El Acuerdo de Barbados alcanzado en octubre pasado entre el Gobierno venezolano y la oposición —con la mediación de Noruega y la participación de Países Bajos, Rusia, México, Colombia y Brasil para definir los términos de una elección transparente que tendría lugar en el segundo semestre de este año— ha sufrido un duro golpe. Ello después de que el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) de Venezuela, controlado por el Gobierno, ratificara la inhabilitación de la líder de la oposición, María Corina Machado, para postularse a las elecciones presidenciales de 2024.
Su candidatura representó un aspecto importante de las conversaciones de la mesa de diálogo de Barbados, ya que en julio pasado fue inhabilitada para participar en cargos públicos por 15 años por la Contraloría General, por desbalances patrimoniales omitidos en sus declaraciones juradas y por su participación en la “trama de corrupción orquestada por Juan Guaidó, que propició el bloqueo a Venezuela y el despojo descarado de las empresas y riquezas de la nación en el extranjero”.
En Barbados, se aceptó un mecanismo de apelación en el TSJ para las candidaturas inhabilitadas. Como premio, EEUU alivió parcialmente el bloqueo económico vinculado a la industria del gas, petróleo y oro, por seis meses. Pero advirtió, a pesar de que no participa en la mesa de diálogo, que estas podrían ser revertidas si no se cumplía con lo acordado en Barbados. En efecto, los afectados elevaron su caso al TSJ para su revisión, pero este ratificó la inhabilitación de Machado y dio marcha atrás con otras candidaturas inhabilitadas. Inmediatamente, el portavoz del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, John Kirby, le dio al Gobierno plazo hasta abril para que vuelva a revisar el fallo del TSJ y dijo que no iban a avanzar con las sanciones en este momento.
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En realidad, cierto relajamiento de las sanciones ya había tenido lugar mucho antes de los temas electorales, pues EEUU necesitaba el crudo y gas venezolanos para suplir el faltante que no le llegaba a Europa desde Rusia después de la invasión a Ucrania en febrero de 2022, lo que dio un respiro a la asfixiada, y también ineficiente, economía. Ello coincidió con el fin de la circense presidencia interina de Juan Guaidó y la extinción del Grupo de Lima, desde el cual los Gobiernos de los países miembros invocaron a las Fuerzas Armadas de Venezuela a reconocer a Guaidó como presidente.
María Corina dice que Maduro tiene miedo de competir con ella en las elecciones y cree que “Chávez hubiese tenido ya saben qué para enfrentarse y medirse contra mí”. Cierto es que la candidata presidencial tiene profundas convicciones y es de armas tomar. Entre otros, en 2002 participó en el golpe contra Chávez; en 2004 estuvo al frente de la recolección de firmas para lograr un referéndum revocatorio contra este, que Chávez ganó con el 59% de los votos, proceso auditado por el Centro Carter, que lo calificó de impecable. En 2005 se reunió con el presidente George W. Bush, y solicitó apoyo para acabar con el régimen de Chávez y, en 2014, siendo diputada electa, se presentó ante una Asamblea de la OEA, en Panamá, con el cargo de “embajadora alterna” para exigir que se endureciera la oposición al Gobierno venezolano. Aquella vez fue destituida como diputada y se ganó su primera inhabilitación para ocupar cargos públicos, por un año.
Machado promete instalar una economía liberal y privatizar empresas públicas como Petróleos de Venezuela (PDVSA), entre otras. Se declara admiradora y amiga de Patricia Bullrich y de Javier Milei, así como también de Jair Bolsonaro. Tiene estrechos vínculos políticos con Álvaro Uribe y con Iván Duque, y dice tener grandes amigos en el Partido Popular y en Vox de España.
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Difícilmente María Corina participe en la elección presidencial luego de la ratificación del fallo del TSJ. Se dirá entonces que hubo fraude y probablemente varios países no reconocerán los resultados. El presidente de Ecuador, Daniel Noboa, ya lo anunció. Si bien el escenario mundial de guerras hace menos vulnerable al Gobierno, será la población, como siempre, la más perjudicada.
Dadas las circunstancias, la oposición podría postular otro candidato que no esté inhabilitado y conformar un frente común, como debió hacerlo en otras elecciones. Milei no sería presidente de Argentina si la oposición al peronismo no hubiera ido unida en la segunda vuelta electoral. Como Mauricio Macri de Milei, María Corina podría ser el poder detrás del trono de algún candidato de la oposición agrupado en la coalición Plataforma Unitaria, que negocia con el chavismo en la mesa de diálogo en Barbados.