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Opinión

Revaluar la política, por Hugo Otero

"Mientras los políticos no se abran a la participación ni se centren en rescatar del hambre, la pobreza y la enfermedad a más de la mitad del país que vive en la miseria, no habrá estabilidad ni respeto, ni los políticos serán escuchados".

larepublica.pe
OTERO

Las marcas comerciales han sustituido a la política como factor de unidad social, pues “han salido de su recinto inicial, la esfera económica y comercial, para trabajar en lo político”, es la observación que hace Raphaël Llorca, doctor en Filosofía del Lenguaje, ensayista y comunicador francés, quien sostiene que las marcas “nos mantienen unidos como sociedad”.

Las marcas, a través de la televisión y las redes sociales, desarrollan ejercicios sistemáticos de creatividad, tanto visual como lingüística, influyen, suscitan interés, orientan opiniones y “son imaginarios de consumo y de política”, señala Rapahël Llorca en Francia.

En el Perú los políticos, remedos de esta tendencia, se venden como mercancías que disputan el poder y han destruido y vaciado la política de contenido. No se preocupan de los temas que deberían ser de su competencia, tales como ¿dónde estamos como nación? ¿En qué creemos? ¿Hacia qué horizonte común nos dirigimos?

Necesitamos nuevos políticos con imaginación, pues la conducta mercantil de los actuales ha liquidado la fuerza simbólica de la política y la han transformado en trampolín para desempeñar cargos públicos bien remunerados, tanto es así que en las próximas elecciones 24 partidos ambicionan llegar al poder, que podrían ser 35 si la ley lo permite.

Los políticos ya no tienen la capacidad para convocar multitudes, en cambio, Coca Cola, Adidas, Movistar, BCP convocan a millones a través del fútbol y de otros espectáculos públicos porque acompañan a la gente.

El discurso articulado no existe y en su lugar abundan eslóganes políticos efímeros (“El Perú primero”, “Lima potencia mundial”, “No robo ni dejo robar”, etc.) de campañas insignificantes que no llegan a la conciencia del pueblo ni son símbolos que expresen sentimientos multitudinarios. A los políticos no les creen ni siquiera cuando pronuncian discursos encendidos en defensa del Perú.

Ante este paisaje desolador, abrir las puertas de la participación del pueblo es revaluar la política, es tender puentes hacia la confianza popular para reestructurar el estado democrático, sin que la mayoría quede al margen de las decisiones. Que es el camino para crear la idea de nación en millones de peruanos que no la tienen.

Mientras los políticos no se abran a la participación ni se centren en rescatar del hambre, la pobreza y la enfermedad a más de la mitad del país que vive en la miseria, no habrá estabilidad ni respeto, ni los políticos serán escuchados. Porque la mayoría empobrecida desconfía de una minoría desvergonzada que abusa del poder.

Las marcas cambian, se renuevan y alientan la participación. Pero los políticos siguen fuera de la realidad social enfrascados en sus confrontaciones por el poder y sus privilegios, incapaces de interpretar el alma nacional.

El investigador Raphaël Llorca, cuyo estudio me motivó a escribir esta nota, piensa que “el riesgo es entrar en una era pospolítica, que no es el borrado de la política, sino su asunción por parte de otros actores”.

Llorca preguntó a los franceses cuáles son las personalidades políticas, del espectáculo, del periodismo y de otros campos que mejor interpretan sus sentimientos, la respuesta ganadora fue “nadie”. Imaginemos cuál sería la respuesta si les preguntan lo mismo a los peruanos…