La foto del abrazo del presidente argentino Javier Milei con el magnánimo papa Francisco, y antes, la de su emotivo llanto en el Muro de los Lamentos, le han dado una brisa de respiro a él, a su militancia y a los medios que lo respaldan. Aunque no ha trascendido lo conversado entre ambos, se sabe que lo perdonó por los improperios proferidos antes de ser presidente (“sorete mal cagado”, “representante del maligno en la Tierra” “hijo de puta que predica el comunismo”) por defender la justicia social, que a Milei le resulta abominable.
Milei llegó a Roma, donde se entrevistó con la primera ministra Giorgia Meloni, desde Israel. Allá prometió trasladar la Embajada argentina de Tel Aviv a Jerusalén, en momentos en que hasta el Gobierno estadounidense le pide a Benjamín Netanyahu ser más cuidadoso con la población civil palestina durante las operaciones militares. Estas han dejado casi 30 mil muertes y miles de heridos y mutilados en una población de dos millones de habitantes.
Su irresponsable promesa, que además depende de la decisión del Congreso donde no tiene mayoría (en la primera vuelta obtuvo 29% de votos) determinó la enérgica condena de Hamás que calificó la decisión de "injusta y equivocada" y coloca a Argentina como "socio del ocupante sionista en sus violaciones contra nuestro pueblo palestino y sus derechos nacionales a su tierra y sus lugares sagrados". La pleitesía de Milei por el judaísmo lo obnubila y parecería no tomar en cuenta los atentados contra la Embajada de Israel en Argentina (1992) y la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA) en 1994, que ocasionaron 110 muertes.
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Su prolongado viaje religioso se inició bajo el manto del triunfo obtenido la víspera al haberse aprobado el dictamen en general de la denominada Ley Ómnibus en la Cámara de Diputados. Esta incluía el otorgamiento de facultades extraordinarias al presidente, la privatización de empresas públicas, la decisión de contraer deuda externa, de permitir la instalación de bases militares, entre otras, sin consultar al Congreso. Pero la alegría no les duró mucho. La megaley fue rechazada durante el debate en particular de sus artículos, en el mismo recinto.
Milei no consideraba esa posibilidad y desde Israel, insultó y subió en las redes sociales las fotos y nombres de los “traidores, corruptos y delincuentes” que no la apoyaron. Asimismo, despidió a altos funcionarios vinculados a dichos congresistas. Su ministro de Economía, Santiago Caputo –quien retomó negociaciones con el FMI y contrajo el mayor crédito de la historia de esa entidad, en tiempos de la Presidencia de Mauricio Macri (2015-2019)– puso paños fríos y dijo que no necesitaban la Ley Ómnibus pues ya habían conseguido el equilibrio fiscal en enero.
Su receta es simple y conocida: reducción del gasto expresado en la extinción de la obra pública, eliminación de subsidios, suspensión de transferencias a las provincias y estancamiento de sueldos y jubilaciones. Así, cualquiera. La magnitud del ajuste es mayor a la de los gobiernos neoliberales de Menem, Macri y la dictadura militar pues hay que añadir la inflación provocada por la megadevaluación de 118% al día siguiente que asumió el Gobierno. Se estima que en abril la inflación alcanzará 100%.
En este escenario, las protestas sociales se intensifican. La semana pasada, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) manifestó "su profunda preocupación" ante el "uso desproporcionado de la fuerza pública contra personas manifestantes y periodistas en Argentina". Asimismo, instaron al Estado a "respetar el derecho a la libertad de expresión, reunión pacífica y labor periodística y garantizar la seguridad". Lo propio dijeron también varios relatores de la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas.
A pesar de su reciente baño de religiosidad, el panorama de la gobernabilidad es muy incierto. Es probable que la próxima derrota de Milei ocurra en la Cámara de Diputados y en el Senado si se rechaza el Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU) del 20 de diciembre, que también incluye el otorgamiento de facultades legislativas al presidente. Mientras no sea rechazado por ambas Cámaras, este se encuentra vigente. Todo parece indicar que la Unión Cívica Radical (donde militó Raúl Alfonsín), al que Milei avala que sus seguidores denominen como “putitas del peronismo” también lo rechazarán.
La falta de formación política del círculo más cercano al presidente, así como el dogmatismo, la intolerancia y la falta de diplomacia, entre otras preocupantes características de Milei, dificultan el diálogo y acuerdos con otras fuerzas políticas y sociales. Resulta casi una paradoja que quien siente un profundo desprecio por el Estado y considera que este es una “asociación criminal que hay que dinamitar” ejerza la Presidencia de un país con una historia que parece desconocer.
Consultora en temas de comercio, integración y recursos naturales en la Cepal, Sela y Aladi. Ha sido funcionaria de la Comunidad Andina, asesora en el Mercosur y Agregada Económica de la Embajada de Perú (2010-2015) en Argentina.