de seguir creando días como el del picarón o del chunchulín, el congreso debería establecer —laborable, nomás, por favor— el ‘día nacional del fracaso’ —y fechas alusivas abundan en nuestro calendario— como oportunidad para identificar metidas de pata como algo valioso en la vida de personas y países para intentar formas nuevas de resolver problemas antiguos.