Necesitamos una agenda radical contra la creciente criminalidad. Muchos creen, equivocadamente, que lo ‘radical’, en este caso, es sacar a los militares a la calle, darle a la Policía más facultades para detener o para disparar, o gritar “pena de muerte”. Pero lo verdaderamente radical es ir a la raíz del problema. Por eso, aquí presento tres ejes para una política que enfrente a la delincuencia en serio.
Primero: es urgente ya no una reforma, sino una refundación de la Policía. Cada semana, vemos noticias de efectivos policiales, en actividad o en retiro, involucrados en diversas actividades delictivas, que incluyen la extorsión, cobro de cupos, robo, secuestro o coimas. Siempre se dice: “Un grupo de malos oficiales no debe dañar la imagen de la institución”; y, en teoría, eso es verdad. Pero, en los hechos, la magnitud de la penetración de elementos delictivos en esta entidad parece desbordada. Es imposible un combate efectivo contra la delincuencia sin combatirla, primero, dentro de la institución policial.
Mi solidaridad desde estas líneas con Carlín, quien, a causa de una caricatura que expresa lo que todos los peruanos pensamos, ha sido amenazado con acciones legales por la PNP. La Policía dice que esa caricatura daña su “imagen”, pero no quieren reconocer que su imagen ya está dañada no por un dibujo, sino por los hechos.
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Segundo: es urgente una revolución en la política carcelaria. Tal como está, hoy día, la cárcel no solo no soluciona el problema de la delincuencia, sino que encima lo empeora. Con cárceles hacinadas, que son verdaderas universidades del delito, es imposible una lucha en serio contra la delincuencia. Esto pasa, entre otras cosas, por evitar que jóvenes que han cometido delitos menores ingresen a los penales, porque ese ingreso, por lo general, dificulta sus oportunidades para rectificar sus malos pasos y los pone en contacto con delincuentes más avezados. Con la delincuencia, en sus primeras fases, hay que tener enfoques mucho más integrales, que miren y entiendan la situación que ha llevado a esa persona por el camino del delito y que le ayuden a cambiar de rumbo.
Tercero: ninguna política represiva es capaz de solucionar el problema de la delincuencia en el largo plazo si no se abordan al mismo tiempo las condiciones que lo alientan. Y esas condiciones tienen que ver con las escandalosas desigualdades y la falta de oportunidades en los sectores más jóvenes y empobrecidos. La mejor política contra la delincuencia, en el fondo, es una política social que invierta fuertemente en la igualdad de oportunidades.