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Opinión

Carta desde Gibraltar, por Mirko Lauer

“En el mundo actual de casi completa conectividad planetaria, la competencia por el poder político y militar ya no es guiada primordialmente por la rivalidad entre las grandes potencias y sus respectivos países afines”.

larepublica.pe
Mirko Lauer

El pronunciamiento de cuatro ex cancilleres peruanos con motivo del fallecimiento del presidente Sebastián Piñera, más allá del dolor y sorpresa que suscitó, cristalizó un concepto entre los firmantes y evoca una visión que siempre tuvimos y buscamos apoyar. Es la idea de un Estado cuya raigambre debe nutrirse, esencialmente, de una suerte de patriotismo democrático basado en el respeto recíproco entre vecinos, y diferenciado de la obsesión radical y hoy ya anacrónica, de la soberanía definida y defendida por fronteras. Más bien se percibe (y se ha percibido) en la Cancillería por más de cincuenta años como una propuesta fronteriza en la que los límites son instrumentos de integración de pueblos que trascienden a los Estados.

Ese concepto de integración como elemento dinámico y agente de la historia siempre en tensión con la realidad geográfica como brújula diplomática la planteó Carlos García Bedoya hace más de estas últimas cinco décadas.

En el accidentado presente siglo esa percepción la compartieron, y actuaron en función de ella, pocos pero conspicuos estadistas como Cardoso, Calderón, Santos, Alan García, el propio Piñera y Macri entre otros. Hicieron así el concepto primigenio de vecindad motivo de esperanza y renovación integradora en América del Sur.

Gestión y percepción de liderazgo con visión y proyección prácticas. Desde los vínculos económicos de la Alianza de Pacífico hasta la solidaridad auténtica del Grupo de Lima. Y lejanas a la verbalización demagógica que inundó estas dos primeras décadas del siglo XXI.

En el mundo actual de casi completa conectividad planetaria, la competencia por el poder político y militar ya no es guiada primordialmente por la rivalidad entre las grandes potencias y sus respectivos países afines. Ese conflicto culminó con el fin de la guerra fría y se hizo indescifrable con el ataque terrorista a las Torres Gemelas.

Quizás por ese cambio tan profundo de circunstancias los gestos de gobernantes latinoamericanos que comento pueden parecer poco trascendentes. Pero plantean un antecedente y un reto para las nuevas generaciones: la necesidad imprescindible de buscar liderazgos, por lo menos aquí en América Latina que enfrenta tan complejos y nuevos problemas para la gobernanza, de políticos idóneos, con coraje, perseverancia, criterio e integridad.

Afectuoso abrazo, Ricardo Luna.