Alejandro Soto ha respondido a las críticas por el bono parlamentario de diciembre anunciando que en el 2024 ya no habrá más bonos. Es obvio que eso no va a estar en manos de Soto y que habrá bonos de todas maneras. ¿Por qué dice eso Soto? Quizás hay planes para cambiarle de nombre a los desembolsos del próximo año.
La necesidad congresal de más ingresos es conocida. Un par de estos funcionarios ha llegado a decir que “no le alcanza” lo que les paga el fisco. Lo cual es probablemente cierto, pues tiene que ver con cuánto se pretende gastar de ese sobre. Otros se ahorran las explicaciones y pasan directo a mochar el sueldo de sus dependientes.
En otros tiempos se trataba de que el Estado le aumentara el sueldo al congresista. Era un mecanismo antipático, pues en el fondo los congresistas se estaban dando un aumento a sí mismos. Luego el bono, disimulado detrás de cualquier ocasión, ha sido una forma asolapada de poner dinero en el bolsillo de los representantes.
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El problema con el bono es que tiende a repetirse, pues hay a lo largo del año la tentación de cobrar en paralelo al empleado común y corriente. Bonos de Fiestas Patrias, de Navidad, y otros. Así, el público suma y saca su cuenta. Por último son los congresistas quienes se conceden los bonos, con lo cual la vergüenza regresa al partidor.
El asunto está en que el pueblo (y eso incluye a los periodistas), siempre considera que el empleado público gana demasiado. Una idea que es hija de aquella otra según la cual al Estado no le importan las necesidades de la población. Con lo cual no es que los congresistas ganen mucho. Nadie lo dice, pero muchos sienten que no deberían ganar nada.
Hay quienes asocian el derecho a ganar más de los congresistas y su empleados con la aprobación al Congreso en las encuestas. No parece un criterio adecuado, pero sí un llamado de atención a la modesta voracidad de las curules. Las sumas de los pagos que comentamos no deberían fluctuar, sino establecerse de partida y durar el periodo.
¿Qué convirtió a Soto en enemigo del bono? Quizás algo tan simple y perentorio como una llamada desde Trujillo.